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POLÍTICA

Bicentenario con “B” de Bochorno: Cómo se consumó la traición de Gustavo Sáenz al Pueblo de Salta

La fiesta gaucha fue empañada por una serie de eventos que le quitaron el brillo a la jornada.

Bicentenario de Güemes

SALTA (Por Matilde Serra) – Cuando la historia abra los registros para conocer cómo fue aquel día en que se conmemoró el Bicentenario de la Muerte del General, Martín Miguel de Güemes, uno de los Padres de la Patria argentina y mentor junto a Manuel Belgrano y José de San Martín de la epopeya independentista sudamericana, hallarán que aquella jornada que en cualquier país civilizado hubiera sido un fasto digno de la talla de semejante Héroe local resultó en acto proselitista donde los protagonistas principales, pueblo y gaucho, fueron excluidos, casi reprimidos para privilegiar la presencia de grupos de choque de organizaciones sociales.

El trámite de la celebración de este Bicentenario ya venía escorado en las dilaciones que los funcionarios oponían a los trámites de la Agrupación Tradicionalista Salta Gauchos de Güemes cuyos directivos desde hacía por lo menos seis meses habían presentado un Proyecto de actividades para el Bicentenario y pedían organizar el tradicional Desfile del día 17 de Junio sin recibir ninguna respuesta.

El tiempo avanzó y los gauchos concurrieron a la Casa de Gobierno incontables veces a reunirse con ministros y funcionarios que cuando no practicaban el “no sabe-no contesta”, sencillamente no aparecían. El gobierno que conduce Gustavo Sáenz estiró la decisión hasta horas antes cuando ya todo estaba vencido para decir que no.

Mientras esta situación ambigua se sustanciaba, sugestivamente apareció en los medios de prensa un audio del presidente de los Gauchos, Francisco Aráoz, donde hablaba de “Tomar Salta” a caballo, el que fue utilizado para defenestrar mediante operaciones de prensa al autor de la frase. Un dato curioso es que esa conversación se había mantenido en privado varios meses antes y habría salido desde el propio teléfono de Aráoz, es decir, los teléfonos habrían estado intervenidos.

Hay que decir que los gauchos se habían allanado en un todo al protocolo dictado por el COE, pero como la decisión de que no hubiera desfile ya estaba tomada, se terminó prohibiendo la parada y dejando al gauchaje como díscolo y hasta sedicioso.

Un 17 de Junio sólo para pocos

El gobierno decidió dejar la organización de la tradicional “Guardia bajo las Estrellas” en manos de funcionarios de tercera línea que en lugar de traer alguno de los tantos ballets folclóricos que hay en la provincia, contrataron bailarines generando un espectáculo que fue calificado como “bochornoso”, mientras se gastaba ingentes cantidades en un “mapping” cuya visión posmoderna colisionaba con el escenario natural y el sentido de la fecha.

Si algo le faltaba hacer al gobierno de Sáenz para terminar de consumar su traición y desprecio al pueblo de Salta era precisamente eso, dejarlo afuera de las inmediaciones del Monumento. Desde épocas inmemoriales los salteños se reúnen en torno a los fogones para cantar y velar la noche previa al 17 de Junio. Esta vez un vallado que ni siquiera ante peligrosos manifestantes se coloca fue instalado alrededor de la estatua del General Güemes mientras un férreo dispositivo policial impedía el paso de los salteños. Arriba, bailes, mapping, banda, himnos y aplausos eran para pocos.

Pero allí no terminaría la felonía organizada por Sáenz. Sobre la medianoche, los gauchos que habían sido designados para la vigilia fueron literalmente expulsados mientras se detenía al camión que traía la leña para los fogones. Ni siquiera los vecinos próximos al Monumento pudieron ingresar a sus domicilios pero las vallas se sí se abrieron para dejar paso a una estampida de “planeros” de las distintas extracciones de la vagancia nacional: CCC, Kolina y lo más sorprendente, elementos de la “Tupac Amaru” que llegaron desde Jujuy, todos los cuales dedicaron su tiempo libre para cometer robos y desmanes en vehículos y domicilios de la zona. En tal organización nada es casualidad.

Todo fue premeditado y puntillosamente calculado. Es imposible que un gobierno “sea sorprendido” por algo así.

Lo que nunca estuvo en los cálculos de Sáenz y su gente es que el presidente de los gauchos, Aráoz, quien había dado la orden a todos de retirarse, abordaría al presidente, Alberto Fernández, para decirle que retiraba sus gauchos “porque esto es una vergüenza”, ante lo que el interpelado respondió “Yo no tengo nada que ver. Todo esto lo organizó tu gobernador”. A confesión de parte, relevo de pruebas, dice el Derecho.

El saldo fue el estallido de las redes sociales en contra del presidente Fernández y del propio Sáenz a quien el epíteto menos insultante y posible de publicar fue “traidor”.

A la hora de las responsabilidades, una jugada de ajedrez hizo renunciar al presidente del COE, Dr. Francisco Aguilar, quien sería “convencido” por Sáenz de continuar mientras otro pagaba la boda, en este caso probablemente el ministro de seguridad, Juan Manuel Pulleiro, quien con ningún tino públicamente acusó al presidente Fernández por el escándalo.

El desliz diplomático de Pulleiro fue desmentido hasta por la Casa Militar de la presidencia, quedando en evidencia de que todo lo ocurrido no vino desde Buenos Aires en el Tango O1, sino que se gestó meticulosamente en Salta. De allí que la percepción de la ciudadanía al hablar de una traición de Sáenz no está tan alejada de la realidad.

¿Por qué pasó todo esto? Sólo la mente extraviada de Gustavo Sáenz y su círculo más íntimo podría explicarlo en profundidad, pero todo encamina a sugerir que el gobernador de Salta quiso congraciarse con el presidente poniéndolo a éste por encima del mismo General Güemes, preparándole un acto de ballet circense, proveyéndolo de su propio público, levantándole una tribuna para que pontifique sus divagaciones acostumbradas, todo al precio de despreciar a los gauchos y traicionar al Pueblo de Salta.

¿Qué sigue? Un proceso electoral amañado y una reforma de la Constitución de Salta enlatada para satisfacer las ansias de poder de un personaje cuyo comportamiento recuerda a la traición de Fidel Castro cuando bajaba de la Sierra Maestra y alguien le observó que se sacara el rosario que pendía de su cuello, a lo que el revolucionario respondió: “Aún no es tiempo”.

El gobernador Gustavo Sáenz ha obrado en modo similar. Hasta aquí ha sido el populachero trovador de baladas, el folclorista de fonda y el simpático “petiso” de las botas altas, el que ahora se quitó la máscara de demócrata y mostró su cariz dictatorial y perverso.

Ahora el Pueblo en las próximas y cercanas elecciones deberá recordar aquel viejo axioma que enseña que “El que traiciona una vez, traiciona siempre”.-

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