SALTA Redacción) – Sin dudas, el brutal homicidio de Jimena Beatriz Salas, a los 44 años, es todo un desafío para la justicia provincial, un reto que lleva ya tres años sin ninguna pista firme respecto a lo sucedido con la joven madre, asesinada a cuchillada en el comedor de su casa del barrio San Nicolás, en la localidad de Vaqueros el 27 de enero de 2017, entre las 12.30 y las 13.
La crónica de su muerte indica que Jimena fue vista con vida entre las 12 y las 12.30 por una vecina, quien declaró que la joven víctima se presentó en su casa para indagar sobre un pequeño perro raza “Caniche Toy”, el que se hallaba extraviado y estaba en poder de un sujeto que aducía haberlo encontrado en la calle, incluso sostuvo que casi lo atropella con su auto.
La vecina contó que Jimena fue a verla para preguntarse si sabía de quién era el perrito, pero como no pudo ayudarla se marchó para atender al sujeto que había llegado con el cuento del perro extraviado. Otra vecina, en tanto, declaró que el mismo sujeto se presentó en su casa, oportunidad en la que también aseguró que trataba de ubicar a los dueños del can, el que intentó dejárselo hasta que aparecieran sus amos.
La testigo indicó que el sujeto era de unos 30 años, de buen aspecto y se mostraba solidario, aunque se negó a quedarse con el perro y no le permitió el acceso a su casa, lo que sí hizo Jimena, quien abrió el portón principal de su vivienda, en la calle Las Virginias al 100, y dejó pasar al desconocido con el animal, el que en seguida fue el centro de atención de las hijas de la víctima.
Solidaria
Salas, según sus amigas y familiares, era una mujer que le tenía mucho afecto a las mascotas, por lo que de inmediato se unió a la búsqueda de los dueños del animal. Para ello, incluso, tomó un par de fotografías del can con su teléfono celular, pero no llegó a tomar el rostro del supuesto samaritano. Jimena esperaba difundir las imágenes en las redes sociales a fin de poder dar con los dueños del perro.
Esta acción, según se cree, puso nervioso al sujeto y a su cómplice, quienes decidieron entrar en acción y atacaron a Jimena, quien lejos de ensayar el papel de víctima atemorizada, sacó fuerzas y enfrentó a uno de los intrusos en una dura pelea que terminó por costarle la vida de una manera atroz. Salas recibió más de 40 cuchilladas, las que le causaron lesiones letales en el cuello.
Los investigadores creen que Salas habría llegado a lastimar a uno de los asesinos, quien en una violenta reacción ultimó a la joven a fuerza de cuchilladas. Por lo relatado por una de sus hijas mellizas, de 3 años, los asesinos las encerraron en el baño para que no viera el asesinato de su madre, quien lucho hasta morir en busca de poner a las dos niñas a salvo.
En su derrotero por la vivienda, los ladrones husmearon por todos lados en busca del botín. Se cree incluso que indagaron a Jimena por el paradero del dinero u otros elementos de valor, pero la joven madre no dijo nada. Esta conducta desafiante por parte de la víctima, le habría jugado en contra, pues ello desató la ira de los homicidas, los que se impusieron debido a su superioridad física.
Consumado el brutal asesinato de la mujer, los homicidas iniciaron la fuga de la vivienda, de la que se marcharon luego de apoderarse del teléfono celular de Jimena, el que estrellaron contra el piso. Lo que buscaban con esta acción era impedir que la policía llegue a las fotografías que tomó Jimena, las que estaban seguro aparecía el rostro de uno de ellos.
El aparato fue lo único que se llevaron, aunque todo destartalado. La carcaza se encontró desperdigada entre el piso del comedio y de la habitación de la pareja, mientras que el resto del teléfono, o sea la parte donde se resguarda la memoria, fue hallado por la policía a la vera de la ruta 68, a unos cinco kilómetros de donde fue asesinada Jimena.
