POLÍTICA

Mónica Juárez: ¿La moneda de cambio de un Sáenz que le teme a Romero?

La diputada salteña llamó usurpador VIP al senador nacional y encendió la polémica

La diputada salteña llamó usurpador VIP al senador nacional y encendió la polémica

(Por Matilde Serra) – En el intercambio de fuego de artillería que se viene desatando, en parte por la proximidad de las elecciones y en parte porque la pandemia ha complicado el universo de los acuerdos políticos sellados al inicio de la gestión Sáenz, la primera víctima notoria ha sido la diputada, Mónica Juárez, que emprendió contra el todopoderoso Juan Carlos Romero tratandolo de “usurpador VIP”, dándole de paso un golpe a la Justicia.

Sin embargo, el gobierno de Gustavo Sáenz, mostrando una carencia absoluta de argumentos recurre al expediente de exhumar una causa que ya no tiene sustancia política, que es un tema ya decididamente agotado y que desde el punto de vista jurídico hasta es “cosa juzgada”. De dirimir espacios con políticas, nada.

Para que el cuadro resulte aún más patético, Sáenz recurrió a una mujer como Mónica Juárez, una novata en cuestiones de alta política, poniendo en escena más que un acto político un sainete de lastimosa precariedad.

El hecho, más que un suceso político desembocó en un bochorno vergonzante, donde una diputada inhábil para la esgrima política, sin convencimiento en su tono y carente del carácter que el lance demandaba, terminó huyendo del proscenio alcanzada por el pánico escénico, mientras alfiles de supuesto peso como Nicolás Demitrópulos o el sibilino Pablo Outes hacían “mutis por el foro”, quizás por temor reverencial hacia la figura del ex gobernador.

Ahora bien, ¿qué sentido tenía que Juárez se inmolara de esta manera? En apariencia ninguno, pero la política es el arte de escribir torcido lo que se quiere decir derecho. En el discurso de la periodista subyace un claro mensaje de intimidación aunque de efectos más que limitados.

Un forcejeo dialéctico en una guerra solapada por la hegemonía del poder en la provincia de uno queriendo mantenerla y otros de quedarse con el cetro fundando su propia dinastía. Claro que para esto es necesario contar con los quilates de un Romero que un Sáenz evidentemente no tiene.

Entonces, la pregunta sería, ¿Por qué no es el propio gobernador quien asume el liderazgo en persona y avanza contra la sombra siempre acechadora de Romero? Muy lejos está este Sáenz timorato de aquel Juan Manuel Urtubey que dado a la disputa con Romero ponía la cara calificando sin rodeos ni equívocos al ex gobernador tachándolo con adjetivos que pintaban claramente como un reo de la Justicia antes que un político con poder.

O Sáenz carece de piezas de fuste, lo que la práctica parecería comprobar, o no tiene el temple como para marcarle la cancha a un Romero que como el “Viejo de la Montaña” de la tradición musulmana, le envía sus sicarios a recordarle que está vivo y en posesión del poder y con la intención de mantenerlo.

El resultado no ha sido feliz y lejos de dañar la figura del ex gobernador Romero, esta situación muestra a un gobierno debilitado, que tiene que acudir a una mujer para poder instalar una chicana contra quien se fortalece en el imaginario colectivo a volúmenes de hacer pensar que un chasquido de sus dedos podría desmantelar la endeble estructura saencista que ha demostrado carecer de toda eficiencia, sobre todo política.

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