SALTA (Redacción) – Nuestras expresiones nos definen. La manera en la que nuestros cuerpos se manifiestan y se involucran con el juego social, revela parte de una identidad compartida. El concepto de urbe nos remite inmediatamente al movimiento vertiginoso y desenfrenado que distingue a las ciudades. En ella, múltiples escenarios se desarrollan simultáneamente. Tantas historias como personas. Tantas rutinas que van y vienen encajando perfectamente en este engranaje.
Si de repente hacemos una pausa, será tan sólo cuestión de minutos para identificar las diferentes facciones que distinguen a esta escuela, la calle. Un micro cosmos espontáneo, con carácter propio y reglas claras, que alberga a diversos protagonistas enriqueciendo su marcha. Como si se tratase de una radiografía, el arte callejero, y específicamente las danzas urbanas – independientemente de su país de origen – reflejan los atributos de una cultura consolidada en el marco de una sociedad multitudinaria.
En este sentido, la palabra de Agustín Rivas (28 años) nos permite hacer un acercamiento. Bailarín, coreógrafo y maestro de danzas urbanas, vive de lo que ama hace más de 12 años. Asimismo, ha realizado cursos a nivel nacional e internacional representando a la provincia y el país. También fue jurado en algunos certámenes y eventos. «Me dedico a difundir la cultura y la danza desde mi punto de vista», subraya.
Agustín, un patrón de movimiento y un ejemplo a seguir
A simple vista es un tipo de carácter determinado y amable. Tan calmo que resulta inevitable verlo e inmediatamente poner los pies en la tierra y rescatarnos. Ser conscientes de tanta inmensidad. Si alguien tuvo la oportunidad de pararse frente al mar, la sensación se asemeja. Esa calma se desata como un fiera sin tapujos cuando Agustín baila. Tanta precisión es un lujo para cualquier escenario y al espectador no le queda más que moverse a la par. Bailar es su mejor discurso. Bailar es su propósito.
«Digamos que es algo muy personal. Desde que era chico siempre bailaba. Me gustaba la música, tenía una conexión con la música en general. Yo no le prestaba atención a esa particularidad. Empecé a tener un poco más de conciencia a cerca de eso quizás a las 12 años, tuve más curiosidad por lo que hacía. Me gustaba ver vídeos, copiar lo que veía me influenciaba mucho. Además, escuchaba mucha música que quizás chicos de mi edad no escuchaban ni estaban acostumbrados. A la edad de 15 años me animé a querer conocer más profundamente qué es lo que hacía, por qué me gustaba esta música, de dónde venía la música, cómo se llamaba esta danza, por qué su nombre. Desde ahí no pare», recuerda.
Agustín es una cara conocida, respetada y muy solicitada dentro de lo que refiere a la danza urbana. «Hasta hace poco cambié una perspectiva y empecé a reconocerme como artista. Ser totalmente real. Trato de ser siempre el mismo en todos lados. Siempre tengo el respeto y la aceptación por eso. No soy un personaje. No lo tengo. Es algo que se ganó el respeto entre la comunidad», asegura.
Camaradería, amistad y compañerismo sin filtros
Esa misma convicción caracteriza a este lenguaje artístico, con virtudes y códigos definidos, que actualmente reúne a miles de jóvenes alrededor del mundo con ganas de salir allá afuera y mostrarse tal y como son. Cuando nos adentramos, es común encontrarnos con rondas de jóvenes alentándose unos a otros, sin protocolos, a viva voz, haciendo de cada duelo un encuentro con el otro.
«Es una cultura que refleja algo que va más allá de toda la historia y que trasciende al baile; refleja los códigos que tienen que ver con la aceptación, el valor al trabajo y la expresión de los artistas que están en esto. La virtud más importante es que se considera y se crea mucho respeto entre la gente que intenta crecer en esto y quienes ya están inmersos», explica.
La danza tiene una implicancia y una relevancia cultural que trasciende al mero aspecto artístico. Todos los que hacen posible que la danza callejera, en sus diferentes corrientes, sea una realidad en Salta, comprenden y reconocen que esta disciplina les ha permitido consolidar una forma de ser y estar día a día.
«Cuando uno quiere empezar a ser parte de esta cultura no hay una prohibición. No hay un parámetro que tengas que cumplir para ser parte. Simplemente está el hecho de querer serlo, de querer aprender. De entrada es un sí. Al ser tan grande esto del urbano poder ser desde Beat box, grafitero hasta rapero, no hay un parámetro. Cuando ingresa una persona las puertas están totalmente abiertas», analiza Agus, dejando entrever la filosofía que subyace a este entorno.
Yo ofrezco el hecho de decir bienvenido, mostrate tal cual sós, porque no hay que fingir nada. Para mí tiene que ver con la socialización entre nosotros, lo que mostramos y que se ve por fuera. Aunque ven el baile a primera vista, también pueden identificar esa unión. La manera en la que trabajamos y lo que hacemos a través del baile, con eventos, con gente de otras provincias, es eso, es unión», remarca.
El arte callejero en Salta: una gestión con materias pendientes
En este sentido, recientemente, se realizó en la ciudad el 46° aniversario de la cultura Hip Hop, llamando a la gente a participar de una agenda nutrida con actividades de todo tipo, afines al género. Dentro del amplio programa dispuesto para la fecha se incluyeron talleres de DJ, de producción musical, batallas de breaking y freestyle, graffitis, entre otros. Además se pudo compartir el show de Jazzy Mel, artista consagrado del hip hop en la Argentina.
