Juan Carlos Romero empieza a marcar el cierre de su extenso ciclo como senador nacional, con una decisión que proyecta su figura más allá del Congreso. La posibilidad de desembarcar en la Procuración General de la Nación se presenta como el broche político ideal tras décadas de protagonismo.
Según publicó El Intra, el salteño analiza dejar su banca antes de fin de año. Sería una jugada acordada con el Gobierno nacional. A cambio, apuntaría a un rol clave en la estructura judicial, dejando atrás la competencia electoral.
Las versiones se intensificaron tras la aparición de Alfredo Olmedo como alternativa fuerte en Salta. Esa presión interna habría acelerado su decisión de dejar el Senado, buscando cerrar su mandato con un nuevo desafío institucional.
Romero ya tendría fecha tentativa para anunciarlo: el 5 de agosto. Su cuenta de X serviría como canal para oficializar el paso. No sería una renuncia, sino una transición calculada hacia un nuevo ámbito de poder.
Su hoja de vida lo respalda. Fue tres veces gobernador de Salta y cuatro veces senador. Presidió comisiones centrales como Presupuesto y Economía. También ocupó la vicepresidencia del Senado. Ese recorrido le daría solvencia técnica y política para el cargo.
Un paso a la Procuración le permitiría alejarse del desgaste electoral. También le daría acceso directo a procesos judiciales sensibles, sin necesidad de exponerse públicamente. Es un terreno donde se negocia, se influye y se decide con bajo perfil.
Además, su cercanía con figuras clave del oficialismo como Karina Milei podría jugar a favor. Su figura representa una bisagra entre la política tradicional y la nueva estructura de poder judicial que el oficialismo busca moldear.
Su salida formal del Senado sería el 9 de diciembre. Resta definir si su reemplazo será parte del mismo bloque (Encuentro Republicano Federal) o si generará una reconfiguración del esquema legislativo.
El movimiento también abriría una etapa distinta para Romero. Dejaría su banca, pero no el poder. Si se concreta su llegada a la Procuración, su peso institucional podría crecer aún más.
No sería un adiós, sino una transformación. De legislador visible a actor clave del sistema judicial. Un final político, sí. Pero con efecto de continuidad en un terreno donde el poder se ejerce desde las sombras.