(Por Matilde Serra) – El poder se gana con el pueblo y se pierde en la soledad del sillón gubernamental. Esta es una regla que se evidencia en el caso de Gustavo Sáenz, quien llegó al gobierno sustentado por una histórica masa de votos, un capital electoral. Sin embargo, un año más tarde está prácticamente dilapidado. Esta vez, son las PASO, el punto axial que abre el debate en Salta.
Las razones son varias, pero básicamente podría decirse que el autismo con que esta Gestión se maneja es su peor enemigo. Paradójicamente, Sáenz, que ganó con el pueblo se ha desentendido del pueblo. Por gobierno ha constituido un círculo de cercanos donde la mediocridad y la falta de respeto por el ciudadano son el sello distintivo.
Los pueblos evolucionan aunque no parezca, y en Salta una percepción popular cada vez más numerosa da cuenta de que el de Sáenz es un gobierno decadente y que no responde a las exigencias de un momento de cambio, que exige lucidez política y visión estratégica. Ninguna de estas características se hallan en sus ministros, que por el contrario constituyen una turba agonizante de mediocres de excelencia.
El gobernante posmoderno –por definición- suele ser obtuso para la política pero no para la codicia. De hecho, capta el mensaje de la gente: Sáenz sabe que de aquella populachera “Rosa-Rosa” sólo están quedando las espinas. Frente a ello, las elecciones que se avecinan pueden ser lapidarias.
La solución propuesta no ha sido mejorar la calidad del gobierno sino asumir una postura filo dictatorial eliminando las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), coartando así la participación de nuevas figuras y consagrando otra vez al viejo esquema del “Dedo electoral”. Los candidatos por venir saldrán de asados, conciliábulos clandestinos, acuerdos espurios, cualquier cosa menos de la voluntad popular.
El libre juego del sufragio universal en la mira
El gobernador Sáenz ha demostrado ser un individuo contradictorio. Mientras les habla a los salteños de escribir la Nueva Normalidad, resucita el viejo aparato electoral y consagra nuevamente el voto cadena, la lista sábana y el posicionamiento de candidatos mediante costosas bendiciones sufragadas con dineros del pueblo.
Adiós a los partidos municipales, a las expresiones minoritarias, al libre juego del sufragio universal. La eliminación de las PASO en Salta constituyen una suerte de “voto calificado” porque excluyen a todo aquel que no forma parte del establishment o “elenco estable”; que dobla la rodilla contrito y domesticado frente al gobernador.
Para eliminar las PASO debieran estar funcionando a pleno los partidos político. De allí que resulte absurda esta decisión ya que ni siquiera el Partido Justicialista existe como tal. Luego, no hay militancia, no hay internas y no existe la voluntad popular. Al contrario, existe el dedo que hace tronar el escarmiento y discierne quién es el elegido. Un ejemplo claro de esto último es la consagración de la Comisión de Acción Política (CAP). El mismo resulta ser el órgano directivo del PJ bajo el mandato unipersonal y mayestático de un personaje cuyo peronismo es de dudosa fragua, como Pablo Outes.
Con “partidos” políticos armados a voluntad, se sigue la corrupción de la democracia con fiscales que podrán manipular las elecciones, fraguar resultados y toda clase de triquiñuela propia del tiempo del “Fraude Patriótico”, pre peronista. O sea, la provincia de Salta ha retornado al tiempo de la política clasista de la vieja oligarquía.
Aquí se marca otra contradicción de Sáenz que se dice peronista pero no duda ser a un tiempo liberal y luego populista…, un raro espécimen de peronista que ni siquiera aplica el “Alpargatas si, libros no”, ya que no hay educación y ni siquiera alpargatas.
Un retroceso democrático
El sistema de las PASO, como todo es perfectible, pero no eliminable ya que representa un claro retroceso democrático. El argumento de que se ahorrarán 400 millones es falaz, pues mucho más se ahorraría si hubiera ministros y funcionarios que aplicaran con criterio los gastos del Estado.
El modo de perfeccionar el sistema democrático es el debate; una herramienta a la que gobiernos mediocres como el de Sáenz le temen porque no están habilitados intelectualmente. De allí que la política de Estado que sobresale sea la de nivelar siempre para abajo, como lo muestra esta eliminación de las PASO.
Por este camino de la concentración de poder y desprecio por el espíritu de la Ley Sáenz Peña, no venga en sorpresa que se articule algún subterfugio o se busque alguna callejuela legal para terminar consagrando una reelección indefinida.