SALTA (Redacción) – Basado en el famoso cuento que el francés Charles Perrault escribió a finales del siglo XVII, “El Encanto de la Cenicienta” cuenta con una excepcional riqueza y colorido musical así como con una fusión de técnica y teatralidad. La joven compañía del Ballet de la Provincia de Salta se animó a salir a escena con esta obra que permitió el lucimiento de los bailarines y supo cómo llegar al corazón del público con la magia de este argumento de trascendencia universal.
Mientras algunos palpan con curiosidad las butacas aterciopeladas por primera vez, otros se quedan atónitos ante la inmensidad estructural del teatro y cuando el apagón anuncia el principio de la obra, los gritos inundan la sala. Ojos atentos, latentes y bien despiertos, rumores que van y vienen, son parte de los minutos previos antes de abrir el telón. Algo está por suceder y los cientos de niños/as en la sala se encargan de ponerle suspenso a la cita.
Un clásico al pie de la letra
“El Encanto de la Cenicienta» retoma la temática original y popular a través de una historia clara y evidente, que no se aleja de su versión original. La misma se apoya además, en un hilo narrativo bien estructurado que conserva y cuida la curva dramática a lo largo de la obra. En este punto, la interacción existente entre los personajes permitió el desarrollo del montaje, garantizando la recreación de cada clima y claridad al momento de trasmitir el mensaje.
Desde la butaca, el pasaje es fluido y entretenido, logrando que el espectador conecte inmediatamente con el argumento. Ayuda en este sentido la composición musical y el buen sonido con el que cuenta la sala, ya que con una complejidad, fortaleza y riqueza sonora inigualable, se intensifican los movimientos, las actuaciones y el despliegue en general, así como las emociones del otro lado del escenario. El espectador es testigo de manera intempestiva como la “piel de gallina» se apodera del cuerpo y eso, en buena parte, se lo debe a la elección musical y la interpretación.
Romper las estructuras para correr el riesgo
La interpretación no es un dato menor. El estreno logra alcanzar su meta, refiriéndonos al Ballet en conjunto. Cabe recordar que, uno de los grandes desafíos de esta presentación, era el deber de los bailarines de ampliar su rango artístico y su lenguaje no verbal, combinando la danza con el teatro en escena. Una consigna que desde hace ya algunos espectáculos vienen trabajando.
La capacitación y el entrenamiento es notable ya que se visibilizan personajes convincentes, bien caracterizados y hasta histriónicos, que enamoran a primera vista.
Se llevan todos los aplausos y total admiración las clásicas hermanastras de Cenicienta, protagonizadas por dos bailarines hombres, quienes con su vestuario y maquillaje supremos se ponen a la altura. Las mismas aparecen desde la primer escena, a lo largo de la historia y hasta el final. En cada cuadro aportan carisma, originalidad, autenticidad frescura y precisión a la obra.
Más allá del carácter y el rol de cada quien en la historia – en este caso dos hermanastras celosas y competitivas – éstas logran involucrarse en un papel que demanda hacer el ridículo sin caer en la teatralidad exagerada. Alcanzan el objetivo plenamente. Técnica, profesionalismo y frescura son sus fortalezas, dando lugar a una total empatía con el público.
Lo mismo sucede con Cenicienta, que sí bien ya es un personaje muy amado por el público e instalado en el imaginario social universal, la bailarina principal se permite interpretar tal personaje con total responsabilidad, aportando estilo propio. Sutileza precisión técnica, cadencia, virtuosismo y una expresión corporal correcta son parte de su performance.
Sin embargo, a medida veo el desarrollo de otros integrantes del cuerpo, por momentos me encuentro hilando finito y entiendo que no se debe caer en lugares teatrales sobreactuados o fingidos, a mi parecer innecesarios. Es decir, hacer teatro no es hacer mímica constantemente. Quizás, los ademanes con el cuerpo en ciertas acciones resultan empalagosos.
Una composición escénica y coreográfica sin fracturas
La escenografía va mutando de manera instantánea para hacer juego complementariamente con una iluminación, vestuario y decorado que dan en el clavo. Desde la producción y dirección la sinergia está bien lograda, pensada y trabajada. Aquí ningún detalle queda afuera. Es decir cada elemento y propuesta resulta un aporte al relato matriz y recrea con colores y diseños únicos, el clima que se desea generar en cada parte del argumento.
