CULTURA

Antecedentes del Himno Nacional Argentino

En el día de su creación compartimos con nuestros lectores, una exquisita columna del dr. Ricardo Federico Mena Martínez castro

Bandera Argentina - Himno nacional argentino

SALTA (Ricardo Mena Martínez Castro) – El Sentimiento de argentinidad tan penosamente alicaído, debido a las duras contingencias que el ritmo del mundo nos obliga a vivir, parece renacer de las cenizas el 11 de mayo, día en que la argentinidad, conmemora el advenimiento de nuestra canción patria. Siempre llega en momentos que llaman a la reflexión, en un mundo donde el sentimiento de patria, parece deshilacharse en jirones confusos, que el viento lleva a su arbitrio, por los insondables destinos del olvido.

 El Himno Nacional Argentino, no puede escapar a las generalidades que guardan todos lo himnos del orbe, es decir a esa fuente inspiradora que constituye la raíz esencial de cada pueblo, que de cierta forma lo determina y lo presenta con personalidad propia ante los ojos del mundo. Tales raíces se hunden con vigor en las necesidades y aspiraciones que el pueblo en su momento histórico necesitaba exaltar, y que básicamente se conforman de una dualidad inalterable y necesaria: lo patriótico y lo religioso, dado que el poeta plantea no sólo esa aspiración, esa fuerza o la proeza histórica, sino que plasma asimismo una gran necesidad de Dios. Es de esa manera que los himnos logran sobrevivir a la filosa espada de los olvidos y las ingratitudes, que tanto dañan la memoria de los pueblos.

En el caso de nuestro Himno Nacional, en la época en que se escribió el poema, el mismo era una importante arma de guerra, que exaltaba los hechos de armas y a sus héroes, despertando y enardeciendo el sentimiento patriótico del pueblo.

La palabra himno, es una derivación del vocablo latino HIMNUS, la que a su vez procede del vocablo griego HIMNO, que engloba todos los conceptos vertidos recientemente. Sus orígenes se pierden en la bruma de la más remota antigüedad y siempre a través de los siglos, su espíritu ha sido el alma de los pueblos, es decir su inseparable esencialidad.

También puede decirse de los himnos que constituyen textos de alabanza a una deidad, o como decíamos recientemente que expresan sentimientos de fervor patriótico o religioso.

Así, dentro de los más antiguos, pueden consignarse los himnos (dos) en la antigua Grecia dedicados al dios Apolo, y que datan del siglo II antes de Cristo. Otras civilizaciones de la antigüedad- la india, egipcia, Asiria- han dejado testimonios escritos, más no su música.

Respecto de los orígenes, en realidad diremos otra vez que se desdibujan en los tiempos, donde algunos autores lo hacen arrancar dentro de la tradición judeo-cristiana, al menos desde el Libro Bíblico de los Salmos, llamado en hebreo Thehillim, que son en realidad canciones de alabanza.

Su doble raíz religiosa y patriótica, es la que encarna el sentimiento de las gentes, dándole un carácter particular, que se ha dado en llamar himno popular racial.

En la antigüedad, el primer himno de raza conocido, data de veinte siglos antes de Jesucristo, y tiene caracteres netamente religiosos. El Antiguo Testamento, es de por sí, un reservorio importantísimo de una hipnología de gran inspiración, como el Cantemos Domino, o los de Débora, Judith o Ana. Los himnos hebraicos no podían tener una exaltación mayor, como la de ser puestos en los labios de Jesucristo, que moriría por la redención de los hombres. El Hijo de Dios, al instituir la Eucaristía, se levantó de la mesa, no sin antes hacer cantar a los Apóstoles, uno de los himnos. San Juan Bautista lo consigna así, con las siguientes palabras: «Et himno dicto.exierunt. ( y habiendo recitado el himno, salieron).

Hay una larga enumeración de himnos griegos y visigóticos, compilados estos por San Isidro, de Sevilla. Se suceden luego los himnos de la edad media, moderna, y contemporánea que, si bien constituyen una materia apasionante, exceden un tanto la naturaleza de esta conmemoración.

