SALTA (Matilde Serra) – Si algo caracteriza a las instituciones armadas y de seguridad es el espíritu de cuerpo, una regla básica que un hombre que proviene de las filas del Ejército Argentino como Juan Manuel Pullerio, actual ministro de Seguridad, debiera conocer muy bien.
Esa conciencia de pertenencia y de permanencia en el caso de la Policía de Salta es todavía mayor, porque es tan fuerte el sentido gregario de los efectivos de azul que llegan a consagrar verdaderos liderazgos entre la oficialidad superior, es decir, que los ánimos superan al grado y el uniforme dándose el caso de verdaderos caudillos dentro de la Fuerza. De allí que no sea una tarea fácil manejar a los 12.000 efectivos distribuidos en toda la provincia.
Un primer paso en falso del gobierno de Gustavo Sáenz en su política de Seguridad fue el nombramiento de una mujer al frente de la Policía de Salta, hecho que según algunos justifican diciendo que se trató de enviar un mensaje a la sociedad en el sentido de que una figura femenina bajaría el nivel de tensión “ciudadano-policía” y además estaría “más en onda” con un criterio filo-feminista.
Poco duró el encanto porque cuando la flamante jefa, Norma Morales, “sacó las uñas”, comenzó el malestar de sus subordinados y en pocos días “la jefa” sumó acusaciones formales y extraoficiales por maltrato al personal siendo denunciada por maltrato laboral, abuso de autoridad en contexto laboral; violación de varios artículos de la Constitución Nacional; de tratados de Derechos Humanos, de leyes como las de Antidiscriminación y de Contrato de Trabajo; violación de la Ley contra Violencia de la Mujer y hasta abandono de persona. Lo que se dice una pinturita.
Un cuadro de alta jerarquía confió que “los muchachos se están cabreando” (SIC), porque para entronizar a “la jefa”, hubo que descabezar a una ristra de Comisarios Mayor con carrera y pergaminos para aspirar a la conducción máxima de la Policía, algunos de los cuales eran de esos caudillos policiales. Vale decir, hoy la Policía de Salta tiene una jefatura sin plafón.
Allí comenzó el segundo acto de la tragicomedia policial con el ministro Juan Manuel Pulleiro que debutó tratando a los efectivos policiales de “Vivillos que especulaban para cobrar sin trabajar. Son personas a las que la gente las conoce como ñoquis”. Dentro del Ejército suele tolerarse el zarandeo dialéctico de parte de un superior porque forma parte del folclore castrense y siempre hay alguno más abajo para aplicárselo. Pero que un ministro y ex militar atropelle de movida a toda la Fuerza policial, no fue el mejor inicio, sin dudas.
Estas declaraciones cayeron muy mal incluso dentro del círculo rojo de “la jefa”, donde un personal señaló que “Las declaraciones de este tipo revelan la falta de empatía que tiene con la policía”. No era un dato menor.
Para empeorar la situación, Pulleiro dio de baja a 600 policías que esperaban su retiro y alta en ANSES, dejándolos sin su haber de espera –un 50% del sueldo activo- y sin obra social, con lo cual muchos quedaron con sus tratamientos médicos abortados y sin obra social.
La explicación del ministro Pulleiro no fue del todo feliz diciendo que “Lo que hicimos nosotros es cesar el pago para obligarlos que terminen de una buena vez su jubilación”, demostrando el ministro que además desconoce los procedimientos ya que no son los agentes los que deben realizar su trámite de previsión, sino la oficina previsional de la Fuerza y del ¡Ministerio de Seguridad! Total, que 75 familias quedaron sin haberes y sin el dicho trámite en medio de la pandemia.
Maltratados y mal pagados
Si mal venían los ánimos, éstos se empeoraron cuando el gobierno anunció el traslado del 8% “ganado” por los docentes al salario de los estatales. En esa etapa comenzó el estado de deliberación dentro de la Policía de Salta ya que “esa plata no alcanza para vivir ni para lo básico de las familias. Ni los chicos al colegio vamos a poder mandar”, dijeron desde el Centro Policial “Sargento Suárez”, el “gremio de hecho” de los policías.
Otra cuenta en el rosario de desaciertos de Pulleiro fue su decisión en el mes de marzo de anular las licencias acumuladas y su pago, así como también el otorgamiento de las mismas en modo retroactivo hacia el año 2019, un derecho adquirido.
En un supuesto plan de austeridad, Pulleiro determinó en ese momento que no habría celebración ni “Festival Azul” para conmemorar un nuevo Aniversario de la Policía de Salta, luego suspendido pero por imperio de la pandemia de COVID-19.
Pero mientras se intentaba domesticar a la Policía salteña con una jefa no capacitada para comandar a la Fuerza, se les cercenaban derechos adquiridos y se otorgaba un magro incremento a quienes arriesgan la vida en tiempos caóticos y son la primera línea en la seguridad durante la pandemia, en el Ministerio de Seguridad se multiplicaban los cargos ocupados por familiares del ministro y sus allegados inmediatos, un dato que colmó la paciencia de los uniformados de azul.
Justamente, hablando de familiares, lo que terminó que quebrar toda tolerancia de los efectivos hacia el ministro Pulleiro fue el episodio protagonizado por el hermano de la ministro de Salud –al menos en los papeles-, Josefina Medrano, quien detenido en un retén maltrató a los policías que cumplían servicio tratándolos de “Negros de m…”, y abandonó el lugar con el permiso telefónico del propio ministro. Una herida profunda al mencionado “Espíritu de Cuerpo”.
En un último intento de que el ministro escuchara y comprendiera la situación de los policías, un grupo intentó llegar a su despacho para dialogar siendo detenidos y despachados antes de acceder siquiera al pasillo que conduce a Pulleiro.
Un manifiesto interno comenzó entonces a recorrer los Whatssap de los uniformados denunciando que las promesas del gobernador, Gustavo Sáenz de designar más efectivos policiales y mejorar el trato laboral había resultado una mentira, que la Fuerza estaba manejada por un ministro inepto para el cargo y sin ninguna sensibilidad, todo lo cual llevó a que un fin de semana del mes de marzo circulara un video llamando al acuartelamiento de la Policía en el Centro Policial “Sargento Suárez”, situación a la que no se llegó gracias a la intervención de algunos jefes que pusieron paños fríos a la situación.
La pandemia viene salvándole el puesto al ministro de Seguridad, Juan Manuel Pulleiro, porque los policías han puesto delante su vocación de servicio y el sacrificio a que están acostumbrados y “Con unas camionetas no van a venir a conformarnos” –dicen-, pero está latente el estado de malestar dentro de la Fuerza hacia un ministro que para los uniformados “ya está ido”.
Y como enseña aquel dicho de la historia: “Las revoluciones están mucho tiempo antes en las cabezas que en los hechos”.-