SALTA (Ernesto Bisceglia) – La humanidad parece haber ingresado en una fase de suicidio colectivo porque frente a los indicadores que señalan la urgencia de un profundo cambio mental, político y económico, los países líderes continúan la marcha de sus acciones a desprecio de un colapso que cada vez toma forma más concreta.
El cambio climático ya no es una expresión de alerta sino una realidad que devora recursos no renovables a un ritmo frenético exponiendo a la humanidad a un caos absoluto a corto tiempo. No más de dos generaciones siguientes deberán enfrentar el pánico social generalizado y la pérdida de la sociedad moderna tal como la conocemos.
A este ritmo de consumo y destrucción ambiental el punto de “no retorno” se presentará según los científicos no más allá del 2050 o antes incluso, provocando que grandes porciones de la Tierra se conviertan en inhabitables, lo cual traería como consecuencia la “desintegración de las naciones y del orden internacional”, según señala el informe “Riesgo de seguridad existencial relacionado con el clima: una propuesta de escenario futuro”, publicado por el Breakthrough – National Centre for Climate Restoration (NCCR), que se puede consultar en su original aquí.
Es urgente el cambio del modelo industrial porque de lo contrario se provocaría un incremento de 3 grados centígrados de calentamiento global que causaría “La destrucción de ecosistemas claves, incluyendo los sistemas de arrecifes de coral, la selva amazónica y el Ártico”. El Amazonas aún arde, lo mismo que la selva boliviana y en este momento Australia que en horas más alcanzará temperaturas récord, superiores a los 51 grados. CC.
Un escenario de tal calamidad –según los cálculos de los científicos, refrendados por la ONU- implicaría la reubicación de unos 1.000 millones de personas mientras que otros 2.000 millones quedarían expuestos al hambre y la falta de agua. Los Cuatro Caballos del Apocalipsis se derraman ya a galope tendido por el mundo.
La Tercera Guerra Mundial, improbable por ahora, pero…
La ejecución ordenada por Donald Trump del general iraní Qasem Soleimani volvió tendencia en las Redes a los hashtag #WWIII y #WorldWar3, ante una preocupación globalizada de que este hecho iniciara una Tercera Guerra Mundial. La comunidad cibernética ha visto en la ejecución del iraní un suceso similar al atentado de un nacionalista serbio donde asesinó en Sarajevo al Archiduque Francisco Fernando y su esposa, que se tiene como el detonante de la Primera Guerra Mundial.
El hecho puede ser similar pero las circunstancias son muy distintas. No es el mismo contexto ni tampoco sería la misma guerra convencional, hoy las potencias tienen armamento nuclear y sus misiles balísticos convertirían en nada a importantes capitales. De todas maneras, una escalada bélica todavía convencional no está desechada.
Esta situación se relaciona de alguna manera con el cambio climático toda vez que el eje del conflicto es el petróleo y la posición estratégica de los países de Medio Oriente. Siria, escenario de una guerra interminable, representa a los fines actuales la importancia que tenía el antiguo Camino de la Seda. Irán controla el Estrecho de Ormuz por donde pasa a diario el crudo que mueve a Occidente, y en medio de todo eso está el Estado de Israel, el aliado estratégico de Estados Unidos. Un párrafo azas simple para tentar explicar una situación mucho más compleja, por cierto.
Irán carece de un arsenal que pueda competir con Estados Unidos, Irak está ahora en la encrucijada de hospedar a más de 5.000 soldados norteamericanos y ser aliados de ambos países enfrentados, aunque el asesinato de Soleimani se ha tomado como un atentado a la soberanía iraquí. Pero ¿quién apoyaría a Irán en una guerra contra el “Satán de Occidente”? ¿Rusia? ¿China? Son preguntas sugerentes, cada una con su propio análisis. Mientras tanto Europa se mantiene en cautela.
Mientras el mundo arde, literalmente, reduciendo con cada hectárea que se consume por el fuego, por la sequía o por la contaminación, las posibilidades de alimentación; mientras los océanos se “plastifican” ingresando las partículas de esos desechos en la cadena alimenticia que llega hasta los humanos y mientras el agua se convierte en un bien cada vez más escaso, la elite que gobierna al mundo continúa empecinada en mantener su estatus quo de negocios basados en los combustibles fósiles, en el gas y el carbón, ajenos a una catástrofe que promete cambiar de manera drástica las condiciones de vida en el Planeta.
Ernesto Bisceglia