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CULTURA

Jesuitas en el norte argentino, primera parte

En esta presentación compartimos con nuestros lectores con nuestros lectores, parte del capítulo uno

misiones jesuiticas en Argentina

 Capítulo I

Se trata de una orden religiosa apostólica y sacerdotal, ligada naturalmente al Papa

Condensar en tan pocas páginas la historia de la Congregación Religiosa de San Ignacio de Loyola es una tarea imposible de realizar, de manera que sólo nos limitaremos a recordar sus bases fundacionales, el paso por nuestro territorio y su actuación en él.

Se trata de una orden religiosa apostólica y sacerdotal, ligada naturalmente al Papa, y su finalidad según el documento de su fundación en 1540, es «la salvación y perfección de los prójimos”. 

El nombre jesuita no fue a sus inicios el nombre oficial de la Orden, y fue un mote que comenzara a usarse en Alemania, tiempo antes de fundare al Compañía: Cuando se decía Jesuita, a este mote se le consideraba despectivo o ironizaste, como si de dijera en la actualidad a un malvado, santurrón. La primera vez que fue un apelativo a la Orden, fue en el año 1544 en las regiones del norte, cuando san Pedro Canisio escribiendo al beato Pedro Fabro el 30 de diciembre del mismo año le dice: “De nosotros diré que se nos llama jesuitas”. Al año siguiente el mismo santo doctor da a entender que este nombre era una pulla o un puñetazo. Exactamente ocurría en Flandes, donde el padre Adrián en el año 1552, se daba el apodo de jesuita como sinónimo de sacerdote hipócrita. Pero también este apodo tuvo su ambivalencia, ya que fue tomado también en el buen sentido, como así lo tomaba el piadoso Ludolfo cartujano, en el libro “La vida de Cristo, cuyas páginas fueron la inspiración de san Ignacio y que contribuyera a su conversión, diciendo: “Así como por la gracia del bautismo, de Cristo, se llaman cristianos, así en la gloria celeste de Jesùs, seremos llamados jesuitas, es decir por el Salvador, salvados”.

Entre los católicos el nombre comenzó a generalizarse, especialmente después del concilio de Trento que lo autorizó y sancionó y consta en las actas de 1562 y 1563.

San Ignacio de Loyola, su fundador, propició la idea que sus miembros estuviesen siempre preparados para asistir inmediatamente a los lugares donde sean necesitados. Profesan los tres votos comunes a la vida religiosa a saber, OBEDIENCIA, POBREZA, Y CASTIDAD, y naturalmente la antedicha obediencia al Papa. 

El nombre jesuita con que se designa a los miembros de esta congregación, no fue siempre el nombre oficial, pues se trató de un mote usado en Alemania antes de la constitución de la orden. El término en aquellos días era sinónimo de lo que hoy sería necio, o de lo que despectivamente se dice de un malvado, nombrándolo santurrón.

La primera vez que se aplica esta palabra a los individuos de la Compañía de Jesús, es en el año 1544, en las regiones del norte. En aquel tiempo San Pedro Canisio escribía al beato Pedro Fabro el 30 de diciembre de aquel año: «de nosotros diré que se nos llama jesuitas”, con un sentido irónico y agresivo. En Flandes el término jesuita se refería al sacerdote hipócrita. Pero como contrapartida, este término también había sido tomado en el buen sentido, al punto que el piadoso Ludolfo Cartujano en el libro de la «Vida de Cristo”, que fue determinante hasta para la conversión del mismo fundador, dice: «Así como por la gracia del bautismo de Cristo se llaman cristianos, así en la gloria celeste de Jesús, seremos llamados jesuitas, es decir, por el Salvador salvados”. 

Entre los católicos, comenzó a generalizarse esta denominación, llamando así a los hijos de la Compañía después que el Concilio de Trento lo autorizara. Así consta en las Actas de los años 1562 y 1563, nombrando al *Padre Laínez, General de los Jesuitas. A los miembros de esta orden se les llamó también «teatinos”, confundiéndolos con los de la Orden fundada por San Cayetano, en colaboración con Juan Pedro Carafa, obispo de Teatino. En Italia pronto esta denominación quedó solamente para esta última congregación, es decir para los hijos de San Cayetano. La fórmula del llamado Instituto (jesuita), y conformada por el Papa Julio III en 1550 dice: «militar para Dios, bajo la bandera de la Cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra”. 

