José María Martinelli*
Liliana Bellone en la línea de novela-testimonio de Rodolfo Walsh, -“Operación Masacre” -, y de Truman Capote, -“A sangre fría”-, recrea en “Dafne y el crimen de la montaña” (Buenos Aires, Nueva Generación, 2019) el asesinato de dos jóvenes francesas en Salta, en la Quebrada de San Lorenzo, julio del 2011, describiendo las vicisitudes vividas por dos periodistas argentinas, porteñas, que buscan esclarecer el caso.
La ductibilidad narrativa de Bellone le permite asociar la trama de la breve novela verídica con el robo de una estatua de bronce, “Dafne”, en la plaza 9 de julio, espacio central de dicha ciudad. Aunque el crimen judicialmente está resuelto, existen reservas de que los condenados sean los únicos culpables, o que no haya una responsabilidad política encubierta. Alejandra y Natalia son las jóvenes que viajan a Salta para tratar de saber más de lo acontecido en las montañas de San Lorenzo; son invitadas del finquero más rico de la zona; también atendidas por puesteros del lugar que las llevan al sitio de los hechos.
La narradora enlaza distintos planos para mostrar características, costumbres, jerarquías sociales, hábitos de la región, considerados prácticas de vida lugareñas, siendo en realidad manifestaciones político-sociales de tradiciones ancestrales, vistas como elementos naturales del orden existente. En la travesía de los hechos la descripción del paisaje sobrecoge; vegetación y desfiladeros, frío y lluvia; escenario de vida que receptan rudeza masculina para transitarlos. Por allí son guiadas las muchachas procurando la cima del cerro; escenario de muerte.
Nada es inocuo para Bellone; el rústico hostal, la señora que atiende a las visitantes, circunspecta y comunicativa a un tiempo, la mariposa de vuelo frágil; los jinetes guías, hijos del patrón, secreto de la montaña, saber oculto. Se establecen vínculos de nombres con “Una muerte anunciada” de García Márquez. Se cita un poema de Baudelaire. Se percibe un aliento de tragedia; el pasado condena.
No se requiere denunciar abiertamente las inconsistencias e imposturas. La esposa del finquero lleva en su rostro el pesar del maltrato, la tristeza que no resarce el dinero. Gallos y perros son objeto de riñas mortales; la naturalización de la violencia. Los hombres disfrutan, las mujeres relegadas cual coro helénico.
Se reedita la fiesta en la casa del amo, una comida criolla abundante; expresión de dominio. Las muchachas participan; paralelismo con la fiesta nocturna de aquel pasado 14 de julio; las francesas asisten vestidas apropiadamente; se oculta, se ignoran nombres de los invitados.
Al día siguiente se asciende a la montaña, a caballo. Los puesteros próximos a chocar entre sí. Alejandra y Natalia huyen del paraje de muerte. Dice el clásico que los hechos se presentan una vez como tragedia, otra como farsa. El finquero obliga a las chicas a regresar a Buenos Aires; son trasladas a la Terminal de Salta. Como dijo Balzac: “detrás de cada fortuna hay un crimen”. En el hostal la mariposa ha muerto.
En la novela no sabemos si Dafne ha regresado a la plaza 9 de julio, en la realidad tampoco.
José María Martinelli, Profesor Titular Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
Hacienda San Juan, México 22-09-19