SALTA (Armando Pérez de Nucci) – Manuel Belgrano tuvo una relación estrecha con la enfermedad a lo largo de su breve vida, 50 años. La sumatoria de diversas patologías, más el desgaste que significaron para su organismo las duras condiciones impuestas por su brillante pero agitada vida militar, acabaron prematuramente con su vida, perdiendo de esta manera nuestra Nación de uno de sus más preclaros protagonista y, a mi entender, uno de los más valiosos y puros patriotas en su historia .
Del estudio de la correspondencia con San Martín, Güemes y otros próceres, he hallado numerosas referencias a enfermedades de acuerdo al enunciado de las mismas que el mismo refiere a sus colegas. Sabemos que Belgrano era de naturaleza enfermiza y que por aquellos años de las luchas por la independencia en el Noreste de nuestro país se halló afectado de varios padecimientos, pese a los cuales pudo Belgrano cumplir una prolífica actividad militar y patriótica en la zona, cimentando la libertad de nuestro país y su surgimiento como Nación.
Analizaré por razones de espacio, sus variadas patologías, muchas de las cuales padeció durante su estadía en el Noroeste Argentino de una manera breve y cuya sumatoria lo llevo a la muerte, pobre y casi abandonado, un 20 de junio de 1820, a las siete de la mañana. Del estudio epistolar entre San Martín, Güemes y otros militares durante estos años de Belgrano en el Norte he podido obtener datos valiosos acerca de enfermedades frecuentes en la región del Noroeste y que me ha permitido realizar un análisis de algunas de las afecciones del prócer repetitivamente mencionadas, agradeciendo además valiosos aportes que me ha comentado el Dr. Manuel Martí, un estudioso del tema.
1.- Trastornos de la visión: reconoce Belgrano su existencia al afirmar que “mis ojos están malos, pero mi voluntad hacia Usted es siempre y será la misma…” en una misiva a Güemes. Ya a comienzos de 1817 había experimentado lo que él denomina una “fluxión a los ojos”, que interpreto como una conjuntivitis simple, que cura sin secuelas y nada en correspondencia posterior hace mención a esta enfermedad, lo que hace presuponer que curo sin problemas posteriores. Como antecedente de estos trastornos oculares, el Dr. Miguel Gorman había diagnosticado en 1800 a Belgrano un trastorno en las glándulas lagrimales, cuadro al que se refiere como “principio de fístula en ambos lagrimales…”
2.-. Traumatismos varios: se menciona un fuerte golpe de caballo que aparentemente no deja mayores molestias posteriores en 1816. Un segundo hecho traumático lo sufre hacia 1818, también por caída desde un caballo, sufriendo un feroz golpe que le imposibilita aún la escritura, en parte por el traumatismo, en parte por la sangría que recibió por indicación médica en esa oportunidad. Este tratamiento era común en esos casos, suponiéndose que la salida de sangre aliviaba la presión en el cerebro y en las zonas afectadas. La consecuencia más frecuente era la producción de una anemia que demoraba meses en resolverse, causando debilidad, cuando no aceleraba en muchos casos el tránsito al otro mundo. En la oportunidad que refiero, Belgrano se hallaba tan débil que la carta a Güemes es escrita por Fernández de la Cruz, oficial del General.
3.- Trastornos digestivos: en 1819, Belgrano presenta vómitos y trastornos gastrointestinales, los que fueron tratados por el Doctor Berdía, manifestando su intención de” marchar para el Tucumán a ponerme en formal curación hasta recuperar el perfecto restablecimiento…”. Esta afección agravaba el cuadro de desmejoramiento general, presentando a esta altura de las circunstancias un considerable edema de los miembros inferiores e insuficiencia respiratoria con gran fatiga, que le obligaros a delegar el mando y regresar a Tucumán desde el Pilar, iniciando ya de esta manera el ya corto camino hacia la muerte, en un entorno de angustia, desagradecimiento, padecimiento y dolor que culminaría en Buenos Aires poco después.
4..-Paludismo: también denominada por Belgrano como “fiebre terciana, bajo cuyos síntomas efectuó la campaña del Altiplano, agravándosele la afección por la falta de oxígeno que reinaba en la región, siendo asistido en la oportunidad por el Dr. Readhead y tratado con dosis de quina, planta oriunda de América y de notable efecto sobre esta afección, que le duró aproximadamente dos años, desde los prolegómenos de la batalla de Salta, hasta sus misiones encomendadas en Inglaterra. Esta enfermedad era ya endémica en nuestra región y lo fue durante muchos años, siendo recién erradicada por las campañas que se efectuaron contra el vector mosquito Anopheles a partir de 1946. Las crónicas ye relatos españoles de antes de la independencia, al referirse a los habitantes del noroeste , hablaban de la palidez de la piel ( causada por la destrucción de glóbulos rojos) como “tez terrina” y el cansancio de los individuos por la misma anemia concomitante que integra el cuadro clínico de esta enfermedad al disminuir la captación de oxígeno , siendo los mismos habitantes autóctonos , en base a la observación empírica ya desde tiempos remotos , en hallar un tratamiento para la enfermedad con las infusiones de cascara de quina, antecedente valioso en la terapéutica con quinina , que pertenece a una formulación científica posterior.
5.-En octubre de 1819, Belgrano solicita al General Güemes la asistencia del Dr. Readhead, por el que el prócer sentía gran afecto. La respuesta de Güemes es ejemplar. Destina la suma de trescientos cincuenta pesos por vía de viático al médico y los envía a Tucumán, para que “lo cure y asista en la larga enfermedad que padece…”. Este médico, de notable dedicación profesional habría de instalarse en la misma habitación de Belgrano y se ocupó de mejorar, o al menos trató de aliviar con los recursos que la época ponía a su alcance, los padecimientos y la precaria salud de su paciente. Un Belgrano desfalleciente solicita a de la Mota Botello, que escribiera a Güemes agradeciendo su envío convencido y “reconociendo su amistad, que ha hecho Usted cuanto ha podido hacer en su alivio…”. Acompañó Readhead a Belgrano hasta los últimos momentos de su vida, siendo su escolta en el penoso y largo viaje a Buenos Aires, tramo que resultara agobiante para el General, a causa de la insuficiencia respiratoria y renal y el derrame peritoneal que los quejaban, debiendo ser conducido en camilla desde el carruaje hasta donde debiera pasar la noche, cada vez que se detenía. Belgrano fallecería poco después, dejando al facultativo su coche y su reloj de oro en agradecimiento a sus servicios.
Belgrano moriría el 20 de junio de 1820 a las siete de la mañana. En su autopsia, efectuada antes de embalsamar su cuerpo ´por los doctores Sullivan y Readhead, se determinó la existencia de una cantidad apreciable de líquido intraabdominal, denominado ascitis. El hígado se hallaba aumentado de tamaño y con proceso de cirrosis avanzada, los riñones afectados y endurecidos y el corazón agrandado. Algunos autores, entre los cuales se cuentan Molinari, Dreyer, Timparo y García Dadoni, han llegado a la conclusión que Belgrano padeció de un carcinoma hepatocelular, con múltiples metástasis, ictericia y cirrosis concomitante.
De esta forma finaliza la existencia de uno de los próceres más puros de la Revolución de Mayo, artífice de nuestra bandera y autor de triunfos que posibilitaron la supervivencia de esta misma Revolución.