Los himnos nacionales, especialmente en Hispanoamérica, son exaltaciones donde el alma popular expresa sus ideales de libertad, pues las guerras de la emancipación, fueron cortas, donde el denominador común era la tan ansiada libertad de la metrópoli española.

Nuestro Himno Nacional, si bien reconoce la paternidad de los himnos que le precedieron en el tiempo, goza asimismo de su propia particularidad, ya que es a mi juicio un himno representativo del amor del pueblo argentino a su patria, y que junto a la escarapela creada por la Asamblea del Año XIII, y la bandera enarbolada por primera vez, por el General Belgrano en las Baterías del Rosario, y jurada luego por su ejército en febrero de 1813, constituyen el trípode en que se asienta la simbología patriótica nacional. La Bandera Argentina recién fue adoptada por el Congreso de las Provincias Unidas en el año 1818.

Es el himno, en consecuencia, uno de los pilares fundamentales en que se basa el sentimiento de patria, y a cuyo sentido, debería prestarse exquisita atención, como una de las formas de contrarrestar la ignominia de las dependencias nacionales, aún vigentes muy a nuestro pesar, quizá debido a nuestra debilidad de país solitario, mal conducido, por políticos privilegiadores de apetencias personales, contrapuestas al patriotismo puro y desinteresado de los hombres de bien.

Estremece el tuétano oír la vibración sonora de la estrofa:

» Oíd el ruido de rotas cadenas «, cuando sentimos en la piel la sensación opresiva de un yugo cada vez más robusto. Sentimos al escuchar sus versos, la necesidad imperiosa de reflexionar que, si bien no debemos marchar a contramano de los tiempos, es también un imperativo de la hora, estrechar filas, como manera viva de contrarrestar las asechanzas que oprimen la pasión de libertad.

Los países de la Región, no deben escatimar esfuerzos, uniéndose sin pausas, sin retaceos, a fin de constituir ese músculo maravilloso que borre del labio extranjero, el gesto altivo y humillante con que nos agravia.

Las potencias extranjeras, trabajan incansablemente para impedir una unión sub.continental de los países suramericanos. Baste mencionar el patrocinado por los Estados Unidos de Norteamérica, ALCA, para bastardear nuestro MERCOSUR. No es menos cierto que, nuestros actuales socios, compatibles con la ideología de nuestro gobierno, Chávez, Castro, Morales, en nada contribuyen a crear un clima de tranquilidad y equilibrio continental. Sigue vigente, más que nunca la vieja idea de » DIVIDE PARA REINAR «. La balcanización de los estados, provocó el estallido de la Gran Patria Sudamericana, soñada por nuestros próceres de la independencia. Los estados que debieron ser provincias de un mismo país, de la mano de apetencias personales, de quienes debían conducir con honor la política de la época, y porqué no, con la inefable ayuda de la faltriquera, petardearon esa unión sub.-continental, a la que hacíamos referencia más arriba. Mientras no seamos un país unido en bloque, sin entripados interiores, jamás podremos sentarlos a la mesa de los grandes, que seguirán digitando nuestras políticas y dejándonos a resolver, sólo las migajas, es decir la cosa pequeña e insignificante. A veces ni siquiera eso.

Dentro de la himnología política, existen composiciones como La Marsellesa, surgida en épocas bravas de convulsión; en este caso en París- Francia- en contraposición a la nuestra, compuesta por especial encargo.

Nuestro Himno, fue nombrado primeramente, como CANCIÓN PATRIOTICA, luego como CANCIÓN PATRIÓTICA NACIONAL, para quedar simplificado en CANCIÓN PATRIÓTICA.

Una copia publicada en 1847, lo tituló HIMNO NACIONAL ARGENTINO , nombre que ha perdurado hasta la actualidad.