Entonces quedaba confirmado que el nombre oficial de la corporación, es Compañía de Jesús, aunque al principio tuvo contradicción, pues para algunos el nombre parecía arrogante. Para otros les parecía una usurpación, como si la Compañía quisiera monopolizar una apelación que correspondía a todos los cristianos.

En sus primeros momentos también se le llamó “Compañía del nombre de Jesús, pero san Ignacio no gustaba de ese nombre, simplemente “Compañía de Jesús”, y así fue llamada también por Pío IV en 1561 y por el Concilio Tridentino.

 EL CASTILLO DE LOYOLA

 Ignacio de Loyola, fue el último de los trece hijos o al menos de los ocho varones nacidos de Beltrán Yáñez de Oñaz y de doña Marina Sáez de Licona y Balda. El castillo de don Beltrán, un suntuoso edificio, fue llamado luego “La Santa Casa” por haber nacido San Ignacio en ella. Don Beltrán, señor de este magnífico edificio, dio a este la forma de fortaleza con torreones, almenas y aspilleras*. En 1456 por disposición de Enrique IV de Castilla, se demolieron todos los castillos señoriales de la provincia, a fin de acabar con la guerra a muerte desatada entre los bandos de la región. El castillo de Loyola solamente conservó la parte baja, siendo posteriormente reedificados los pisos superiores por don Juan Pérez de Loyola, abuelo de San Ignacio. En la parte baja del castillo se establecieron los jesuitas que lo habitaron en 1682, siendo la Capilla de la Concepción el lugar donde ejercían los sagrados ministerios, mientras se edificaba la iglesia. En la parte superior se encuentra la Capilla de la Conversión, y se cree que donde está el altar, estuvo emplazada la cama donde yacía el santo, aquellos largos meses que necesitó su recuperación, luego de las heridas recibidas durante el sitio de Pamplona.

En el piso principal, se conservan tres capillas con una antesala destinada a las confesiones. La del ángulo norte es denominada «oratorio antiguo”, por creerse que era de la casa, erigida a fines del siglo XV o principios de XVI. Allí dijo su primera misa San Francisco de Borja en 1551. La del otro extremo está dedicada a este santo y la del medio, llamada «capilla de las reliquias”, recuerda las tristezas de las catacumbas. Está recubierta por paredes de mármol de carrara.

Aún en vida de San Ignacio, el castillo de Loyola, fue objeto de culto por parte de San Francisco de Borja, y otros padres de la Compañía de Jesús. Este culto se acrecentó al enlazarse esta casa con la del duque de Gandía, de modo que, en 1567, don Pedro Centellas, Conde de Oliva, nieto de San Francisco de Borja, obtuvo el permiso eclesiástico de que cualquier sacerdote, pudiese decir misa en esta Santa Casa. A partir de aquel momento esta comenzó a ser nombrada así.

 Al ser declarado Ignacio beato por el Papa Paulo V, el castillo se convirtió en santuario. La propiedad que estaba vinculada al Mayorazgo de Loyola, pasó a don Martín, fundador del marquesado de Oropesa en el Perú.

Posteriormente la reina María Ana, madre de Carlos II, solicitó a los propietarios de ese momento, se la cedieran para entregársela a los padres de la Compañía. Para ello se procedió a la desmembración del Mayorazgo, tomando los padres posesión del castillo el 19 de febrero de 1682. La primera medida que tomaron fue la construcción del colegio, y la primera piedra de la iglesia se colocó el 25 de marzo de 1689.

