SALTA (Redacción) – Aunque el tiempo no se detiene y la arena corre; a pesar de que el destino ya está dicho para algunos y para otros recién está por escribirse; cuando todo parece concluir; en ese mismo momento, emerge una pasión reveladora, como una constante vívida, insurgente, impulsiva y enérgica que nos anima a estar presentes. Quienes tuvieron la dicha de conocerla, le llaman arte, en términos generales.
Mercedes Urtubey y Gabriela Grobocopatel lo hicieron cuando menos lo esperaban y cuando más lo necesitaban. Dos caminos que andaban para encontrarse. El Norte y el Sur convergieron y dieron lugar a «Senderos Encontrados».
«También tengo un amor salteño así que siempre vengo a Salta. Parte de mi corazón está aquí. Mucha obra la produje acá. Mis horizontes planos, el horizonte infinito se empezó a ondular de tanto venir», revela riendo Gabriela.
Dos mujeres que se valieron de su potencial artístico para dar lugar a una muestra con un estilo y carácter definido, de gran sensibilidad, con filosofía propia y donde prima un espíritu compartido por ambas. Instalada y disponible en el Museo de Bellas Artes hasta el 4 de agosto, la misma nos propone reflexionar acerca el diálogo entre dos artistas, una salteña y la otra de Carlos Casares, provincia de Buenos Aires.
Tomas las riendas de un nuevo rumbo
Tan distantes y cercanas a la vez, se unieron para reflejar una etapa símil en sus vidas, donde el paisaje está cargado de madurez y libertad. Una senda regida por la hermandad, a la que convirtieron en un lienzo para arrojar toda la pintura y los momentos bajo su haber. Algo parecido a lo que pensaba Paul Cézanne, padre de la pintura moderna, quien aludía que no se trata de pintar la vida, se trata de hacer vivir la pintura.
«Hubo coincidencia desde la técnica, la materia, las paletas de colores, desde lo simbólico e incluso lo emotivo, ya que ambas tenemos la misma edad e hijo grandes haciendo volar sus alas. Se trata de ese momento de madurez plena de la mujer cuando la tarea de madre está cumplida y la tarea de pintora, que siempre se posterga por otros, se reivindica. Cuando los hijos vuelan, te permiten volar también», reflexiona Mercedes.
Un aliciente para los sentidos
Toparnos por primera vez con la exposición provoca la observación presurosa del paisaje, del recuerdo involuntario, allí se desatan pensamientos animados cargados de experiencias. Durante la preinauguración, las artistas guiaron al público a lo largo del recorrido relatando la esencia, el origen y la misión de sus obras, entregando en cada cuadro un fragmento de sí misma.
Se trata de un evento visual y artístico de gran valor cultural para la colección local y las artistas que lo hacen posible. Visitar la muestra nos invita a ser testigos de cómo las pinturas pueden trascender su lugar de origen y colmar con su esencia la sala. Una presencia sublime y profunda que atraviesa los cuadros. Cada uno de ellos representa la expresión más franca de sí misma, pensaría Frida Kahlo.
Mercedes Urtubey, el arte abstracto como una búsqueda incesante
La obra de la artista salteña, se caracteriza por la impronta de su espíritu y la fuerza que queda expresadas en cada pieza que crea. La pasión y el placer que experimenta frente al lienzo evidencian su inclinación por el arte abstracto, al cual aprendió a valorar desde su época de estudiante. A través de esta corriente da rienda suelta a las emociones y sentimientos que bullen en su interior. Por ello, plantea un espacio donde no hay perspectiva, no hay dibujo ni un razonamiento previo.
La técnica empleada es pintura, con la incorporación de ceniza en la tela, por lo que se puede hablar de una técnica mixta. “No sé cómo definirlo porque el collage es cuando se pegan papeles. El artista es un alquimista”, subraya la artista al respecto. Una alquimia de colores y materiales que dar lugar a nuevas expresiones y estéticas, con identidad propia, donde prima un proceso intuitivo.
Gabriela Grobocopatel, una poeta de la abstracción
La obra de Gabi, en esta etapa de su carrera artística, nace de una simbología muy precisa relacionada a los íconos contemplados en su adolescencia. Si el arte es definido como la realidad llevada a la ficción, todo atañe a esta obra. Tierra, árboles, raíces, cielos de horizontes pampeanos amalgamados por la fuerza de sus trazos y la intensidad de sus colores. La materia viva adherida a la interpretación onírica de su percepción.
