(Por Diego Nofal).- El fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación resonó como un trueno en la frágil calma de la política argentina y en el PJ de Salta. Confirmar la condena a la actual presidenta del Partido Justicialista Nacional, Cristina Kirchner, en la causa Vialidad, no es solo un hito judicial. Es un terremoto que resquebraja los cimientos del poder interno peronista, alterando equilibrios y desatando una carrera desesperada por ocupar los espacios que inevitablemente dejará vacantes.
La figura central del movimiento, su principal articuladora y símbolo durante años, enfrenta ahora una realidad judicial que la fuerza a un repliegue táctico, si no definitivo, del primer plano de la conducción partidaria.
Cristina Fernández, eje indiscutido del PJ Nacional, verá su capacidad de acción y su autoridad sobre las estructuras provinciales severamente mermada. Su situación jurídica, con esta condena firme, vuelve insostenible su permanencia formal al frente del partido. Un abandono del cargo partidario se anuncia como un movimiento casi inmediato, un gesto forzado por las circunstancias.
La salida de Cristina Kirchner deja un vacío político
Este repliegue no es voluntario, es una consecuencia directa del veredicto judicial. Su salida deja un vacío inmenso, un centro de gravedad político que múltiples facciones intentarán llenar con velocidad y ferocidad.
Este súbito vacío de poder nacional proyecta su sombra más larga y definida sobre una provincia clave, Salta. Allí, la intervención del Partido Justicialista local fue una decisión impulsada y sostenida con firmeza por la propia Cristina Kirchner. Fue una maniobra de alcance nacional para disciplinar, controlar o desplazar a la conducción liderada por el gobernador Gustavo Sáenz.
El PJ Salta sigue hoy bajo la lupa y el mando de un interventor designado por el Congreso Nacional partidario, una herramienta directa de la anterior conducción kirchnerista.