La formación de un jesuita, comienza con un noviciado de dos años, para luego intensificar los estudios de humanidades, filosofía y teología. Asimismo, realizan, lo que denominan prácticas apostólicas, que no son otra cosa, que prácticas de docencia. Estas prácticas se realizan en colegios, en los trabajos parroquiales o simplemente en los medios de comunicación. Sus estudios de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, ha hecho de sus miembros durante casi cinco siglos, los líderes indiscutidos de la intelectualidad católica en el mundo. 

GENEALOGÍA DE IÑIGO O IGNACIO DE LOYOLA-Fundador de la Compañía de Jesús

Su nombre completo fue Iñigo o Ignacio Oñez de Loyola y Licona y Balda. Nació el 24 de octubre de 1491 en Azpeitia(Guipúzcoa), España y fallecido el 31 de Lulio de 1556, en Roma, Lazio, Italia a la edad de 64 años.

Fue hijo de Beltrán Yáñez de Oñez y de Loyola y de Marina Sanz de Licona y Balda. Fueron sus hermanos entre otros JUAN Pérez de Loyola, Martín García de Oñez y de Loyola, Señor de de las Casas de Oñez y de Loyola en Aspeitía, Gipúzcoa, Beltrán de Loyola y Magdalena de Loyola.

Casa de Loyola

Pertenece San Ignacio a uno de los más ilustres y antiguos linajes de Guipúzcoa, al punto de considerarse parientes mayores en épocas anteriores a las veinticuatro casas que el rey Carlos I había calificado. Era una familia antiquísima y también Parientes Mayores del bando de Oñaz, que habitó en Loyola. Era casa solar de primera estimación y antigüedad en la provincia que estamos tratando.

Sus datos en el tiempo que esbozaremos sintéticamente fueron:

Casa Torre de los Oñaz y Loyola

1-Lope de Oñaz, vivió en tiempos del rey Alfonso VIII de Castilla cerca del año 1180 y es el más antiguo señor de esta casa.

 2-García López de Oñaz, hijo de Lope de Oñaz. Vivió cerca del año 1221.

3-Lope García de Oñaz, I señor de la casa de Loyola por el matrimonio con Inés de Loyola, primera señora conocida del solar de Loyola cerca del año 1261

4-Inés de Loyola, II señora de la casa de Loyola y señora de Oñaz, contrajo matrimonio con Juan Martínez de Oñaz, Fueron sus hijos, Juan Pérez de Loyola, que sigue esta línea, Gil López de Oñaz, que casó con la señora de Larrea en Amasa, y otros cinco hermanos.

 5-Juan Pérez de Loyola, III señor de la casa de Loyola y señor de Oñaz. Contrajo matrimonio con María Pérez de Loyola, tuvo por hijos a Beltrán Yáñez, sucesor de esta línea y a Juan Martínez de Loyola.

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Escudo primitivo casa de Loyola.

6-Beltrán Yáñez de Loyola, IV señor de la casa de Loyola y señor de Oñaz.   

7-Juan Pérez de Loyola, V señor de la casa de Loyola y señor de Oñaz. Siendo aún muy joven de edad partió a la guerra y falleciendo en combate sin dejar descendencia, sucediéndole su hermana Sancha Yáñez de Loyola.

8-Sancha Yáñez de Loyola, VI señora de la casa de Loyola. Contrajo matrimonio en 1413 con Lope García de Lazcano. Fueron padres de: Juan Pérez de Loyola, que sigue esta línea.

9-Juan Pérez de Loyola, VII señor de la casa de Loyola. Contrajo matrimonio en 1438 con Sancha Pérez de Irarraga (o Iraeta). Fue su hijo: Beltrán Yáñez de Loyola, sucesor de esta línea 

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Escudo de Armas de la casa de Loyola y Oñaz.

 10-Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, VIII señor de la casa de Loyola, contrajo matrimonio con Marina Sáez de Licona y Balda, hija de Martín García de Licona, consejero del rey Enrique IV de Castilla y María Sáez de Lastur y Balda, IX señora de la casa de Balda de la villa de Azcoitia.

