La Plaza 9 de Julio de Salta se llenó de gremios, jubilados, militantes y organizaciones de derechos humanos, todos unidos por un mensaje contundente: “El amor no se proscribe”. Fue una manifestación espontánea y enérgica en respaldo a Cristina Fernández de Kirchner, aún sin la presencia pública del Partido Justicialista local.
Hubo una fuerte presencia de la CGT salteña, que se desmarcó del nacional, con delegaciones de SMATA, Luz y Fuerza y otros sindicatos. Muchos de sus miembros reiteraron que buscan frenar lo que consideran una persecución política evidente.
También participaron jubilados que, con pañuelos y cantos, exigieron la defensa de los derechos que, aseguran, Cristina les garantizó. Desde los derechos humanos, hablaron de un fallo judicial “injusto” y advirtieron sobre la erosión de la independencia judicial.
Al mediodía, concluyeron con un acto en la plaza central, en paralelo a concentraciones en otras provincias como Tucumán, Mendoza, Chaco, Formosa y La Rioja. A nivel nacional, la movilización fue simbólica, reproduciendo la vigilia frente a la Casa Rosada, donde miles escucharon un mensaje grabado de Cristina.
La ausencia del PJ salteño abrió un debate: mientras las bases se activan por su cuenta, los aparatos políticos locales evitan tomar partido. Esta situación pone de relieve un desgaste institucional en el justicialismo salteño, desplazado por una fuerza social ascendente.
La movilización refuerza una tendencia: sectores sociales organizados –gremios, jubilados y organismos de derechos humanos– adquieren protagonismo político directo, sobrepasando a la dirigencia partidaria tradicional. Y lo hacen en momentos clave, cuando la pulseada institucional se tensó con la condena a CFK.
