(Por Matilde Serra) – Si una Institución supo ser orgullo del patrimonio cultural de la provincia de Salta, ésa fue la Universidad Católica de Salta (UCS, en su sigla original). Nacida de la inspiración de un hombre de elevado intelecto y visión pastoral como fuera Monseñor Roberto J. Tavella, primer arzobispo de Salta y que fuera dirigida en sus primeros años por la Compañía de Jesús que destinó sus mejores hombres para formar aquella Universidad.
En sus aulas se formaron las primeras generaciones de profesionales que respondían en su desempeño al nivel de los profesores que los habían formado. Fue el tiempo de oro de aquella Casa de Altos Estudios.
Con la salida de los jesuitas de la UCS, la universidad comenzó su deterioro académico. Una sucesión de rectores cuyo nivel distaba en mucho de aquel de los jesuitas acompañado de la contratación de un elenco estable de personajes sostenidos por su cercanía con el obispado hicieron el resto.
Bajo el arzobispado de Moisés Julio Blanchoud hubo un repunte con la conducción de Patricio Colombo Murua que puso a la UCS a nivel nacional y firmó cuanto convenio le pasaba por delante, eso sí, incumpliendo la gran mayoría de ellos que terminaban las más de la veces en los estudios jurídicos. Sin embargo, Colombo Murúa fue el Rey Midas del arzobispado de Salta convirtiendo en oro todo lo que tocaba. Se inició entonces el tiempo del negocio supuestamente académico.
Pero la suerte de Colombo Murúa feneció cuando falleció su amigo, Juan Pablo II y la llegada de Benedicto XVI entronizó al Opus Dei en lugar de algunas logias de libres y aceptados hermanos Tres Puntos. Fue el tiempo en que llegó al arzobispado de Salta de Monseñor, Mario Antonio Cargnello, un prelado que habría sido trasladado desde Catamarca a Orán para aquietar los rumores de silencio cómplice en el caso “María Soledad Morales”.
Con Cargnello en la Silla curial la decadencia de la UCS se formalizó como una política a seguir. Para comenzar, nació la UCASAL que hasta cambió su logotipo y del fundacional “Nihil Intentatum” no le quedó ni el “Intentatum”. Y del negocio académico de Colombo Murúa se pasó sólo al negocio y la “UCASAL” se convirtió en la caja de premios y castigos de la Curia y en la bolsa de trabajo con que se pagan y tributan favores a los hermanos de la Logia Blanca, es decir, el Opus Dei.
Hoy, el ingreso al staff de la UCASAL está restringido a numerarios, supernumerarios o políticos cuya cercanía conviene al arzobispado, algunos de los cuales tendrían diplomaturas de dudosa credibilidad. Como dos objetos no pueden ocupar el mismo lugar, para abonar un plantel genuflexo a los deseos de la Curia se “sugeriría” a clérigos y laicos “renunciar a su cargo”, caso contrario un “carpetazo” en algún juzgado penal los llevaría a cambiar de opinión.
Tal ha sido la decadencia de la UCASAL en las últimas dos décadas que se ha llegado a ver en los diarios de mayor circulación avisos reclamando profesionales que eran subrayados con la leyenda: “Egresados de la UCASAL, abstenerse”.
En alguna oportunidad la Universidad Católica supo tener un grupo selecto de profesionales y empresarios que aportaban mensualmente para su manutención bajo el nombre de “Amigos de la Universidad Católica”, pero ahora ésta parece haberse convertido en la “Universidad Católica de los Amigos”, una especie de “zona franca” de aspiraciones intelectuales donde –como diría un prelado- “cualquier poligrillo entiende ser profesional”.
Que los tiempos han venido duros, esto es una realidad “Urbi et Orbi”, pero de allí a que haya que salir a la caza de alumnos a precio vil hay un abismo. Como Universidad, “La Católica” debería tener en alto el “Intentatum” y como Católica el “Nihil”, por aquello de la Fe, pero como se ve, pareciera que se está más cerca de llegar a la Venta de Indulgencias con tal de facturar.
Ahora, no se comprende muy bien si la inflación ha llevado a los precios de una verdulería a un estadio de costos universitarios, o la UCASAL se ha convertido en un almacén de ramos generales con prácticas y precios de verdulería.