SALTA (Redacción) – No busco infringir la objetividad que caracteriza a las notas de un diario, pero sepa lector que las entrevistas nos invitan a repensarnos a través de otros. Resulta casi imposible no ahondar en las profundidades propias de la subjetividad humana. En reiteradas oportunidades, les he comentado a cerca de los/as “apasionados/as” de la vida. En este caso, el concepto se ajusta en su totalidad a mi entrevistada: Julieta Teruel.
Con 29 años, Julieta es actriz, Profesora de Yoga y como le gusta llamarse, una bailarina de la vida. Su apellido nos resulta familiar. Es hija de Kike Teruel, integrante de la popular, histórica y amada banda musical “Los Nocheros”. Nacida en la cuna de una familia de artistas, su sangre lleva consigo el gen del arte. “Nunca me peso el apellido porque me genera mucho orgullo la familia de la que vengo y lo que hicieron de mí y lo que yo hice con eso”, subraya.
“Amo poner el cuerpo y liberar- me con ello. Se trata de la pasión que tengo por lo que hago, por lo que soy y por lo que decido día a día en mi vida, valiéndome de ese fueguito sagitariano. Cuando amo, amo con pasión. Cuando estoy con mi familia, cuando estoy arriba de un escenario lo hago desde lo más visceral, lo mismo cuando entreno, todo en mi día esta guiado por la pasión que tengo por las cosas que elijo y por los vínculos que decido sostener e impulsar”, asegura Julieta.
Fiel al espíritu de una apasionada, la intensidad es una constante. Ser soñadora no es un tabú, es una posibilidad. En ella el idioma del corazón existe. El cuerpo es más que un instrumento. Es su hogar y su punto de partida. Cada poro es una oportunidad de hacer de este mundo, un mundo mejor. El arte es el código de una generación que inspira y moviliza las fronteras.
Aunque al referirnos al teatro pensamos en la ficción, cada obra, cada guion, cada actor o actriz configura una realidad paralela y no menos auténtica que el transcurrir de nuestras rutinas. “Yo creo que la actuación tiene algo como todo tipo de arte, y es que nos vuelve totalmente permeables, vulnerables, no te queda otra que habilitarte, abrirte con los demás, ya sea el director, el compañero el productor, tenés que estar al 100 %. El teatro me permitió expandirme. Me dio otra sensibilidad, otro horizonte. Si no actuase, no sé qué haría de mi vida. Es algo que me late. Que me lleva”, reflexiona Juli, quien construye y alimenta su amor al arte con cada experiencia, cada vínculo, cada emoción que le ofrece el proceso.
La génesis de una estrella
Un papá músico y cantante, y una mamá con dotes de actuación. Julieta revuelve aquel cajón de los recuerdos de la infancia y allí encuentra a esa niña con los rulos intactos, que sonríe igual que ahora, con los ojos más redondos que nunca y las cejas tirantes ante la sorpresa, la curiosidad y la diversión que generaba esa mamá cuando inventaba personajes para hacerla jugar a ella y sus hermanos. “Cuando era chica lo veía como un juego y cuando crecí me di cuenta que en realidad, mi mamá también tenía su veta de actriz cuando cambiaba su estética y hasta su voz para entretenernos”, revela.
Julieta tomó al pie cada influencia, cada empujón, cada historia. Hizo caso a esos instintos que la llevaron siempre a ser una estrella. Una niña que hizo de su nombre y su apellido más que una firma, sino una voz que vino al mundo para trascender. Ya desde chiquita se paraba frente al televisor copiando videos, bailando e inventando escenas. Según me cuenta, su primera compañía teatral y quizás una de las mejores obras de teatro en su vida, eran aquellos sketches que realizaba con sus primos en los almuerzos familiares. Juli crecía y maduraba sus sueños siguiendo aquello que le dictaba su corazón.
Como será entonces, que la vida siempre tan intempestiva, imperfecta y azarosa, la llevó a dar un giro de la manera menos esperada para dar en el clavo, para hacer del teatro su motor, la pulsión de su arte y su vida. Casi como una revelación, la actuación llamaba a su puerta y Julieta respondía con el amor, compromiso y responsabilidad propia de aquel que tiene la certeza de vivir de lo que ama.
“Recuerdo muy claramente una improvisación que hice en una clase de Lucrecia Ramos cuando tenía 13 o 14 años en Nueva Era. Había decidido improvisar en relación al aborto. En esa improvisación sentí lo que es poner el cuerpo a una emoción “ajena”, había atravesado esa emoción, sentí el descargar eso del personaje en mí para que luego no me quedara nada. Me fui a casa con una sensación extraña de “¿qué acaba de pasar?”. Fue hermoso, fue mágico, esa micro sensación me llevó a seguir entrenando y aún hoy, investigar cómo expandirla y cómo vibrarla cada vez más”, profundiza.
Sin dudas, Juli labraba su versión artística desde que vio la luz; en su primer llanto de recién nacida el mundo tiritó a la par. Era el aviso de una mujer que se abriría camino a través de elecciones y decisiones basadas en la convicción, la determinación, el amor y la firmeza. “Creo que hoy estan más plantadas esas decisiones gracias a lo difícil que fue avanzar por ser mujer, que a veces “condiciona”. Pero confío fuertemente que eso está cambiando y me hace ponerle el pecho a mi carrera. Además, saber que es por mérito propio está buenísimo”, aclara una fiel abanderada del arte.