Prueba clave
Los criminales creyeron que el aparato ya estaba inservible, por lo que lo arrojaron por la ventanilla del automóvil en el que se desplazaban. Un par de policía, que patrullaban la zona, encontró el celular semidestruido. Por varios meses, y tras el enorme esfuerzo de peritos, se logró recuperar el contenido del aparato. Lo más importante fueron las dos fotos que Jimena le tomó al desconocido.
Por desgracia éstas tomas sólo llegaron a mostrar a al perrito extraviado en brazos de uno de los asesinos, pero no su rostro. El dato, sin embargo, igual sirvió, pues desde la fiscalía se difundió el retrato y se coordinó el ofrecimiento de una recompensa para aquella persona que arrime alguna pista o indicio fidedigno sobre el homicidio cometido.
Pese a estas y otras acciones, nadie respondió a la oferta impulsada por la fiscalía penal. A propósito, la misma aún se mantiene vigente: “medio millón de pesos a cambio de datos firmes respecto al asesinato de Jimena”. Otra de las pruebas consideradas claves fue el hallazgo de rastros genéticos de los asesinos, lo que se logró tras revisar resto de piel o uñas de la víctima, como así también sangre en la escena del crimen.
Estas muestras sacaron a luz un dato muy importante. El cotejo genético indicó con grandes probabilidades que los asesinos sean familia entre sí, ya sea hermanos, tío y sobrino, o más bien, primos entre sí. Ahora estas muestras esperan su turno para ser cotejadas con los verdaderos asesinos, a quienes les será demasiado difícil superar el cerco de la justicia.
La investigación
Tras el crimen, el caso quedó en manos de los fiscales penales, Pablo Paz y Rodrigo González Miralpeix, quienes por dos años y medio llevaron las pesquisas casi en una absoluta reserva, las que rompieron de manera aislada y sólo para difundir el retrato de un posible sospechoso, o más bien, explicar algunos avances en el caso, los cuales, por supuesto, no era muchos.
En un primer tramo, entre 2017 y junio de 2019, la investigación estuvo centrado en su mayor parte sobre la hipótesis de que de Jimena fue asesinada en el marco de un robo frustrado, circunstancias en que los criminales decidieron no dejar cabos sueltos y mataron a la joven madre, aunque ese no era su objetivo sino el robo de elementos de valor de la vivienda.
Esta teoría, sin embargo, se abandonó en junio de 2019, cuando luego de algunos cambios, el caso quedó en manos de los fiscales, Gustavo Torres Rubelt y Ana Inés Salinas Odorissio, quienes le dieron otro aire al caso con la detención de Sergio Vargas, a la que se sumó la imputación penal en contra de Nicolás Cajal Gauffin, viudo de Jimena.
Vargas fue imputado primero como autor materia del homicidio, aunque luego se corrigió y se calificó el delito en su contra como partícipe secundario del delito de homicidio calificado agravado por precio o remuneración y violencia de género. Al viudo, en tanto, se le achacó la supuesta comisión del delito de encubrimiento agravado del homicidio de su mujer, aunque quedó en libertad.
Estas acusaciones, sin embargo, no cambiaron mucho la situación, pues los fundamentos de la misma no son contundentes. Se cree que las imputaciones en contra de sólo se trata de una argumentación compleja, pero desprovista de elementos de pruebas directa que permitan justificar la idea de que Jimena fue víctima de asesinos a sueldos contratados por un tercero, en este caso la sospecha principal apunta contra el viudo.
Esta semana ya pasaron tres años del asesinato, sin que hasta el momento se llegue a una pista clara y firme sobre el sangriento incidente, el cual tiene para la justicia dos caminos. Uno apunta hacia el homicidio en ocasión de robo, en tanto, que el otro insiste en que Jimena fue víctima de un crimen por encargo, hipótesis que tiene a Cajal Gauffin como el principal implicado, pero sin pruebas que sustente esta idea.