Dentro de los antecedentes de nuestra Canción Patria, la historia nos relata que en La Casa de la Comedia, un 24 de Mayo de 1812, se representaba una obra «El 25 de Mayo», naturalmente refiriéndose al 25 de la Revolución. La obra en cuestión contaba con la autoría de don Luis Ambrosio Morante y terminaba con un himno coreado por los actores. Sigue refiriéndonos la historia, que uno de los espectadores era nada menos que don Vicente López y Planes, que sintiéndose inspirado, esa misma noche redactó la primera estrofa, para reemplazar la de Morante.

Don Blas Parera, que había compuesto la música de la obra de teatro, al ser requerido para esta nueva obra de don Vicente López, habiendo dicho en un principio que sí la haría, ulteriormente se negó aduciendo que la misma era lesiva para su patria, y en consecuencia temiendo la reacción de los seguidores del Rey. Finalmente, y bajo gran presión, que llegara a la intimidación de fusilamiento, accedió a componerla. Una vez concretada ésta, se embarcó hacia su patria, donde guardó un perfil tan bajo, que jamás se supo nada de él.

La Junta de Gobierno encargó a varios de sus miembros, la composición de un himno guerrero, que exaltara el triunfo de la revolución. Se comisionó el 29 de julio de 1812, al Regidor don Manuel José García, para que invite a los diputados y poetas de Buenos Aires, a realizar su composición. Dos de ellos se abocaron a la tarea: don Cayetano Rodríguez y don Vicente López y Planes.

Existe una sabrosa información tradicional de la familia Thompson- donde se cantó por vez primera nuestro himno- que fue transmitiéndose oralmente a través del tiempo; en ella don Jorge Zavalía Lagos, bisnieto de Mariquita Sánchez, recrea con fruición, el recuerdo de aquellas famosas tertulias.

Mariquita Sánchez de Thompson, pertenecía por su madre, doña Magdalena Trillo, a conocidas familias de largo arraigo en Buenos Aires. Doña Magdalena, casó en primeras nupcias con don Manuel del Arco, riojano español, que habiendo comprado un navío llamado La Concepción, se instaló en Buenos Aires, con el propósito de comerciar con el viejo mundo y con su hermano, que allí residía La suerte les fue propicia, y amasaron una considerable fortuna. En 1765, nacía su vástago llamado Fernando José, que debido a un desgraciado accidente, murió sin poder heredar la fortuna de los del Arco. Doña Magdalena, casó en segunda instancia con un granadino, de apellido sonante, pero de escasos dineros.

De acuerdo al historiador don Daniel Balmaceda, doña Magdalena unió su fortuna al abolengo, y de cuya unión naciera, en 1786, doña María Josefa Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velazco y Trillo, conocida primeramente como Marica, y luego como Mariquita, ambos diminutivos de María.

La historia de amor de ambos cónyuges, fue por demás sabrosa, más teniendo en cuenta los cánones de la época que estamos tratando.

Don Martín Thompson era su primo, pues tenían un bisabuelo en común. A la edad de nueve años Martín recibe un duro golpe: muere su padre y su madre doña Tiburcia López, abandona a su hijo, para recluirse, de acuerdo a los dictados de la costumbre de la época, en un convento de monjas Capuchinas, transformándose en Sor María Manuela. En consecuencia Martín, fue a dar en la Escuela de Marina de Galicia, egresando con el grado de Guardiamarina. Al lograr el destino que pretendía para estar cerca de su madre, fue recibido en la mansión que los Sánchez- Trillo poseían en la actual calle Florida al 200, entre Perón y Sarmiento. Como resultado de los encuentros, ambos jóvenes se enamoraron perdidamente. Don Cecilio Sánchez, no veía con buenos ojos esta relación según él, sin futuro alguno, para lo cual debió recurrir a los buenos oficios de su amigo el Virrey del Pino, quién, para favorecer a su amigo, trasladó a Martín a cumplir servicios en la ciudad de Cádiz.

Los planes de don Cecilio eran los de casar a su hija Marica, con otro primo venido de España, hijos de un hermano de don Manuel del Arco, jugador y mujeriego.

