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POLÍTICA

El gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, entre Rodríguez Larreta y Alberto Fernández: “No soy de aquí, ni soy de allá”

La visita del Jefe de Gobierno porteño, ¿evidenció algunas realidades de la administración provincial?

Gustavo Sáenz

(Por Matilde Serra).- La falta de identidad política del gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, se afirma a pasos agigantados a medida que transcurren los días. Sus coqueteos con Alberto Fernández y el kirchnerismo y su anfitrión, Rodríguez Larreta.

La conocida canción de Facundo Cabral establecía una duda científica y también humana, pero sobre todo apuntaba al núcleo del ADN de las personas, aquello que lo identifica. Cuando alguien tiene definida su identidad avanza con seguridad y separa a propios y ajenos, o incluso, puede acordar con ambos.

Pero cuando se transita en la medianía del “soy de aquí y también de allá”, no se establecen las garantías que necesita el ciudadano y el mundo político para fundar una razón de ser de gobierno. Es decir, no hay gobierno sino más bien un consorcio de negocios.

Gustavo Sáenz asumió la intendencia con una definida impronta PRO cuya inercia lo catapultó a la gobernación. Pero las cosas cambiaron porque ahora hay que convivir con un gobierno de sesgo kirchnerista que ve al amarillo pato macrista como el enemigo a batir. Entonces surge la pregunta: ¿qué papel debe jugar un gobierno como el de Sáenz en circunstancias tan delicadas como las que se viven?

La visita del Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, vino a evidenciar esta falta de identidad política de la administración Sáenz. A la vez, contribuyó a exponer el insondable enjuague de rarezas políticas en que navega la provincia de Salta donde una intendente de ADN macrista –Bettina Romero– pacta con el Gobierno nacional pero saluda alegremente a Larreta, mientras el gobernador puja por colocarse en la mesa de Alberto Fernández pero sienta a su derecha al próximo candidato del PRO. ¡Un psicólogo a la derecha!

En un tiempo de categorías invertidas, en Salta, la realidad supera a la ficción y la ambigüedad nutre a dos gestiones, la provincial y la municipal capitalina, de una extraña mezcla de colores que pintan una realidad surrealista cercana al “sueño de un loco”. Las figuras derretidas de Salvador Dalí tenían más consistencia que estos gobiernos.

La crisis sanitaria y económico-social requiere de estadistas y no de oportunistas. El consenso se erige como la palabra que traza el camino por donde transitar, sin definiciones políticas ni acuerdos programáticos, el pueblo pagará el costo más alto de la historia política contemporánea. Por algo las rutas se demarcan en manos de derecha y de izquierda, sin ambas no habría caminos y todo sería un caos.

El gobernador Sáenz tiene que advertir que la paciencia de los pueblos se agota y si no define qué gobierno quiere, debiera recordar aquella admonición del General Perón: “Marcharán con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”.

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