Por José de Álzaga – ¡Albricias! ¡Suenen pífanos, caramillos y zampoñas; crótalos, cabasas y marimbas! Se aproxima el 1 de agosto, fecha epónima para el periodismo, pero también día en que el populacho se entrega en profana genuflexión a la adoración de los dioses de la greda y el mantillo. Placebos pseudoreligiosos que utilizan como motivo y circunstancia para darse al beberaje de menjunjes a base de fermentos ancestrales con los cuales engalanan los sentidos mientras participan a la tierra de sus desmesuras gastronómicas y sicalípticas.
Toda una muestra de paganismo social que incluso ha ganado terreno en algunos políticos como Mauricio Macri y Juan Manuel Urtubey llegando inclusive a que muchos de nuestra clase se sientan atraídos por estas disipaciones coyas. ¡Ah, sí, veo en estas apoteosis la venganza de los espíritus originarios, capturando almas de civilizados! Propio de los tiempos “líquidos”que vivimos. Introito este para nada desubicado, sino enderezado a poneros en autos sobre la diferencia entre aquellas baraúndas que tienen por celebrantes a hechiceros que avientan supersticiones y el aniversario de ElIntransigente.com que el zodíaco quiso viera la luz en la misma fecha.
¡Argentinos y argentinas -solo para iniciados en la inclinación política de su director-, en verdad os digo, que si el destino no os hubiera enviado un cerebro del tamaño –literal- del que ostenta mi amigo y pariente Mena Saravia, seguirías hundidos en la mediocridad mediática, rindiendo por veraz los maquiavélicos escritos de esa baraúnda de terroristas de la pluma que os dibujaban hasta el obituario!
¡Ha sido El Intransigente y su despliegue mediático el que ha venido como el tábano de Sócrates a picaros para manteneros despiertos! Hasta ese momento solo opinión publicada había y ahora ¡tenéis información pública! Ha sido todos estos años ese medio una escuela de periodismo y el crisol donde se ha fraguado el reportero digital moderno, primeramente en la antigua capital de la fe, para luego informar al gran pueblo argentino, mientras la turba iconoclasta continuaba aferrada a las linotipos y obteniendo fotografías con polvo de magnesio.
Pero si algo debo destacar es que ElIntransigente.com es un diario para la gente decente, por cuyas galerías han transitado los apellidos más egregios de esa sociedad. ¡Qué distancia entre cubrir una riña de homínidos que se disputan una bola de cuero a mostrar el tercer tiempo de Los Pumas! O el glam del Gran Premio del Jockey Club Argentino o publicar el “festival de la empanada” a una reunión social en el Club de José Félix –Von Pepe- Uriburu. En fin, vos, Mena Saravia, sois un émulo de Pedro de Mendoza, un adelantado.
Además, ¡onomástico número 11! El primero de los números maestros, símbolo de la intuición y el mundo espiritual. Os cabe amigo, es el número de los destinados a lograr la elevación –no sé de qué en vuestro caso, pero en el esoterismo es así-; esencia de la unión entre lo femenino y lo masculino –de esto sí que sabéis bastante vos-, pero sobre todo, unidad de los contrarios. Sí, porque ante vuestra presencia todos tienen la misma opinión: ¡¡¡que eres un “grand fils de pute”!!!
Por eso me gratifica enviaros este humilde presente cuya puerta lleva plasmada la bandera de Su Graciosa Majestad como alegoría a ese tiempo en que las familias distinguidas de este país producían la materia prima ganadera junto a frigoríficos como Swift, CAP y esas empresas que daban trabajo al vulgo de las estancias y suburbios bonaerenses.
Hoy más que nunca vale extraer de mi cava una botella de Suite Regine, cosecha 55 (año emblemático para la gente decente) y brindar por que el 11 se convierta en el 111, el número del ángel asociado al optimismo, los nuevos comienzos y la motivación. Parafraseando a Victoria Ocampo, joya de aquella clase distinguida argentina cuando dijo que: “Solo necesito tu ayuda, tus consejos y tus artículos. Si te niegas sería capaz de suicidarme moralmente.”
Jdealzaga@elintransigente.com
Nació el 25 de mayo de 1955. Egresó con el título de licenciado en Historia de la Universidad de El Salvador. Cursó luego la Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Navarra, España. Ejerció la docencia en prestigiosos colegios de la Ciudad de Buenos Aires. Posee títulos de posgrado otorgados por la Universidad de Boston. Actualmente está dedicado a la investigación del impacto social de las ideas posmodernas en la cultura occidental.