Los amores de Mariquita y Martín, tomaron tal viento a favor que, según Balmaceda, transcribiendo documentos de la época, comenta las visitas clandestinas, cada vez más frecuentes, con todo el cortejo de consecuencias inherentes a ellas. Don Cecilio, a pesar de ser sabedor de esto, insistió en su propósito, lo que motivara a la adolescente joven, a escribir al Virrey, que la comprometían a tomar matrimonio, acosada por la insistencia de sus padres; aprovechó la instancia para sentenciar que jamás lo haría con su primo del Arco, cincuentón empedernido. A todo esto, Mariquita sólo contaba con catorce, mientras Martín rondaba los veintitrés. Durante la fiesta de esponsales, el Virrey, mandó antes de que se consumara- pues se acostumbraba dentro de las familias importantes a contar con su venia-, un oficial de Justicia para que Mariquita confirmara o no, la nota presentada. Allí confesó ante los invitados que estaba enamorada de su primo Martín Thompson, y que ya estaba comprometida con él. Deseaba casarse con su primo Martín, según sus propias manifestaciones, » porque mi amor, mi reputación y mi salvación, así lo desean y exigen». Su madre Magdalena seguía oponiéndose «aún ante el desfloro de la virgen. Fue recluida en la aún existente Casa de Ejercicios (sic), donde se arrumaban las hijas descarriadas, las esposas infieles o con problemas de convivencia. La vida de Martín Thompson fue asaz desgraciada, pues, estando de embajador plenipotenciario de Estados Unidos, nombrado por el Director Supremo Álvarez Thomas enloqueció sin remedio. Doña Mariquita, sin saber estar sola, reincidió con el joven francés Mendiville, sin haber guardado de acuerdo a los cánones de la época, el plazo social del luto. Más aún, su casamiento según Balmaceda se realizó antes de que el desgraciado Martín Thompson falleciera, habiendo su hijo nacido según la misma fuente, antes de los nueve meses. Pero ésta es una historia secundaria, que para nada invalida, la decidida actitud del matrimonio en pro de la libertad de su patria. Los Thompson, fueron la pareja actora de los primeros pasos independentistas, favoreciéndola dentro de sus afamadas tertulias, donde Martín tocaba el clavicordio, interpretando un famoso himno inglés, que hacía las delicias de u padre Mr. William Thompson, que residía en Londres. El mencionado himno se llamaba » El Himno de David » que, como veremos luego, tendría notable influencia posterior.

El Director Pueyrredón le removió de su cargo, por no estar de acuerdo con ciertas medidas que Martín tomara, situación ésta que le provocara en un principio una gran depresión, la misma que concluyera en su irresoluta demencia.

Vivían por aquella época los Thompson, en la calle del Empedrado, cuando a fines de Julio de 1812, se celebra una tertulia un tanto diferente, que habría de constituir un hito trascendente para nuestra nacionalidad. Concurría, como de costumbre al salón de Misia Mariquita, lo más selecto de la intelectualidad de Buenos Aires, entre otros, su asesor espiritual Fray Cayetano Rodríguez, y también don Vicente López y Planes. Quién animaba las veladas, acompañando al piano cuadrillas y minués que bailaban los invitados, era don Blas Parera, músico catalán.

La importancia de la concurrencia de aquella noche, fue considerada propicia para la presentación de las letras compuestas para la Canción Patria. Por su condición de sacerdote, el primer invitado fue Fray Cayetano Rodríguez, y su recitado fue recibido con aplausos. Cuando hizo lo propio don Vicente López y Planes, fue tanto el entusiasmo, que pronto se trocó en fervor patriótico, siendo el mismo Fray Cayetano, quién desestimara sus versos, aclamando junto al resto de la concurrencia, la versión de López y Planes. La conmoción que estos versos produjeron, fue tal, que la hicieron repetir varias veces.

Al promediar la reunión, don Martín Thompson, comenzó a ejecutar en el clavicordio, el himno religioso de su preferencia, que, como ya lo habíamos consignado, lo incorporaba como recuerdo sagrado de su padre.

