La crisis del brote de coronavirus tendrá un importante impacto en el crecimiento económico mundial. Esta fue una de las principales preocupaciones durante la cumbre del G20. Los ministros de Economía y presidentes de los Bancos Centrales de las naciones que participaron acordaron avanzar en “un menú de políticas” para prevenir el aumento de las tensiones comerciales en este contexto.
La economía mundial en alerta
Como bien informa El Intransigente, ayer culminó la cumbre de funcionarios económicos de los países miembro. Las autoridades arribaron a Riad, en Arabia Saudita, donde debatieron sobre la situación de la economía mundial y la incertidumbre política. En tanto, según expusieron se registraron “signos de estabilización a fines de 2019”. De igual manera, esperan un repunte “modesto” del crecimiento económico en los años 2020 y 2021.
De esta forma, según establecieron en el G20, el año pasado hubo una recuperación económica es derivada de la acomodación de las condiciones financieras. Además, los especialistas de la cumbre observaron “algunos signos de alivio de las tensiones comerciales”. “Sin embargo, el crecimiento económico global sigue siendo lento”, alertaron los representantes de los Estados integrantes.
El coronavirus en medio de la cumbre del G20
Uno de los temas centrales de los debates fue el brote de coronavirus, el cual mantiene en vilo a Asia, pero también a Europa en las últimas horas. Por su parte, la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, advirtió que el COVID-19: “Ha interrumpido la actividad económica en China y podría poner en riesgo la recuperación”. “Incluso en el caso de una rápida contención del virus, el crecimiento en China y el resto del mundo se vería afectado”, advirtió.
Por último, cabe mencionar que según la agencia Bloomberg, los participantes del G20 pasaron: “Gran parte de su tiempo hablando sobre una respuesta al brote que hasta ahora ha matado a más de 2300 personas”. Los funcionarios reclamaron que se intensifique el gasto y el estímulo fiscal para revertir la desaceleración económica global. Sin embargo, Alemania se opuso a esta visión, al considerar que es insuficiente para “impulsar la demanda externa”.