Fueron sus hijos, Juan Pérez, Martín García, Hernando que pasó a la conquista de Indias, Pedro López, clérigo y rector de la iglesia parroquial de San Sebastián de Soreasu en Aspeitía, además de Íñigo luego conocido como San Ignacio de Loyola y fundador de la Orden de la Compañía jesuítica.

Juan Pérez que peleó en las guerras de Nápoles y murió en ella. Beltrán también corrió la misma suerte en el mismo Nápoles, Martín García, heredero del Señorío; Magdalena casada con Juan López de Gallaiztegui y Ozaeta; Marina casada con Esteban de Aquerza, tronco de los Irarragas e Idiáquez de Azcoitia; Catalina casada con Juan Martínez de Lasao; Petronila casada con Pedro Ochoa de Arriola, vecino de Elgoibar padres de Marina Sainz de Arriola que asistió a su santo tío en el hospital de la Magdalena en Azpeitia y María. Con esta descendencia falleció Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola el 23 de octubre de 1507.

San Ignacio de Loyola (1620-1622) por Pedro Pablo Rubens

11-Martín García de Oñaz y Loyola, IX señor de la casa de Loyola, contrajo matrimonio con Magdalena de Araoz, dama de la reina Isabel I de Castilla. Fue fundador del mayorazgo de Oñaz y Loyola en 1536.  , que participó en gran parte en la conquista del Perú.

Martín García Óñez de Loyola, Gobernador de Chile.

12-Beltrán Ibáñez de Oñaz y Loyola, X señor de la casa de Loyola. Contrajo matrimonio en 1538 con Juana de Recalde. No tuvo sucesión masculina, extinguiéndose así en él la varonía de Loyola. Fueron su hija: Lorenza de Oñaz y Loyola, sucesora 13-

13-Lorenza de Oñaz y Loyola, XI señora de la casa de Loyola.  

Continúan otros miembros de la sucesión Loyola

Escudo de Armas

“Las armas de la casa de Loyola de la villa de Azpeitia, ostenta una caldera suspendida con dos lobos rampantes a ambos lados, en campo de plata. Los lobos, en heráldica, simbolizan arrojo en la guerra. Se suelen aplicar al apellido López. Conviene recordar que San Ignacio firmó en su juventud “Iñigo López de Loyola”. El caldero podría dar a entender las riquezas y la buena situación económica de la familia Loyola. El solar de Loyola, aunque menos antiguo que el de Oñaz, gozaba de “mayores rentas y posesiones”, según el jesuita Antonio Arana, que, en el siglo XVII, exploró los archivos de la familia. El rey Juan I de Castilla concedió a Beltrán de Loyola, en 1377, “dos mil maravedíes de juro de heredad”, pues los señores de Loyola “se emplearon todos en el servicio de los reyes de Castilla”

El nombre Loyola viene de los lobos y la olla que aparecen en el escudo de la casa solar del mismo nombre “lupus in olla” (lobos en olla). Sobre la puerta ojival de la Casa-Torre de Loyola, se encuentra la piedra con el escudo la familia Loyola, en la que aparece esculpida una olla suspendida del llar y, a ambos lados de la misma dos lobos “rampantes”, en campo de plata.

Posteriormente, el escudo de la familia Loyola fue partido en dos cuarteles que representan los dos linajes principales, los Oñaz y Loyola que concurren en San Ignacio de Loyola. Hoy en día este escudo es la insignia universal de los exalumnos de los colegios Jesuitas. En este escudo, el primer cuartel es de los Oñaz, por ser el solar más antiguo. Tiene siete bandas diagonales de gules, de izquierda a derecha, sobre campo de oro. Las siete barras simbolizan a “siete hermanos que participaron en 1321 en la batalla Beotibar, en la que unos pocos guipuzcoanos al mando de Gil López de Oñaz Loyola derrotaron a las tropas de los navarros y franceses, capitaneados por Ponce de Morentaina. En recompensa el rey Alfonso XI de Castilla les concedió las siete bandas rojas sobre oro.    

CAPÍTULO I DE LOS JESUITAS EN EL N.O.ARGENTINO

Organización jesuistica – Cuevas de Maresa

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