Asimismo la disposición del espacio es integral lo cual permite que el espectador se posicione en un lugar de receptor activo y en constante lectura de lo que sucede. El manejo del espacio, las entradas y salidas, son prolijas y constantes, lo que a su vez permite hacer de la propuesta una obra en si misma. Una obra que no se agota en una muestra de destreza física ni pierde de vista los sentimientos como hilos conductores del cuento.
A nivel coreográfico, la performance es exquisita. Cada intención es una decisión que se traduce a la perfección. La variedad en el diseño y las dinámicas del movimiento son notorias. Por ejemplo, la utilización de solos, dúos, tríos y grupales intercalados. En cada fragmento el cuerpo acompaña a la música y se adapta a las diferentes circunstancias que configuran la historia.
Si bien el espectador se sumerge en una historia idílica y el virtuosismo o la destreza corporal no es el punto de su viaje, la coordinación y la interpretación de los bailarines hombres considero no alcanza su mayor esplendor. Los mismos, sólo en contados momentos muy expuestos, reflejan imprecisión técnica, de tempo y administración de la energía, con mayor énfasis cuando llega el momento de los trucos o piruetas, no así las mujeres en términos generales.
Misión cumplida
Las expectativas se cumplen gratamente con un inicio, un nudo y un fin esperado y atrapante, podríamos decir, contundente hasta dar en el clímax. Aunque resulta difícil abstraerse del cuento original y aquella película icónica con la que tanto nos hemos familiarizado, lo que da lugar a comparaciones gratuitas, la relación coreógrafos – bailarines – público, consta de gran química y no deja cabo sueltos.
Considerando presentaciones previas, este espectáculo resulta superador ya que elige correr el riesgo y romper con un montaje formalista y conformista. Esto sucede en sus múltiples dimensiones: complejidad coreográfica, diversidad escenográfica y calidad sonora.
Vamos a los hechos. El comportamiento del público habla por sí mismo. El público se resume en espectadores receptivos. Al tratarse de funciones didácticas el Ballet logra abarcar nuevos espectadores y brinda la posibilidad a niños y niñas de integrar el arte y la cultura a su programa de enseñanza, promoviendo el hábito de asistir a los teatros.
Queda claro a través de reacciones tales como: gritos desmedidos, euforia a doquier, aplausos que se multiplican y exclamaciones como ¡Whao!, que el teatro es un espacio necesario en la formación y educación de la nueva generación. Se trata de disciplinas capaces de trascender el umbral de percepción de cada alumno y enriquecer sus ideas y conocimientos.
La distracción y/o dispersión propia de la edad por momentos existe así como algunos comportamientos que ameritan el llamado de atención de las maestras, lo que también demuestra la falta de costumbre. He aquí la labor rescatable del cuerpo estable en este sentido y su misión de buscar incentivar en ellos el gusto por la música clásica y la danza.
La realidad supera a la ficción
A la salida del teatro, en la antesala, la hipótesis se comprueba una vez más. Los personajes dan un giro y rompen con la cuarta pared. El asombro y la alegría de los niños abarrotados allí es rotundo. Con gritos y risas desaforadas, me dan a pensar que de verdad Cenicienta atravesó la pantalla. El cuento de hadas se hizo realidad y la magia no estaba en otro lugar más que en esos pequeños/as embajadores que conservan la ilusión viva, la fe y la ingenuidad que hace posible que los soñadores existan.
El Encanto de La Cenicienta es una obra para ser vivida. Que no te la cuenten. El Ballet de la Provincia, reivindica su prestigio y nos invita con ella a desempolvar a ese niño o niña interior que llevamos dentro y simplemente, dejarnos llevar para volver a creer.
Obra: El Encanto de la Cenicienta Funciones: jueves 1 de agosto a las 21 horas Localización: Salta capital Dirección: María Inés Riveros Hidalgo Coreografía: M. Inés Riveros Hidalgo y Axel Slodki Elenco: Ballet de la Provincia Teatro: Teatro Provincial Música: Serguéi Prokófiev