SALTA (Patricia Manrique) – Bastó que el presidente Alberto Fernández pidiera al sector privado del país “dar una mano” para que la ciudadanía argentina exija a la clase política un gesto en igual sentido. Desde este lunes, además del aplauso general a los trabajadores de la salud, desde los balcones y ventanas se escuchan repiquetear ollas y sartenes. Es el nuevo cacerolazo, esa protesta made in Argentina que surgió con el que se vayan todos del 2001. Ahora, el reclamo es para que los políticos se bajen los sueldos y hagan el sacrificio que está haciendo cualquier hijo de vecino.
Y se veía venir: la crisis desatada por el brote del coronavirus está poniendo en jaque a la economía mundial, golpeando a los sectores productivos que quedaron paralizados y dejando sin trabajo y sin ingresos a millones de personas en medio de una cuarentena sin precedentes.
En España, por ejemplo, toda la administración pública de jerarquía se rebajó el sueldo. Las medidas de austeridad en la Europa opulenta se multiplican: hasta los clubes de fútbol redujeron los obscenos salarios de sus atletas, acostumbrados a cobrar más de lo que cobra una centena de enfermeros en el sistema público.
En latitudes más cercanas, al puntapié de austeridad política lo dio Uruguay. El presidente Luis Lacalle Pou reglamentó una rebaja sustancial en los sueldos de todo el poder ejecutivo. Lo recaudado irá a parar al Fondo de lucha contra el Coronavirus.
El caso de Argentina
En Argentina, atenta a lo que está pasando en el mundo, la ciudadanía empezó a pedir gestos a su clase dirigencial también. El reclamo se sintetiza en la necesidad de que al esfuerzo lo hagan todos.
Donde primero caló la protesta de austeridad fue en el arco político de la oposición. En Mendoza y San Juan, los gobernadores Suárez y Uñac, respectivamente, decretaron la rebaja por decreto a toda la planta política del Estado en sus provincias.
A nivel legislativo, el diputado salteño Martín Grande adelantó que junto a todo el bloque de Cambiemos decidieron reducir un 30% sus dietas. Lo recaudado irá a parar al sistema sanitario público.
En el ámbito provincial, el gobernador Gustavo Sáenz también resolvió la reducción de los salarios. Como ejemplo, el mandatario salteño donará el 100% de su sueldo de este mes, mientras que los ministros y secretarios también lo harán en un porcentaje importante. El vicegobernador y presidente del Senado, Antonio Marocco, aseguró que la rebaja de sueldos es un hecho para todos los funcionarios y legisladores salteños.
Ahora resta ver un gesto general y potente de la Justicia salteña y el Ministerio Público Fiscal. En el Poder Judicial y en el extrapoder hay muchos cargos de jerarquía bien remunerados: defensores, fiscales, asesores, secretarios, peritos, jueces, camaristas, etc. Los sueldos en la mayoría de los casos son similares o superiores a los de un funcionario de primera línea del Poder Ejecutivo.
A fines de la semana pasada, en el ámbito judicial se creó una suerte de “fondo solidario voluntario”. La escueta recaudación que se registró hasta ahora exige pensar la posibilidad de que los descuentos sean compulsivos y no queden sujetos a la «buena voluntad» de los funcionarios judiciales.
No alcanza, pero es un gesto
Las recaudaciones que puedan llegar a surgir de los salarios de la clase dirigencial que ocupa bancas en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial -en términos concretos- no resolverán de fondo las falencias estructurales del sistema sanitario público.
Tampoco los fondos públicos que se ahorren en la política serán suficientes para enfrentar la reseción económica de la Argentina a causa del brote del Covid-19. Salir adelante será un desafío más complejo y no alcanzará con donaciones salariales.
La sociedad lo sabe y comprende. Y no pide soluciones mágicas. Son gestos de austeridad los que la sociedad demanda. Y son gestos de austeridad los que la clase política adeuda.
¿Por qué no vivir como un pensionado o un maestro?
No es en contra de ninguno de los dirigentes políticos y representantes del pueblo, pero tal vez se podría evaluar la posibilidad de vivir con el sueldo de un docente, de un policía, o quizás, como lo hacen hoy miles de salteños; viven de las pensiones que reciben del Estado. Quizás sea mucho pedir, pero sin dudas un ejemplo de austeridad que se podría replicar en todo el país, ya que las donaciones que se ven hasta el momento no podrán paliar la crisis que dejará el coronavirus. Tal vez un gesto de estos pueda llegar sinceramente al pueblo que eligió a sus representantes y que en un momento como este pueden demostrar en gestos de grandeza lo que son capaces de hacer por este oficio que se debe a la sociedad y por la que trabajan, según constan en los slogans de las campañas políticas que muchos recuerdan. ¿Es momento de mostrar de que están hechos?