SOCIEDAD

¿Cuál será la verdad?: La manipulación de la opinión publicada y las «Causas de utilidad pública»

Compartimos con nuestros lectores la columna del prestigioso columnista Ernesto Bisceglia

coronavirus

SALTA (Ernesto Bisceglia) – La cuestión de la verdad en la vida de las naciones es una cuestión mentirosa, porque ¿cuál es al fin la verdad de los hechos, incluso de la misma historia? Días pasados se anotaba un debate sobre esta “quaestio” donde alguien preguntaba si Cristo había existido y qué elementos probatorios podían acreditarlo, o era una tradición o una leyenda como Robin Hood o el rey Arturo.

Como pincelada ilustrativa digamos que más allá de los testimonios de San Pablo y los evangelistas, que no fueron testigos presenciales, está Flavio Josefo quien relata en “Antigüedades judías” que “un hermano de Jesús al que llamaron Cristo”, dato considerado irrefutable por los estudiosos, aunque polémico: ¿tuvo hermanos, Jesús?. Plinio y Tácito también comentan sobre el judío revoltoso que fue ejecutado bajo el imperio de Tiberio, pero…

Una cosa es la Verdad y otra muy distinta suele ser la verdad publicada. Es el caso del manejo de la información que hizo el Sanedrín ante la Resurrección del Cristo. Su jefe, Caifás, pagó a los soldados romanos que estaban de guardia para que no dijeran la verdad (Verdad de Fe para los cristianos, claro) de que el Nazareno “ya no estaba entre los muertos”, y esa especie se difundió por más de dos mil años entre el pueblo judío que sigue esperando al Mesías y en el resto del mundo.

La conclusión es el poder de la opinión publicada frente a la opinión pública, porque muchos de aquellos judíos habían visto obrar a Jesús milagros y hasta se habían beneficiado de sus actos, pero la posición del Sanedrín y del Imperio romano valieron como cosa juzgada marcando la historia subsiguiente.

Un salto de dos mil nos depositará en este mundo neo-posmoderno donde el problema de la verdad y la historia no sólo continúa vigente sino que se ha vigorizado en tanto los medios de prensa se han fortalecido por la aparición de la tecnología.

En la Argentina, desde la década del 50’ del siglo pasado en que aparecieron los grupos empresarios el periodismo doctrinario casi se extinguió para dar paso al formador de opinión que cambió definitivamente el concepto de opinión pública por el de opinión publicada. La gente cree lo que se publica porque ya no piensa, sólo lee, repite y agrega.

Así, la verdad histórica ha sido reemplazada por el folletín primero y luego por el “relato”, y la opinión libre envasada en pantallas y estudios de televisión o radio y volcada al público procesada según el interés económico o político de quien la emite. El juicio crítico que formaba a la opinión pública, ha muerto o agoniza.

Sobre esta base de razonamiento, la crisis de la pandemia plantea dos situaciones: primero, todo que se publica puede ser posible, aunque no esté sucediendo, o tal vez sea peor, la verdad nadie la conoce. Segundo, el público confinado y adormecido por las noticias ha reducido su criterio a la cantidad de pulgadas que tenga su pantalla.

Sin historia, sin educación, sin conocimiento real de los hechos, los ciudadanos confinados están es un estado de indefensión absoluto donde cualquier decisión política podría ser avalada desde una computadora y viralizada.

En el nuevo tiempo, los Poderes del Estado, la religión, la ley, todo puede ser distorsionado y ofrecido como legal, incluso los atropellos anticonstitucionales. Lo más grave es que los ciudadanos llegarán a aceptarlos como “Causas de utilidad pública”.

Orson Wells tenía razón: Gran Hermano ha llegado para quedarse.

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