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SOCIEDAD

En el Día de la madre: IN MEMORIAM MARÍA ELOÍSA MARTÍNEZ CASTRO DEMENA

Era hija de don Tomás Eloy MartínezArnold y de doña María Castro Pearson y, acaso podría decirse, una de las últimas matronas educadas en las viejas costumbres de nuestra sociedad

Doña María Eloisa Martínez Castro de Mena(Fotografía tapa de la Revista Atalaya editada en Tucumán, 1938.
Doña María Eloisa Martínez Castro de Mena(Fotografía tapa de la Revista Atalaya editada en Tucumán, 1938.

SALTA (Redacción) – Este 14 de diciembre de 2016 se cumplirán ciento tres años del nacimiento doña María Eloísa Martínez Castro de Mena. Había nacido,un 14 de diciembre de 1916, en el seno de una familia de viejos linajes fundacionales de la ciudad de Buenos Aires, y de las pampas arequeras, donde sus padres, y los padres de sus padres, discurrían la vida común de las estancias argentinas.

Era hija de don Tomás Eloy MartínezArnold y de doña María Castro Pearson y, acaso podría decirse, una de las últimas matronas educadas en las viejas costumbres de nuestra sociedad, sin perder esa privilegiada capacidad de renovarse con cada generación de su nutrida descendencia. Enseñaba con erudita paciencia,los distintos avatares de sus antepasados, como los que ocurrieron en los años 1839 y 1840, donde su bisabuelo, don Eugenio José Martínez de Lima y su padre don Luis Ramón, hombres de gran convocatoria y poder político y militar, en San Antonio de Areco, naturalmente opositor, junto a otros patriotas como los Castex conjuntamente con Juan Galo de Lavalle, pergeñaban silenciosamente la caída de Juan Manuel de Rosas.

Lamentablemente, la delación rindió sus frutos y, al ser apresados en sus estancias, fueron llevados prisioneros al tétrico infierno de Santos Lugares, de donde sus viudas, sólo recibieron la dádiva de sus cabezas ensangrentadas. Doña María Eloísa era una distinguida matrona de acendradas virtudes, manifestadas no sólo dentro de los límites de su hogar, sino en el núcleo de las organizaciones de caridad y beneficencia, donde cumpliera una eficaz y silente labor, lejos de los insustanciales espejismos de los primeros planos; lo hacía en esas trincheras de lucha,donde vibraba su corazón de mujer y de madre, ante el espectáculo siempre amargo, de los necesitados de este mundo.

Para ella, la caridadera no sólo un sentimiento, sino también un arte, quizá una ciencia,ejercitada por ella con tesonera nobleza, en los puestos que le tocara ejercer. Lo hacía con la obstinación de quién cumple un mandato, y acaso así lo fuera, donde los dedos del Nazareno, la impulsaran amitigar los dolores del alma. Su exquisita manera de ser, no era un cliché más con el que se adorna una determinada personalidad, era en verdad una contundente realidad, puesta de manifiesto en la multitud de amistades que supo cosechar.

Era la justa combinación de los tiempos que ya fueron, y a la vez el prólogo de los que vendrán. Esa misma sensibilidad, la llevó a ejercer la profesión de maestra jardinera y a estudiar teatro con reconocidas figuras de la capital. Constituyó su hogar, junto al doctor Edmundo Mena, figura prestigiosa en la Facultad de Derecho, donde fuera Profesor Emérito,y dentro de las lides políticas como legislador probo era en suma un hombre de bien; ambos, supieron con ejemplos, educar a su descendencia, expresada en cinco hijos Por eso decimos, que sobre su tumba siempre abierta no se debe llorar, pues hay algo más alto que el dolor, y esta vez la lágrima, en verdad, constituiría una emoción subalterna.

Su desaparición, enlutó a conocidas familias de la ciudad de Tucumán, de Buenos Aires, y de nuestro medio. Era madre de nuestro colaborador Dr. Ricardo Federico Mena y abuela del Director del diario El Intransigente de Salta, don Federico Mena Saravia.

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