SALTA (Redacción) – Cientos de integrantes de la comunidad judía y habitantes de la capital formaron parte anoche del acto por la conmemoración de Januca. Como ocurre desde hace algunos años, esta actividad estuvo organizada en conjunto por la Municipalidad de Salta, la Sociedad Israelita Salteña La Unión y a la Asociación Israelita. Justamente, el Rabino Rafael Tawil ofició al frente de la «Fiesta de las Luces» y le envió «un mensaje de esperanza» a los salteños.
En diálogo exclusivo con SALTA4400, Tawil valoró la posibilidad de que realizar este acto cada año. Igualmente, consideró que parte «más linda» de este acontecimiento está vinculada al «mensaje que estamos trasmitiendo». En ese orden, remarcó que sus palabras no solo estuvieron dirigidas a la comunidad judía, sino que fueron dedicadas «para toda la humanidad y para todos los habitantes de Salta». Por ese motivo, enfatizó que «poca luz disipa mucha oscuridad».
«También es un mensaje de esperanza. Cuando uno siente que su vida está oscura y no sabe qué hacer, que implemente que hay que encender una luz. La luz es una buena acción. El amor que uno siente los demás es la única manera de quitar la oscuridad», expresó. Asimismo, el rabino formuló que «cada uno tiene que encender su propia luz», a fin de que «ilumine su propia vida». «Ese es el mensaje de Januca, y por eso es que nosotros lo hacemos en la vía publica», sentenció.
Januca
En relación a la celebración, Tawil contó que el origen de Januca «se remonta a aproximadamente 2.100 años atrás, en la época del segundo templo de Jerusalén». Según relató, en ese momento «la tierra de Israel estaba dominada y gobernada por el imperio griego, en la época de Alejandro Magno». En tanto, indicó que tras la muerte del líder macedonio, su sucesor «intentó forzar, imponer que el judío dejara sus tradiciones, sus preceptos, su forma de vida, y que se una al endemismo».
Para ello, el rabino mencionó que «profanaron el templo de Jerusalén», que también «dejó de estar en servicios». Frente a este escenario, comentó que «una pequeña familia, a la que hoy nosotros los conocemos como los macabeos, decidió luchar, por más que eran pocos, por esos ideales y por esa libertad de culto». «Lucharon durante tres años hasta que lograron expulsarlos y reinaugurar de vuelta el servicio en el templo, y lo hicieron con el encendido del candelabro«, manifestó.