Desde muy pequeño, Martín Thompson interpretaba en el clavicordio de su casa de la calle Florida, el Himno de David.

Blas Parera, según refiere la tradición oral, contó a sus hijos, que la noche aquella, la de la tertulia en casa de Mariquita, se inspiró en la mencionada melodía. El salón de los Thompson, congregaba a todas las personalidades importantes, nativas y extranjeras, donde se cultivaba la sociabilidad, se hablaba de política y de la situación por la que el mundo y Las Provincias Unidas derivaban. Medía la sala casi setenta metros cuadrados, donde la política, como enunciáramos recientemente, era la invitada de honor. Martín, era miembro conspicuo de la Logia Lautaro, que favorecía la revolución. Martín, proporcionó también a los independentistas, otro salón, en la casa de la calle Defensa, en cuyo subsuelo se reunían a soñar con la independencia. Lo curioso es que, esa misma pasión libertaria, terminó por separar a estos encendidos amantes, en momentos que Martín enloquecía en Norteamérica, cuando desempeñaba su misión de acercamiento al gobierno de los Estados Unidos, que permitiera contarlo como aliado.

Lo cierto y lo histórico, es que los dedos de Parera, músico de profesión, fueron primero tímidamente ensamblando las estrofas de Vicente López, con la melodía básica del Himno de David. Fue precisamente este ensamble, lo que diera lugar al nacimiento, de lo que se dio en llamar primeramente la Canción Patria.

Esa misma noche, luego de algunos ensayos, fue perfeccionando el fraseo y la armonización, mereciendo el estruendoso aplauso de la concurrencia.

Al tratar de fijarla en la escritura, se encontró que no poseía papel pentagramado, entonces, don Miguel de Luca, padre de Esteban de Luca, alumno de Parera, lo invitó a su casa de la calle Venezuela 544, para el día siguiente y, allí sobre su piano escribió la música original del HIMNO NACIONAL.

El 4 de Agosto de 1812, el Regidor Manuel José García, presentó en la sesión del Cabildo, la obra que ya había sido presentada con fecha 1º de Agosto, al Superior gobierno. Fue aprobada por aclamación.

La tradición de la familia Thompson y de sus descendientes, aseguraba que la versión original constaba de seis estrofas y un coro, y al ser compuesto en 1812, jamás podía incluir la estrofa donde se menciona la batalla de Salta, que tuviera lugar el 20 de febrero de 1813. Zavalía Lagos lo comprueba en un documento firmado por Blas Parera, el 2 de Octubre de 1812, donde da por recibida la suma de cien pesos por la composición del himno, «a grande orquesta, con violines, viola, flautas, fagotes, trompas, bajo y contrabajo, como así también por la enseñanza a los niños cantores».

Hay una nota que dice: «Queda a consideración del Cabildo, la gratificación que deverá (sic) darse a los niños cantores».

  Nuestra Canción Patria, se cantó por primera vez, el 1º de noviembre de 1812, como lo prueba un documento que dice : «Al tesorero de propios, satisfará a don Blas Parera, la cantidad de ciento noventa y nueve pesos, en ésta forma: los ciento sesenta y siete, por la Composición del Himno Patriótico, a grande orquesta, que de orden del Superior Gobierno, del 22 de Julio anterior, debe(sic) cantarse semanalmente en las funciones teatrales para inflamar el espíritu público; trabajo de enseñar a los niños que deben cantarlo y salarios pagados a los músicos que asistieron a los ensayos, y los treinta pesos restantes, para gratificar con ellos a los expresados niños, que dieron principio a cantarlo ante el Superior Gobierno, el día 1º del corriente; como pago intervenido por la contaduría y puesto a continuación el competente recibo, será y de havono( sic) al tesorero, con arreglo a lo acordado en este día. Buenos Aires, 6 de noviembre de 1812.

Firmado: Manuel de Lezica, Blas Parera, Fermín Tocornal-

La gratificación que se dio a los niños cantores, fue de treinta y dos pesos, que en total, junto a los cien recibidos por el autor del himno, más los sesenta y siete de los músicos, totalizaban : ciento noventa y nueve pesos.

