Pese a tener 93 años, la reina Isabel II mantiene una figura envidiable. Darren McGrady fue su chef durante 11 años y reveló su secreto. La monarca no come almidón en la cena, es decir, nada de papas, arroz o pasta. Ella es “muy disciplinada cuando cena sola, cuando se trata de banquetes de gala ya es otra cosa, y prefiere un filete de venado, de faisán en salsa de champiñones, crema y whisky, o un salmón cazados o pescados en sus fincas de Sandringham y Balmoral, perfecto para ir a la cama con el estómago en las mejores condiciones para conciliar el sueño y, además, no subir de peso”.
Salvo estas restricciones, la reina no pone demasiadas condiciones a su dieta. Le gusta desayunar cereales (al parecer la tostadas con palta que Meghan Markle llevó al palacio no le gustaron), sobre todo “Special K”, y un almuerzo sencillo a base de pescado con verduras, o algo de pollo a la parrilla con ensalada.
Además, todos los días toma el té con sándwiches de pepino, salmón ahumado, huevo y mayonesa o jamón con mostaza, y galletitas de McVitie: sus favoritos son los de miel y crema, jengibre, fruta y chocolate. Además, como si fuese una costumbre argentina, todos los domingos les gusta comer un asado.
Según explica al diario británico Express, Charles Oliver, exempleado de la reina y autor del libro Cena en el Palacio de Buckingham, Isabel II no fue estricta con él y no solía quejarse de los platos que preparaba. Es cierto que, según el chef, para ella comer no es un placer sino un modo de supervivencia, a diferencia del príncipe Felipe que disfruta mucho comiendo.
Como cuenta Oliver, cuando la reina y el duque se sientan a comer, ya sea en el desayuno, almuerzo, merienda o cena, los empleados les llevan además de la comida, un cuaderno para que escriban lo que les disgustó. Lo habitual es que no lo toquen, pero hubo un día en el que la reina si lo hizo. Isabel encontró un animal muerto donde no debía. La reina agarró un caracol que estaba en su ensalada, arrancó una hoja del cuaderno y la puso encima. Al lado escribió: “Encontré esto en la ensalada, ¿podrías comerlo?” Claro está que esa noche la ensalada no debía llevar caracoles.