Las formas del campo integradas a una composición que transita de lo real a la abstracción. Ese espacio pictórico que en un solo tiempo nos introduce y extrae del espacio natural. Planos, formas y colores en una perspectiva dinámica nos transmiten hasta lo que no se ve: los silencios y las melodías del terruño. A partir de esa pampa extensa y de su mirada artística, Gabriela crea una poesía plástica que no nos deja indiferentes, es artífice de una poesía muda.
El llamado de la tierra
Aquí los caminos se reencuentran inevitablemente y dan lugar al arte, desde una mirada individual y compartida. En un momento en el que todo y todos parecen disiparse, ambas ponen en valor la compañía, el trabajo en equipo y el amor que desatan sus pasiones. «Lo que fundamentalmente nos unió es el amor a la tierra. Por más que no soy de Salta yo tengo un profundo amor por mis raíces, por el lugar que me vio nacer”, explica Gabriela.
“Fundamentalmente, se trata de homenajear esa conexión con la tierra, el lugar de dónde somos y el orgullo que nos da pertenecer a él. Se trata una gran conexión que no vimos en un primer momento, pero que la directora del museo sí y que ahora, cada vez más, nos damos cuenta de ese vínculo tan profundo que subyace entre nosotras”, profundiza.
En el paseo por las salas del Museo de Bellas Artes, se palpitan y se perciben las emociones que interpelan a la obra. El valor agregado yace en la curación de la muestra, la cual resulta precisa y admirable. «Cuando uno trabaja desde el alma no solo lo hace con la pintura sino también con los olores, por ejemplo. Si pensás en las dos primeras materias que disparan olores, eso te hace dar cuenta que hay un estímulo cerebral que también se conmueve. Uno puede conmoverse no sólo en el campo sino también, con algo simbólico de aquel lugar. Desde el alfa que rodea a la pintura de Gabi hasta las cenizas desparramadas por el piso de la sala en la que está mi obra», analiza Mercedes.
Meraki, del griego antiguo: poner el alma, creatividad y corazón
Esa magia latente en la muestra supo también encontrarlas y ponerlas en sincronía. «Con Gabriela nos conocimos primero el alma antes que conocernos en persona. Realmente, las obras hablan del Alma del artista y esa necesidad de trabajar con las texturas de la tierra, es una manera de trascender a través de la obra. Trascendencia espiritual, de tu tiempo, tu lugar y tu historia», asegura Mer.
En palabras de Gabriela, el arte les llena el Alma y con eso es suficiente. «El arte nos da vida. Soy agradecida por el privilegio y la posibilidad de pintar y poder expresar lo que siento a través del arte”, remarca, abrazando sus obras como si fuesen sus hijas. Al igual que en la vida, cada una de ellas representan momentos íntimos y vitales, a los cuales siempre ha resultado difícil dejar ir.
«Es una sensación parecida a cuando uno deja volar a un hijo y ya te pones a pensar en lo que vendrá. Un gran maestro me enseñó a pensar más que a pintar. Pensar desde mis tierras. Cuando miro la historia de mis obras veo reflejada las etapas de mi vida. Eso es una tarea cumplida. Cuanto más íntegra sea la obra y refleje lo que nos pasa, será lo mejor que pudimos haber hecho», agrega.
Pintar para vivir, vivir para pintar
De la misma manera, Mercedes hizo de la pintura una filosofía de vida. «Recuerdo que la primera vez que alguien quiso comprarme un cuadro sentí que me desmayaba. Solo porque fue el primero, luego es parecido al caso de los hijos, ellos son de la vida. No te pertenecen, solo fuiste un instrumento. De la misma manera los cuadros son para el espectador», afirma.
El arte se edifica entonces cada día como una entrega, un proceso en el que prima el dar como condición para existir. Se trata de senderos que continúan definiéndose y que según ambas continuarán pintándose y produciendo, saliendo al encuentro de más personas que tengan como misión trascender de manera excluyente. “Es algo que recién comienza. El sendero fue hallado, ahora vamos a caminarlo juntas», advierte Mercedes.
Una muestra, dos mujeres. Colores y formas que intentan contarnos algo. Se trata de estar atentos no vaya a ser que sin querer nos perdamos en ellas. «El arte es el espejo del Alma del artista», concluye contundente Mercedes, invitándonos a transitar sus obras y contemplarlas frente a frente, sin pretensiones más que abrirse al juego de la búsqueda y el encuentro.