CULTURA

Matar al dios pagano para imponer el dios cristiano

Son palabras de Domingo A. Bravo en un diálogo con Ricardo Zelarayán. El título y la llamativa ilustración de esa página del diario Clarín de 1975 permanecieron dentro de uno de mis diccionarios como un texto valioso

Ucumar - Fuente: Ilustraciones de libros

SALTA (Gladys Coviello) – Cuando una lengua deja de hablarse, está condenada a morir. En mi valija mental permanecieron  palabras quichuas  que me acompañaron siempre mientras me alejé de Tucumán, mi ciudad natal. Algunas como: achira, alpaca, canchero, carpa, cayote,  curcuncho,  chalchalero,  chaucha, choclo.   capia, carancho, chuña, chuy,  locro, llama, machado, mate ,  pallana, papa, paspado, poroto, pochoclo, quincho, quirquincho, rococó, zapallo,  tacho,  tuna, ucumar,  urpila, vinchuca, vizcacha, yuyo y muchas más .

Recuerdo que pronunciarlas  con mi entonación diferente, causaba sonrisas de aprobación y los alumnos bonaerenses me pedían los sinónimos. Gustosa los formulaba porque me sentía orgullosa de mi lengua materna que conservaba la dulce influencia del quichua.

Muchas veces escuché  las  frases “tiene patas de chuña” o “ese es un ucumar”.  Comprendía el significado: las piernas delgadas adjudicaban defecto a la mujer y el varón debía ser feísimo. Ahora, intrigada por la palabra ucumar consulto varios diccionarios y la definen como “oso, personaje de leyenda” ¿Osos en el NOA?

Chuñas – Fuente Hernán Tolosa

Carlos III en 1770 prohibió que se hablara quichua en la región del Tucumán por cédula real porque ya ni los españoles querían hablar castellano. Muchos gobernadores acataron la orden pero en Santiago del Estero, que era el centro teocrático  y dominador de la región, no resultó el decreto.

En 1905 al crearse las Escuelas Láinez se prohibió hablar quichua en las escuelas. Los castigos a los niños que se expresaran en su lengua madre, se detallan en el libro Quichua, picardías y zorros de Héctor Andreani.

Algunas de esas sanciones permanecen en los recuerdos de adultos de los pobladores de Cardón Esquina del departamento Figueroa  en Santiago del Estero.

“Antes cuando hablábamos quichua nos ponían de plantón. Ponían un poco de maíz y nos ponían de rodillas ahí en la dirección, o un poco de piedritas. Y ahí pasábamos  horas. Ya cuando era el turno de salir a las doce, nos hacían quedar hasta las tres de la tarde, para que sigamos de plantón, ái por hablar en quichua”.

Varios relatos  agregan golpes en manos y piernas incluso un palo en la espalda atravesado a través de los hombros.

Vuelvo a mis estudios de esa lengua y disiento con quienes sostienen la teoría de que fueron los conquistadores quienes la introdujeron. Varios  habitantes de los Valles calchaquíes me informaron de la relación entre ellos y los incas siempre con orgullo y señalan el camino del Inca como prueba de sus relaciones.

El 11 de junio pasado  me comuniqué con don Eusebio Mamamí guardián de la cultura de Fuerte Quemado  donde nació hace 83 años.

Afirma don Eusebio que siempre se habló la lengua quichua  porque eran  esclavizados por los incas. Otras personas dicen que la lengua la hablaban porque comercializaban con ellos.

La  teoría sobre la existencia del quichua durante los siglos  IX a XI por etnias migrantes del Chincha Suyo hacia regiones occidentales sureñas del Perú, norte de Chile y NOA de la Argentina por Tujmanao, intensificada por el Inca Wiracocha  cien o doscientos años antes de la llegada de los españoles  está sostenida por varios autores:

 Paul Groussac afirma que el quichua fue enseñado por los príncipes o curacas enviados desde Perú luego del pedido de los embajadores  acerca de que transmitieran su cultura.

“Entonces, uno de los embajadores dirigió al Inca Huiracocha la fórmula de homenaje, diciéndole que la fama de su gloria y la felicidad a él sometidos, había llegado hasta el Tucumán y por eso sus naciones querían someterse a las leyes del Inca  y le pedían príncipes de sangre real para que les enseñasen la lengua, religión y arte de los hijos del Cuzco”.

Constanza Taboada y Carlos L. Angiorama,  dos investigadores,   relacionan al Tawantinsuyo con los habitantes del Salado Medio a través de los datos ofrecidos por objetos textiles, metálicos y cerámicos encontrados  recientemente con características valliserranas e incaicas. Susana Martorell de Laconi detalla con solvencia las etapas de la llegada del quichua al NOA anterior a la catequización por los religiosos españoles en su libro Voces del quichua en Salta.

Con el paso del tiempo, esa lengua condenada a morir, ha resurgido en numerosas manifestaciones que la reivindican por la riqueza de  su esencia: el Grupo Sunisapis, la Escuela de Quichua Domingo Bravo,  las clases de Lengua y Cultura Quichua que se dictan las universidades de Tucumán y Santiago del Estero lo testimonian.

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