  Fue en la sesión de la Asamblea General del 11 de Mayo de 1813, cuando se aprueba por aclamación el HIMNO NACIONAL ARGENTINO, al que se le habían anexado nuevos versos, quedando con nueve estrofas y un coro.

La trayectoria de don Vicente López y Planes, nacido en Buenos Aires, el 3 de mayo de 1785, es muy conocida y es el primero de ese apellido, de una serie de escritores y políticos que honraron a la argentinidad; llegó a ser gobernador provisional de la provincia de Buenos Aires, catedrático de Economía Política de la Universidad y reemplazó interinamente como Presidente de éste país, a don Bernardino Rivadavia.

Su nombre está vinculado a los hechos más salientes de la historia nacional. La Revolución de Mayo lo contó desde el principio entre sus más ardientes adeptos, habiendo ocupado diversos cargos públicos, de gran responsabilidad: Secretario del Primer Triunvirato, diputado en la Asamblea General de 1813, Presidente Provisorio, luego de la renuncia de Bernardino Rivadavia, ministro de Dorrego y Gobernador Provisorio de la Provincia de Buenos Aires, después de la caída de Rosas. Luchó lo mismo que Blas Parera, contra el invasor inglés. Fue uno de los principales literatos que cantaron a la Revolución de Mayo, y su inspiración le hizo componer numerosas canciones de gran suceso en su época. Fue hombre de Rosas, pero luego de su caída se transformó en acérrimo antirrosista.

  El segundo padre de nuestro himno, fue don Blas Parera, de quién se sabe, nació en España, en Cataluña en el año1777. Se desconoce la fecha de su muerte. Sí se sabe que llegó al puerto de Buenos Aires, en 1797, desempeñándose como maestro de capilla. Casó con una argentina, y en 1817 regresó a España, para desaparecer de la escena nacional.

Vivía en una habitación, en la intersección de las hoy calles Belgrano y Chacabuco, mirando al sur. Nunca asimiló los principios patrióticos, motivo por el cual regresó a su país, donde ocultó la autoría del Himno Nacional Argentino, cuya letra contenía conceptos agraviantes para su patria.

Luchó contra los invasores ingleses. Es todo lo que se conoce de este maestro de piano y violín, a quien le tocara, muy a su pesar, el honor de ser distinguido como uno de los padres del Himno Nacional Argentino.

Hay una confusa documentación superpuesta, en la que don Blas Parera, manifiesta haber recibido dineros del gobierno, que merecen un cuidadoso estudio posterior, y que exceden los límites de este trabajo.

Pongo a consideración de los estudiosos de la historia, un documento original e inédito de mi archivo privado, por el cual con las firmas de don Nicolás Rodríguez Peña, don José Julián Pérez y don Manuel José García, un 3 de julio de 1813, en la ciudad de Buenos Aires, se escribía con fuerza de ley, las siguientes palabras:

» Con la posible preferencia, entregarán ustedes a don Blas Parera, la cantidad de doscientos pesos que importó la música y el ensayo de los niños que han puesto en ejercicio en las fiestas Mayas, la Canción Patriótica Nacional, mandada formar por la Soberana Asamblea General, según lo ha resuelto ésta, y comunicado a éste L.PE (¿será Superior Poder Ejecutivo?), tomándose razón en este Tribunal de Cuentas. Dios guarde a usted muchos años. Buenos Aires, Junio 3 de 1813; siguen las firmas que enunciara anteriormente, a las que se agregan en calidad de testigos, las de A.R. Gómez y de Manuel José García.

En la parte inferior del documento dice: » A los Ministros Generales de Hacienda:

Tomase razón en el Tribunal de Cuentas, Buenos Aires, Junio 4 de 1813. Firma ilegible el nombre y a continuación el apellido que dice Lynch. Hay una rúbrica y a continuación dice; «He recibido de los Sres. Ministros de Hacienda. ilegible.los doscientos que se expresan en esta relación. Buenos Aires, 5 de Mayote 1813. Son doscientos pesos. A continuación una firma que dice: BLAS PARERA».

