ARGENTINA

El asesinato de Abigail Riquel, el contrato social y la justicia popular

El hartazgo social se volvió una turba, que quema y mata todo a su paso ¿Hasta dónde llegará?

(Por Diego Nofal) Sobre el linchamiento. Parte del contrato social establece que el pueblo soberano, con la esperanza de atender al bien común, cede al estado el monopolio de la Justicia y la violencia. De eso hablaba Jean-Jacques Rousseau, cuando buscó aunar a todos bajo una misma ley, consensuada, que nos diera la posibilidad de superar la barbarie. Pero, qué pasa cuando sólo una de la partes cumple con lo establecido en el contrato, qué pasa cuando el hartazgo del incumplimiento quiebra la armonía contractual. Vuelve todo al principio o, dicho de otra manera, se inicia el camino brutal a un nuevo acuerdo.   

La ecuación es simple, cuando el Estado rompe ese contrato, garantizando la impunidad de quienes delinquen, permitiendo que una persona con 19 procesos penales abiertos circule por la calle, sin recibir condena o reproche alguno, el pueblo recupera para sí aquello que cedió en el Estado. La justicia popular es férrea y cruel, no admite defensa en juicio, ni encarcela culpables. No por eso deja de ser justicia.

La justicia popular es talionaria, si violaste y mataste a una nena, te matarán y vejarán con un hierro. Es responsabilidad del Gobierno que esto no se convierta en una horda jacobina, porque hoy la justicia popular ajusticia a los asesinos crueles, miserables, irrecuperables, como el «Culón» ¿Mañana?

Esta es la consecuencia de la idea del antimérito. Jueces sin mérito para serlo, elegidos en el seno de una mesa de contubernios políticos, sentados en su palacete judicial, liberan delincuentes sin méritos para circular entre las personas de bien matan a Abigail Riquel hoy, a tu hija o hermana la próxima semana. Un turba sin mérito para impartir justicia decide tomar en sus manos algo que no le corresponde.   

La justicia popular no es venganza. Es un hato de pasiones quemando todo a su paso, tomando bastillas. Hoy es una guerra entre pobres. Pero, tal vez en breve, llegue a los encumbrados castillos tribunalicios, a las costosas mansiones políticas y la guillotina tiene un dolor muy democrático, les duele igual a todos, ese es su mérito.

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