SALTA (Gladys Coviello) – Una casa antigua con dos balcones, que daban hacia la calle Balcarce al 316, abría las dos hojas de su puerta cancel los sábados cuando anochecía en espera de los asaltantes. El timbre enmudecía. Adolescentes al asalto más divertido de Tucumán cuya entrada consistía en traer algo para comer o beber. Los asaltos en la casa de los Iramain-Bascary permanecen en la memoria de los tucumanos por su singularidad: el especial detalle consistía en la paciencia infinita de una maestra y un abogado que toleraban a sus tres hijas desmantelar los ambientes y convertirlos en una pista de baile. No creo que exista algún lugar donde la diversión diferente, sana y protegida hasta la madrugada, cuando la claridad rompía ese sortilegio, exista en estos días.
Arrastrar camas, armarios, sillas, bibliotecas y otros enseres era el bullicio desde temprano producidos los esfuerzos de Raquel, Inés y Silvia. Los más chicos: Alfredo, Hernán y Esteban a veces ayudaban, otras entorpecían la tarea. La biblioteca, el living, el comedor, los dormitorios y pasillos quedaban listos para la gran pista de baile. Solo se salvaba del saqueo el dormitorio de los padres que daba a la calle.
El tocadiscos perdía su funda y las púas y algunos discos los traerían los asistentes. La comunicación no necesitaba de internet, facebook o celulares, era boca a boca.
Durante los años de la década del 50, los boleros estremecían hasta los corazones blindados de acero. Era el tiempo en que los poetas y músicos le cantaban a la mujer y al amor.
Necesito datos y pido Silvia Iramain que narre sus recuerdos. Con entonada voz empieza a cantar estrofas de boleros diferentes.
La mujer que al amor no se asoma/ no merece llamarse mujer/ es cual flor que no esparce su aroma/ como un leño que no saber arder…Silvia entusiasmada corta la canción y comienza a entonar:
Sin ti no podré vivir jamás/ y pensar que nunca más/ estarás junto a mí/ Sin ti que me pude ya importar/ si lo que me hace llorar/ está lejos de aquí……
La detengo para no perder detalles, pero ella sigue regocijada porque ha regresado a los años de la adolescencia. Nadie nos escucha. El bullicio de la cafetería de Marcos Paz y Muñecas lo impide.
Bésame…bésame mucho/ como si fuera/ la última vez…Logro detener su énfasis y continúo con las preguntas necesarias para ordenar mis recuerdos tan gratos como los de ella.
Intercambiamos datos de autores y letras. Luego arreglo la lista con ayuda de internet:
La última noche pertenece al cubano Orlando Rodríguez Fierro y Juan Arvizu es el autor de Pecado Quisiera., La cita, Usted es la culpable…Recordamos las presencia de Agustín Lara: Arráncame la vida, Granada, Madrid, Mujer, Noche de ronda, Palabras de mujer, Solamente una vez, María Bonita, Piensa en mí…
-Uno de los primeros en llegar era Nolasco Córdoba. Desde la puerta cancel levantaba la guitarra por los escalones y con un empujón la ubicaba en el living. Después entraba él- dice Silvia divertida.
-Cuando todos se retiraban, Nolasco iba a la cocina y conversaba con papá hasta la hora del desayuno.
Recuerdo cómo admirábamos al excelente bailarín de tango: Tito Trejo y a los apuestos hermanos Yiyo y Tato Delacroix- digo y añado: César y Juan José Catalán enamoraban a muchas adolescentes…
– Ellos eran más grandes que nosotras. Las edades se mezclaban porque las diferencias estaban dadas por las amistades de nosotras tres.
Aún retengo el sabor del delicioso licor de vino que servían en copitas y cuya receta era imposible de imitar. Y pido alguna anécdota divertida. Surge al instante:
Los varones debían soportar sin alterarse la inspección de Hernán el niño que primero les preguntaba ¿Te has puesto las ligas y luego levantando la botamanga del pantalón constataba si las medias estaban con la tirantez adecuada? En esa época las ligas permitían que las medias estuvieran tirantes.
A través del tocadiscos y los discos de pastas empezaban los boleros y las parejas sus arrumacos. Luego la pista quedaba libre para ver al excelente bailarín de tango y soñar con ser la elegida por Tito Trejo.
A las tres o cuatro de la madrugada llegaba el turno a La Raspa. Y comenzaba el concurso por descarte hasta llegar a la pareja ganadora.
¿Cómo conocíamos los pasos y detalles de movimientos de ese baile popular mexicano cuando no había videos que los mostraran? Lo cierto es que el esquema se repetía con pocas variantes: primero una pareja enfrentada se tomaba de las manos y los movimientos de las puntas de los pies se cruzaba. Después la pareja se tomaba con los brazos cruzados y seguían los giros. Nuevas figuras se sucedían como si a los participantes un director de baile los hubiera entrenado para competir.
La mirada aguda de Inés daba inicio al juego de la escoba. Era la manera de logar que nadie permaneciera sin participar, especialmente para que los tímidos tuvieran oportunidad de bailar. Las parejas debían cambiarse cuando la escoba les llegaba. No había lugar para el cansancio porque Mi vaca lechera esperaba el turno. Raquel dirigía el tren que se desplazaba en círculo con movimientos al compás de la música.
Amanecía. Algunos empezaban a despedirse. Otros se quedaban para recibir al folclore. Las baldosas gastadas de la calle Balcarce al 300 aún recuerdan esos asaltos irrepetibles.