Una de las copias de la música original, atribuida a Blas Parera, no lleva ni firma ni nombre, pero estuvo en poder de las hijas de Miguel de Luca, y fue donada al Museo Histórico Nacional en el año 1916.

El 14 de Mayo, la Asamblea General, hace publicar en la Gaceta Ministerial, la versión que llegara hasta 1847. En aquél año el músico Juan Pedro Esnaola, escribe una nueva versión dedicada a Manuelita Rosas, donde introduce nuevas armonizaciones y lleva la fecha de 17 de marzo de 1847; éstas fueron escritas en un álbum encuadernado en cuero punzó, con letras de oro, y en su interior, la consabida frase: «VIVA LA CONFEREACIÓN ARGENTINA, MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS», pero curiosamente en esta versión no se menciona la autoría de don Blas Parera.

En el año 1860, introduce una nueva versión del Himno, a dos voces, con arreglos y nuevas armonizaciones y cambios en la orquestación que, fue considerada la versión oficial, que se ejecutara hasta 1938. Fue en aquél año que las autoridades nacionales, considerando que la ejecución en los actos públicos, resultaban difíciles y extensas, designó una comisión para su estudio, que estuvo presidida por don Alberto Williams, que aclaró definitivamente las formas musicales, desechando las influencias de La Creación de Haydn y del Juramento, de Mercadante.

Fue la Comisión, de la que estamos hablando, la que simplificó y enriqueció la música de nuestro Himno Nacional, y que es la que en la actualidad se ejecuta. Quedó conformada por la Primera Estrofa y el Coro.

La primera estrofa a que hacíamos referencia, está constituida por la primera y la última del antigua himno. Se suspendían los cuatro últimos versos de una que decían:

«SE LEVANTA A LA FAZ DE LA TIERRA / UNA NUEVA Y GLORIOSA NACIÓN/CORONADA SU SIEN DE LAURELES/ Y A SUS PLANTAS RENDIDO UN LEÓN/

Los cuatro últimos versos de la otra estrofa, y que también fueran suspendidos, decían:

» DESDE UN POLO HASTA EL OTRO RESUENA/ DE LA FAMA EL ANTIGUO CLARÍN/ Y DE AMÉRICA EL NOMBRE ENSEÑANDO/LES REPITE: ¡MORTALES OÍD!

La cifra cobrada por Parera, en realidad resultó bastante exigua, y como parámetro de ella pongo a consideración, un documento original e inédito de mi archivo particular, en la que don Hipólito Vieytes, presenta a la Junta de Gobierno, un detalle de los gastos efectuados, con motivo de una Comisión efectuada en la ciudad de Córdoba:

El documento en su tercera hoja dice:

» Por seis cocheros, a veinte pesos cada uno; por seis caballos que tiran el coche, a un real por legua, en 164 leguas,120 pesos; por un postillón para guiar el camino y llevar las caballerías de vuelta, a medio real por legua: 10 pesos c/dos reales; por un Sargento con un postillón que caminaba por delante, previniendo caballos en las postas, a medio real por cada un caballo en las 164 leguas, 20 pesos con cuatro reales. Total: 273pesos con seis reales.

  Versión Original de la Marcha Patriótica (1813)

  Oíd, mortales, el grito sagrado:

Libertad, Libertad, Libertad.

Oíd el ruido de rotas cadenas,

Ved en trono a la noble igualdad.

Se levanta a la faz de la tierra,

Una nueva y gloriosa Nación,

Coronada su sien de laureles,

Y a sus plantas rendido un león.

  ESTRIBILLO

  Sean eternos los laureles,

Que supimos conseguir.

Coronados de gloria vivamos.

¡O juremos con gloria morir!

De los nuevos campeones los rostros,

Marte Mismo parece animar,

La grandeza se anida en sus pechos,

A sui marcha todo hacen temblar.

