Desde México hasta los confines australes de nuestro territorio, el mestizaje ha moldeado a nuestra América con identidad y características propias. Por supuesto que la polémica acerca del supuesto genocidio por parte de los españoles contra las tribus aborígenes, continúa abriendo brechas entre indigenistas y españolistas.
Los animo a que reflexionemos juntos en la búsqueda de una idea que nos acerque a la realidad de los hechos, tomando en cuenta que la historia es protagonizada por hombres con aciertos y errores.
A la Corona Española se le ha inculpado el cargo de ordenar una matanza despiadada, con el único fin de apoderarse de las riquezas de las tribus autóctonas. Sin embargo, los hechos históricos marcan otra cosa diametralmente distinta. Lo primero que hicieron los Reyes Católicos cuando tuvieron ante su presencia a los naturales que Colón llevó de vuelta de sus viajes, fue ordenar un estudio profundo de ellos…les pidieron a sus teólogos, médicos, antropólogos y sabios que determinaran: SI ESOS NATIVOS TENÍAN ALMA…esto que puede resultarnos chocante a la altura de nuestra civilización, no lo era entonces. Justamente, la justificación que de antaño tenía la institución de la esclavitud del hombre negro era que se le consideraba una “Res parlante”, o sea, una suerte de animal sin alma. Por tanto, al no estar dentro de las características humanas, podía ser tratado en esclavitud. Este horror perduró durante muchísimos siglos en el “mundo civilizado”.
Lo cierto es que los consejeros reales, entre los que figuraban en primer término sacerdotes católicos, pronto llegaron a la conclusión que esos nativos de color cobrizo eran seres humanos como cualquier europeo que se preciara. Fue por ello que los Reyes prohibieron formalmente la esclavitud del indígena en las tierras descubiertas. Es más, la Corona Española con los años, emitió innumerables normas conocidas como “Leyes de Indias”, que promovían la integración del Español con el natural.
No podemos desconocer que Instituciones como la Mita y el Yanaconazgo, que tuvieron un fin altruista, terminaron siendo desnaturalizadas. En efecto, su mala aplicación por parte de ciertos encomenderos españoles, desvirtuaron el espíritu mismo con el que fueron diseñadas. Una importante cantidad de ellos fueron a parar a las cárceles del rey por sus crímenes, pero el daño ya estaba hecho.
Entre el centro de gobierno español y las sedes de los reductos indígenas había un mundo de distancia y era muy difícil que los monarcas pudieran vigilar el puntual cumplimiento de sus mandatos; por tanto es absolutamente cierto que existieron abusos en el trato al natural, muchos de los cuales tuvieron un final trágico.
La Iglesia Católica hizo mucho por ir cambiando esta mentalidad, suavizando las costumbres y condenando los abusos. Tuvieron a su cargo la tarea de educar a los americanos en la fe de Cristo y para ello desarrollaron una enorme tarea de evangelización en todo el Continente. Además fueron sus protectores: el claro ejemplo fue el dominico Fray Bartolomé de Las Casas. Durante siglos fueron, de alguna manera guardianes e hicieron valer los mandatos de la Corona en cuanto al buen trato que le debían los súbditos de España a los indígenas del nuevo mundo. Las reducciones jesuíticas fueron asimismo un ejemplo de integración, allí se les enseñaban artes y oficios, mientras aprendían la doctrina católica y se los introducían en los preceptos de la cultura occidental.
No existieron matanzas programadas, pero fue real que algunas enfermedades que llegaron con los europeos diezmaron tribus enteras.
Lo cierto es que toda colonización de un pueblo superior en tecnología y armamentos sobre otro, históricamente ha producido derramamientos de sangre, de manera tanto innecesaria como brutal. No es una excusa, sino un hecho de la realidad, que ustedes deben conocer e interpretar con un criterio propio.
Vamos a un ejemplo en Tucumán: tenemos aquí muy cerca, la historia de nuestro indómito pueblo calchaquí, quienes libraron 130 años de ardua lucha contra los españoles, los que terminaron venciéndolos en la ciudadela de Quilmes. Luego los europeos, utilizando una técnica incaica, desterraron a todo el pueblo Diaguita Calchaquí de las montañas que ancestralmente habían ocupado. En una penosa marcha hasta el actual Quilmes, en la Provincia de Buenos Aires, llevaron el resto de aquella valiente nación, la que nunca más volvió a habitar su suelo nativo.
Pero no todo fue de esa manera: el español cruzó su sangre con las mujeres nativas, haciéndolas sus esposas. Gran parte de las principales familias de la colonia tienen entre sus antepasados alguna mujer india. Cualquier genealogista informado puede corroborar la enorme influencia americana en la génesis de las familias troncales de nuestro país, a diferencia de los anglosajones de Norteamérica, quienes tenían la influencia mayoritaria de la religión protestante con otra cosmovisión de la vida, quienes no solamente evitaron el mestizaje, sino que lo condenaron. Es por ello que en Canadá y en los Estados Unidos no se ha dado este fenómeno, propio de Hispanoamérica, la que se ha convertido en la reserva moral y religiosa de occidente.
En lo personal, hablar de “Conquista y evangelización” no me recuerda lo malo del descubrimiento, sino el milagro de la nueva vida que germinó en el mundo: esa maravillosa raza criolla, fuerte, vigorosa, hermosa en las formas de su gente, en su cultura y tradición católica y mariana.
Somos parte de ésta Latinoamérica profunda, en ella encontramos nuestra esencia e identidad como pueblo libre y soberano, siempre amparado por el manto protector de nuestra Madre del Cielo, que nos ha dado hasta el color de la bandera que nos cobija.
JOSÉ MARÍA POSSE