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POLÍTICA

Alfombra roja para el ministro de Educación Matías Canepa: El color de los déspotas

Ha faltado nada más que el ingreso de este ministro hubiera sido seguido de una fanfarria de adolescentes que acompañaran su paso monástico con los sones de la Marcha Triunfal de Aída.

Matías Cánepa
Matías Cánepa

(Por Matilde Serra) El color rojo ha sido desde los tiempos más antiguos el preferido de los tiranos. Aquellos que gustaban de sentirse elegidos por deidades articuladas por una imaginación que desvaría han elegido siempre el color púrpura. Domingo Faustino Sarmiento describe afinadamente en “Facundo” esta tendencia en los bárbaros, en los césares e incluso en los salvajes precolombinos. Como se ve, los déspotas han caminado siempre sobre una alfombra roja…lo mismo que el Ministro de Educación de Salta Matías Cánepa.

El rojo no sólo ha cubierto a los déspotas sino que ha estado debajo de ellos, en las alfombras, como símbolo de lujo y supuesto prestigio, de aristocracia y de opulencia. Ese rojo a los pies se ha utilizado siempre como signo de privilegio; de hecho, los monarcas utilizaban la alfombra roja para no pisar el suelo por donde caminaban porque se consideraba impuro por haber sido pisado antes por el vulgo.

Y precisamente, alfombra roja le han puesto al ministro de Educación, Ciencia, Cultura y Tecnología, Matías Cánepa para que ingrese nada menos que al Hogar Escuela a observar cómo se forman allí los alumnos de orquestas infanto-juveniles y coros.

Una paradoja cruel pensada seguramente por alguien cuya ignorancia le propone estos desatinos emparentados con la genuflexión hacia un funcionario que por peronista y por supuesto educador, no debiera ingresar sobre alfombra roja sino a pie desnudo por las mismas baldosas que pisan profesores, alumnos y pueblo en general.

Existe además en ese intento de jerarquizar una figura disminuida por su lúgubre actuación al frente de ese ministerio una manifiesta ignorancia y falta de ubicación; justamente en el Hogar Escuela, obra de la mano de Eva Perón que bregara tanto por poner a los de abajo en la misma condición de los que se creían “de arriba”.

Ha caminado, no obstante, el ministro Cánepa, orondo sobre ese símbolo de la oligarquía seguramente sintiéndose cómodo tal lo dicta su afiebrado convencimiento de que su gestión lo hará merecedor de un lugar en la historia, lo que es posible que suceda, porque pasan a la historia los que realizan grandes obras y los que se destacan por su inutilidad.

Ha faltado nada más que el ingreso de este ministro hubiera sido seguido de una fanfarria de adolescentes que acompañaran su paso monástico con los sones de la Marcha Triunfal de Aída, lo cual hubiera resultado otro insulto a la memoria de un revolucionario como Giuseppe Verdi.

Todo un catálogo de arbitrariedades producto de la falta de prudencia y conocimiento: honrar a un ministro que es un empleado del pueblo y ornar con alfombra roja un establecimiento que fuera concebido por la “Abanderada de los humildes”.

Sólo queda preguntarse ¿La alfombra roja sería para celebrar el ingreso del ministro Cánepa, o como una premonición para que vaya?

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