Se conmueven del Inca las tumbas,

Y en sus huesos revive el ardor,

Lo que va renovando a sus hijos,

De la patria el antiguo esplendor

Por sierras y muros se sienten,

Retumbar con horrible fragor.

Todo el país se conturba por gritos,

De venganza, de guerra y furor.

En los fieros tiranos la envidia,

Escupió su pestífera hiel,

Su estandarte sangriento levanta,

Provocando a la lid más cruel.

No lo veis sobre Méjico y Quito,

Arrojarse con saña tenaz,

Y cual lloran, bañados en sangre,

Potosí, Cochabamba y la Paz.

¿No lo veis sobre el triste Caracas,

Luto y llantos y muerte esparcir?

¿No lo veis devorando cual fieras,

Todo pueblo que logran rendir?

A vosotros se atreve argentinos,

El orgullo del vil invasor,

Vuestros campos ya pisan contando,

Tantas glorias, hollar vencedor.

Más los bravos que unidos juraron,

Su feliz libertad sostener,

A estos tigres sedientos de sangre,

Fuertes pechos sabrán oponer,

A estos tigres sedientos de sangre,

Fuertes pechos sabrán oponer.

El valiente argentino a las armas,

Corre ardiendo con brío y valor,

El clarín de la guerra, cual trueno,

En los campos del Sud resonó.

Buenos Aires se pone a la frente,

De los pueblos de la ínclita unión,

Y con brazos robustos desgarran,

Al ibérico altivo león.

San José, San Lorenzo, Suipacha,

Ambas Piedras, Salta y Tucumán,

La Colonia, y las mismas murallas,

Del tirano en la Banda Oriental.

Son eternos letreros que dicen:

Aquí el brazo argentino triunfó,

Aquí el fiero opresor de la Patria,

Su cerviz orgullosa dobló.

La victoria al guerrero argentino,

Con sus alas brillantes cubrió,

Y azorado a su vista el tirano,

Con infamia a la fuga se dio.

Sus banderas, sus armas se rinden,

Por trofeos a la libertad,

Sobre alas de gloria alza el pueblo,

Trono digno a su gran majestad.

Desde un polo hasta el otro resuena,

De la fama el sonoro clarín,

Y de América el nombre enseñado,

Les repite: «¡Mortales oíd!

Ya su trono dignísimo abrieron,

Las Provincias unidas del Sud».

Y los libres del mundo responden:

«Al gran pueblo argentino ¡salud!

Sean eternos los laureles,

Que supimos conseguir,

Coronados de gloria vivamos.

¡O juremos con gloria morir!

VERSIÓN MODERNA, ABREVIADA, ADOPTADA EL 2 DE AGOSTO DE 1924

  Oíd mortales, el grito sagrado,

«¡libertad, libertad, libertad!»

Oíd el ruido de rotas cadenas,

Ved en trono a la noble igualdad.

Ya su trono dignísimo abrieron,

Las Provincias Unidas del Sud,

Y los libres del mundo responden:

«¡Al gran pueblo argentino, salud!»

Al gran pueblo argentino salud,

Y los libres del mundo responden:

¡Al gran pueblo argentino, salud!

ESTRIBILLO

Sean eternos los laureles,

Que supimos conseguir,

Coronados de gloria vivamos,

¡O juremos con gloria morir!,

¡O juremos con gloria morir!,

¡O juremos con gloria morir!

  FUENTES DOCUMENTALES

  •  Tomos de historia Argentina

•  Archivo privado del autor

•  Boletín Mensual del Instituto Genealógico Argentino

Tomo octavo-123-

Tomo noveno-124

Tomo noveno- 125, cedidos generosamente por el historiador y genealogista don Ventura Murga, de su archivo privado.

•  Documento original firmado por don Blas Parera en poder del

Autor.

•  Diccionario Espasa Calpe.

•  Daniel Balmaceda-Espadas y Corazones-2004

•  Daniel Balmaceda- Oro y Espadas-2006-

•  El Himno Nacional- Diccionario Wikipedia

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