«La verdad es que estoy sorprendido, feliz y orgulloso de los chicos y de que hayan podido armar este evento. Traer a Jazzy Mel, que es uno de los pioneros en lo que es la música hip hop en el país, es muchísimo. Sinceramente me parece que son cosas que suman de muchas maneras y sobre todo, el por qué hacemos todo esto. Tuvo una muy buena repercusión. Esto demuestra que en términos generales y desde el punto de vista de una sociedad, no sólo bailamos y hacemos cosas sorprendentes, sino que además se trata de un grupo de chicos armando un mega evento y permitiendo gente de otros lados pueden conocer mucho más sobre el género. Fue productivo», reflexiona.
Vale entonces, hacer un parate y esclarecer el panorama vigente en la ciudad respecto a la cultura urbana. Este aniversario entonces, da cuenta de un respaldo y los ánimos de visibilizar a los jóvenes en acción. «La verdad es que estoy hace más de 12 años en esto. Al principio se me otorgó una beca a los 18 años para capacitarme con profesores de Francia. Por cuestiones de recursos, no pude asistir. Antes era más difícil. El gobierno no lo veía, no tenía ese respaldo. No logré tenerlo”, expresa Agus con total sinceridad. Pero no por ello solo ve al vaso medio vacío.
“Me pone contento que fechas como el aniversario y otros eventos, hayan podido contar con un respaldo político en parte. Fue mucho más conveniente para que tenga éxito. Muchas veces, estuve del lado de organización de eventos y siempre fue a pulmón, entonces está bueno que haya un respaldo porque lo hace más llevadero. En este sentido, sugeriría que le den un poco más de prioridad a cosas como el arte callejero, que en este caso es la danza urbana, aunque es un universo inmenso», recomienda.
experiencia como artista en contacto con la comunidad, le ha permitido modificar y crear realidades a través del arte. La danza es un puente, que se multiplica una y otra vez, y que por ello, amerita la escucha y el apoyo. «Podemos cambiar la vida de muchos jóvenes. Tuve la oportunidad de estar trabajando en lo que eran las Escuelas Abiertas los fines de semana y pude ver y estar con los jóvenes que hasta la actualidad siguen bailando y que pudieron cambiar su vida, dejando atrás lo que hacían», agrega.
La danza como reforma social y evolutiva
La danza es una herramienta de transformación y educación social. Las artes son parte de un paradigma que emerge y que cada vez se edifica con mayor solidez, entendiéndola como un recurso para facilitar el aprendizaje, la integración y la inclusión. «Es algo mágico. En mis clases en particular, trato de enseñar el baile, los conceptos pero también, trato de hacer entender que se trata de una herramienta para expresarnos libres”, asevera.
“La danza como la música son expresiones puras totalmente y que deben ser muy bien representadas. Mi consejo para aquellos que buscan introducirse en este mundo, es que lo sigan intentando, no hay un parámetro, no hay un momento en el que uno sienta que ya lo supo todo, todos somos aprendices toda la vida. Si cuesta es porque vale la pena, si alguna vez se sienten desmotivados, los invito a recordar por qué empezaron a hacerlo. La verdad es que cuesta pero la felicidad que se tiene y que se logra a partir de esto, es inmensa. No tienen que bajar los brazos. Esto es algo muy hermoso», profundiza.
Sean apasionados y no tengan miedo de asumirse como tales. Los apasionados vinieron a mejorar el mundo, como si se tratase de un talento natural. «Como me dijo una vez mi madre uno siempre está destinado a ser lo que tiene que ser. Y muchas veces eso llama, te llama. Y si sentís eso, que te llama el arte, no lo frenes. Porque uno no está para cumplir un parámetro social sino para ser feliz», enfatiza.
La salida es hacia adentro
Su felicidad es resultado de aquella visión de sí mismo; de las decisiones que tomó para ser su mejor versión; de la inspiración inagotable que despierta sus sentidos; de su ávida creatividad como constante. Agustín arde a cada momento y las personas encendidas como él son merecedoras de una vida auténtica.
«La inspiración la encuentro en todo. En un montón de cosas. Con mis alumnos, con mis amigos cuando camino por la calle. Siempre estoy en la búsqueda para crear algo. Porque me gusta el hecho de expresarme todo el tiempo y transmitir eso. Considero que soy introspectivo porque soy cohibido, por eso quizás me gusta bailar mucho, porque siento que cuando bailo puedo expresarme mucho mejor que con las palabras”, afirma.
Me cuenta que sus emociones son las llave de su despliegue. “ Cada emoción que tenemos puede ser muy bien representada con un baile, una canción. Para eso están las emociones. Si sos bailarín, empezá a darle atención a esas emociones y déjalas que hagan lo que tienen que hacer. Vas a tener un buen resultado. Es así que canalizó y termino creando cosas que me gustan. No las veo en un primer momento pero las siento, y eso me hacen sentir muy bien», admite.
Cada movimiento, una palabra. La coreografía como decreto de su identidad. Menos bla bla y más electricidad. Agustín rima con sus pies besando el piso. Baila como si no hubiese un mañana. Su cuerpo es un relato vivo. Sin mediaciones, su danza es una revolución, sinónimo de libertad. Su historia está hecha de escenarios chispeantes.
Su sensibilidad es rotunda y su talento es un tesoro en crudo. Con estilo y decisión, Agustín es un fiel embajador de la danza urbana, con algo para decirnos. «Cuando era muy chico uno de mis maestros me enseñó que si quería lograr algo siempre tenía que tratar de lograrlo, porque aunque cueste eso significa que valió la pena. A partir de eso, la frase que trató de que comprendan quienes aquellos que me elijen es: Soñá, cree y logralo», concluye.