CULTURA

Germán Gárgano: hacer hablar a la mancha

La muestra del artista en Espacio Modos repasa más de 30 años de carrera y coincide con la publicación de un extenso libro de obra.

Germán Gárgano

Y qué es poder ver, si no acaso encontrar para los ojos la distancia justa? Las pinturas de Germán Gárgano son de aquellas que demandan de sus espectadores espacio, o tiempo, o ambos, para que la imagen mute y se transfiguren los colores en gestos, rostros, paisajes. Entonces, en medio del estallido de la paleta que parece, por su brillo, saltar fuera del cuadro, advertimos de modo pausado, casi casual, el dominio que este artista ejerce sobre la mancha como uno de los desafíos más importantes de su pintura. Hacerle decir a la mancha, que es mano, cuerpo, impulso vuelto materia, hacerle decir a la mancha, decíamos, lo que uno quiere. Aun cuando uno no sepa, de modo claro y distinto, qué es aquello que quiso decir.

Paradojas del arte, el destino hizo que Gárgano, cuyas pinturas necesitan de la distancia para entenderse, comenzara a pintar en el encierro. Detenido por cuestiones políticas en 1975 y preso hasta 1982, en algún punto de ese largo tiempo, que debió ser, como toda espera, un tiempo que se muerde la cola, el artista que todavía no era eligió pedir, de entre una oferta de materiales autorizados a los detenidos en el penal de La Plata, una caja de acuarelas. Después vendría el intercambio de cartas con Carlos Gorriarena, su primer maestro y a quien recién conoció personalmente cuando fue liberado. Más adelante aún, la decisión de abandonar la carrera de medicina (que había truncado el cautiverio) y dedicarse a la pintura. Mucho después llegarían los premios, las exposiciones, los libros.

Paradojas del arte, el destino hizo que Gárgano, cuyas pinturas necesitan de la distancia para entenderse, comenzara a pintar en el encierro. Detenido por cuestiones políticas en 1975 y preso hasta 1982, en algún punto de ese largo tiempo, que debió ser, como toda espera, un tiempo que se muerde la cola, el artista que todavía no era eligió pedir, de entre una oferta de materiales autorizados a los detenidos en el penal de La Plata, una caja de acuarelas. Después vendría el intercambio de cartas con Carlos Gorriarena, su primer maestro y a quien recién conoció personalmente cuando fue liberado. Más adelante aún, la decisión de abandonar la carrera de medicina (que había truncado el cautiverio) y dedicarse a la pintura. Mucho después llegarían los premios, las exposiciones, los libros.

Pintura – Germán Gárgano

La muestra que puede verse en Espacio Modos coincide con (y celebra) la publicación de Dimensiones de la presencia. La pintura y el discurso sobre la muerte del arte (como el psicoanalista que también es, Gárgano es un pintor re-flexivo, que vuelve una y otra vez sobre el misterio que da cuerpo a la pintura) y de una publicación realizada por Fundación Vittal sobre su obra, integrada en su mayoría por óleos de gran tamaño y un colorido que encandila, y donde las formas son evocadas por los gestos: el aleteo por el pájaro, la ofrenda por las manos. Los gestos eximen de forma a los colores. Y sin forma no hay espacio, o al menos profundidad posible. Todo, en estas pinturas, vuelve entonces a la superficie: el hombre, la muchacha y el jardín que los rodea, el jinete, su árbol y su noche.

Sin embargo esa profundidad que se escabulle de sus imágenes es la que el ojo, de a poco, recupera para sí. Es necesario darles tiempo a estas pinturas o, mejor dicho, a nuestra mirada, porque es ahí donde otras cosas comienzan a emerger: un torso desnudo y replegado sobre sí mismo, el reposo de Jesús y los apóstoles después de la Última Cena; la trinchera que separa los cuerpos yacentes del camión cargado de soldados; algunas flores etéreas –y probablemente involuntarias– sobre un paisaje de horizontales verdes. “No sé si mi pintura exige contemplación –dice– o en todo caso, es a mí a quien se la exige”.

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