Una actriz con sueños nítidos y las cuentas claras
Meryl Streep, Normal Aleandro y Soledad Silveyra, son algunas de las actrices que resultan de gran influencia para Julieta, con quienes ha empatizado debido a sus exquisitas actuaciones y algunas experiencias que tuvo la oportunidad de compartir. “He tenido la oportunidad de conocer por mi papá a algunas de ellas, y más allá de su laburo como grandes actrices, me han mostrado un lado muy humano que agradezco muchísimo, eso para mí vale más que cualquier cosa. Gente solidaria con la carrera se agradece siempre”, remarca.
Julieta es una afortunada de la vida que supo registrar la simpleza de la vida. Entendió que las personas, los momentos y las emociones garpan, y que no hay nada más enriquecedor que dejarse interpelar por la vida como lo hace con cada obra que suma a su haber artístico. ”Lo hermoso del arte es que cada persona que lo observa tiene una mirada diferente sobre eso y creo que así me pasa con cada obra que veo”, agrega.
Es esta humildad la que le permite ponerse en el lugar del otro y en el lugar que quiere estar hoy y quizás mañana. Actualmente vive en Buenos Aires, ya que allí se crío durante toda su infancia. Asegura es una persona de ciudad grande, de movimiento, de oportunidades, fan del caos y de los espacios con alternativas para todo. Pero su presente parece convertirse en un momento de bisagra.
“Quiero vivir en Barcelona. Vivir el arte y la cultura en otro lugar. Quiero crecer yo en otro lugar. Quiero compartir con otra cultura tan alejada de lo que uno es. Es una meta pronta que me atraviesa como profesional y a nivel humano”, advierte.
“Espero poder dejar una semilla en mi paso”, aclara. Para Juli, el arte y la cultura son más que un contexto o un trabajo. Es su forma de existir y conservar la luz que supo encender desde pequeña. Una actriz que mira al mundo con los ojos del corazón y vive a través de cada sentido que su cuerpo le permite. Que no deja para mañana, lo que puede sentir hoy.
Como ella lo explica, el arte y la cultura son lo más hermoso que tenemos porque nos conecta con la sensibilidad y a partir de allí, podemos ver de otra manera a otros seres humanos.
“En mi caso el teatro es mi cable a tierra, es mi motor para crear proyectos y expandir las herramientas que adquirí, es habilitar-me y abrir-me, es volverme vulnerable, es dejar un mensaje, cuestionarme y cuestionar. La cultura es la base de lo que mamamos, de lo que es nuestra sociedad, lo que nuestras madres y padres nos transmiten, lo que nosotros tomamos y hacemos de eso; para mí es súper importante preservarnos artística y culturalmente”, expresa.
El teatro como puntapié para el progreso humano
En ese sentido, Julieta tiene una opinión acerca del momento histórico y social que manifiesta el teatro en la actualidad, en su doble dimensión como alternativa de entretenimiento y como filosofía de vida. “El teatro establece cuestionamientos, nuevas lógicas, nuevas misiones. Es una buena manera de habilitarnos como sociedad para aprender a escuchar, para ver y percibir otras cosas. Considerando esto, me parece que hoy está desvalorizado; el teatro puede tener mucho más valor a nivel social. De todas maneras, también hay muchísimo movimiento, hay mucha gente generando propuestas constantemente”, analiza.
“Además, creo que la gente se involucra cada vez más con las propuestas independientes, que también tienen muy buena calidad y eso ayuda a que el público apoye nuevas consignas”, señala.
Considerando las condiciones económicas y sociales del país, resulta difícil ejercer esta profesión pero Juli, como todo artista, es una emprendedora inagotable, que se vale de la imaginación y la creatividad como poderes infinitos. “El arte es lo que nos salva como humanidad y mientras haya artistas vamos a seguir creciendo y nos vamos a seguir hermanando. Se trata de romper con las reglas. Es habilitar una versión y una visión nueva”, explica.
Cuando la cuarta pared nos queda chica
Juli camina un sendero que nos habla de bonanza. Una evolución que empuja a la re definición. “Mi cuerpo es mi lienzo”, añade Julieta. Precisamente, sus nueve tatuajes ubicados estratégicamente a lo largo de su geografía, nos hablan de ella y su detrás de escena.
El valor fundamental de la familia, la libertad que garantiza la danza, la espiritualidad que marca el Norte, la música corriendo por sus venas, la máxima expresión de la infancia sostenida en la adultez, el amor que no pesa y es libertad y la flor de la vida como la sanación, son los fundamentos que predica Julieta y que la configuran en todas sus facetas.
“Desde mi perspectiva y mi vibración el arte es lo más hermoso que tenemos en nuestra sociedad. Cultivarlo para poder ver la realidad con otros ojos y cuestionarnos nos va a hacer crecer como seres humanos. Yo elijo el teatro para crear a través de la ficción ese mensaje que nos una y haga vibrar el cuerpo. Si esto sucede al menos en un espectador no hay cuarta pared que resista porque el público y el artista se unen en un sentir. Mi pasión radica en que mi arte se exprese siempre con libertad”, concluye, victoria y radiante.
Julieta es en su máxima expresión y no de otra manera. Logró convertirse en su mejor versión y en la protagonista de esta ficción a la que llamamos “vida”. Con un despliegue actoral sin fisuras, cala profundo en aquel que la escucha o la ve. Resulta inspirador estar cerca de artistas que la tengan tan clara. Son el estímulo que tanto le hacía falta a este mundano andar. Julieta es la invitación a codearnos con los más genuino y puro de las sensaciones, emociones, experiencias, personas e historias que hacen posible que el telón siempre vuelva a abrirse.