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CULTURA

El Mandato de las Golondrinas I

Las Golondrinas ¿Adónde te irás volando por esos cielos, brasita negra que lustra la claridad?

SALTA (Carlos Ferri) – Sucedió una vez, que estando Dios Padre en el Reino de los Cielos, sentíase muy triste y desconsolado al ver que muchos seres humanos no se ocupaban de las cosas del alma y del Cielo, y se distraían con banalidades. Caminando por los espacios celestes, se puso a conversar con San José, y le comentó su preocupación. San José le respondió a Dios Padre que habían estado reflexionando sobre lo mismo con San Juan Capistrano y con San Juan de la Cruz, y que juntos habían pensado en una posible solución.

II- Los tres grandes Santos, habían pensado que los hombres se habían vuelo muy orgullosos y que su pecado no les permitía siquiera valorar los claros mensajes de las apariciones de la Santísima Virgen María. Pensaron que había que buscar otras formas por las cuales llamar la atención de los hombres. Los tres Santos observaban que muchos de ellos se volvían sobre la naturaleza, aunque les extrañaba que aun así, no percibieran por medio de ella, la Divinidad. Por esta razón, los tres Santos, coincidían en que podía resultar muy provechoso que Dios Nuestro Señor obrase algún prodigio llamativo a través de la naturaleza, el cual sea místico y trascendente. Y así de esta manera, los hombres se tornen dóciles nuevamente a la Verdad Revelada. Así San José expuso lo dicho a Dios Padre, quien permaneció meditando.

III- Dios Padre vio pasar por allí cerca a San Francisco de Asís, el cual se encontraba rezando su Salterio Mariano de cada día, y lo llamó para consultarle qué pensaba al respecto del problema y de la posible solución. Por supuesto San Francisco, como todos en el Cielo, rezan sólo la primera parte del Ave María, pues ya no pide por la asistencia ante la muerte y tampoco comenten ya pecado alguno. San Francisco asintió afirmando que le parecía una gran idea. Incluso se atrevió a proponer, que el prodigio podría obrarse por medio de unos simpáticos pajarillos llamados “Golondrinas”. Él recordaba haber oído sobre estas aves cuando aún moraba en Asís, y ahora desde el Cielo, disfrutaba verlos migrar de un lado al otro del mundo. A menudo, San Francisco solía pensar que el mundo podría ser mucho mejor si los hombres, peregrinaran en oración, tan solo una pequeña parte de lo que estas pequeñas avecillas lo hacían tantas veces.

IV- Al oír esto, Dios Padre le dijo a Dios Hijo, pues Dios siempre respeta las jerarquías, que mandase a llamar por medio del Arcángel San Gabriel a Santiago Apóstol, Santo Patrono de las Españas y por lo tanto autoridad designada por Dios, para velar por el Reino de las Indias del continente americano. Santiago pusose muy contento al oír el recado de Nuestro Señor, y convocó inmediatamente a San Francisco Solano, quién entonó los acordes de una hermosa Zambita Criolla. Antes de finalizar la melodía, llegó cansado y con poco aire el Rey de las Golondrinas, quien al ver el tenor de integrantes en la reunión realizó una reverente genuflexión y permaneció así, hasta que Dios Padre le ordenó ponerse de pie, a fin de oír el mandato que le impartiría.

V- Dios Padre le explicó al Rey de las Golondrinas el Mandato Celestial, y le dijo que los detalles se los enseñaría San José junto con Santiago Apóstol. La avecilla asintió con una genuflexión, y volando siguió a San José y demás santos a unas nubes más bajas. San José y el resto de los Santos, explicaron el Divino Plan al humilde reyecito avícola, quién agradecía en constante reverencia tan noble tarea. Antes de ordenarle al ave que regrese a cumplir el mandato, Santiago Apóstol organizó y comenzó la ceremonia por la cual formalizaba el mandato, y lo nombraría “Ave Real de la Orden Española de Santiago Apóstol” con mandato en las Indias Españolas.

VI- En su discurso dijo lo siguiente: “Humilde y Noble Rey de las Golondrinas” que dócilmente has aceptado el mandato del Divino Creador: desde hoy, deberás gobernar a tu pueblo y guardarlo para que cada año realicen su viaje de ida y vuelta, uniendo latitudes extremas del Norte y del Sur de Hispanoamérica. Partirán cada 24 de Octubre desde la Misión de San Juan de Capistrano, al Noroeste de Nueva España, pasaran a saludar a Nuestra Señora de Guadalupe, cruzarán el Ecuador, y arribarán el 24 de Noviembre, fiesta de San Juan de la Cruz, al poblado de Goya, en cercanías a la Ciudad de Vera (Corrientes) del Virreinato del Río de la Plata. Al llegar al pueblo, saludaran en la Iglesia Matriz a Nuestra Señora del Santo Rosario, y el párroco, hará otro tanto haciendo sonar las campanas.

 VII- Construirán sus nidos y se multiplicaran cuanto puedan, se alimentarán de insectos para evitar las plagas en los sembradíos de los hombres, y así ellos les prestarán más atención. Al llegar el mes de febrero, cuando sus polluelos hayan emplumado, engordado y sepan volar, cuando el Sol asome sus crestas en el horizonte, el 16 de febrero, emprenderán el camino de doce mil kilómetros de regreso a la Misión de San Juan de Capistrano, donde en gran fiesta y sonar de campanas, los recibirán el 19 de Marzo, fiesta de San José. Serán treinta y un días de vuelo, sin parar a comer ni a beber, sólo por las noches a dormir. No deben olvidar tanto en la ida como en la vuela, realizar las formaciones en bandada de la “Cruz de San Andrés”. Este viaje deberá ser para los hombres, además de una prueba de la majestuosidad de Dios Padre, un mensaje de lealtad y unidad en España, ya que tristemente, el mal germen de la revolución, los ha separado en centenas de países enemistados.

VIII- Por cumplimentar este Celestial Mandato, serán nombradas “Las Reales Aves de la Hispanidad”, y el Rey de las Golondrinas, “Ave Real de la Orden Española de Santiago Apóstol”, constituyendo este Mandato, belleza, unidad y Verdad en el Reino de las Indias Españolas de América. Luego de recibir el Espaldarazo de Santiago Apóstol, el Ave Real permaneció un instante en reverencia, y al oír las notas musicales del violín de San Francisco Solano, la pequeña avecilla desplegó sus alas y en vuelo diáfano, regresó con sus semejantes a la Misión de San Juan de Capistrano. Una vez allí, reunió a las golondrinas Padres de familias, y trasmitió el Mandato Celestial. Desde entonces, las Golondrinas cada año cumplen fielmente su Mandato Celestial, uniendo Hispanoamérica de Norte a Sur, partiendo de una Iglesia, y arribando a otra, honrando a La Santísima Virgen María y a San José, sirviendo así de ejemplo, para que muchos hombres incrédulos se conviertan al ver tan grande prodigio. (Nota: Las fechas de llegada a las Ciudades mencionadas, y los 31 días de vuelo sin comer ni beber son datos reales.) “Cuenta Jaime Dávalos acerca de esta canción: «En el patio de casa aparecían de pronto, con los primeros colores un día, llenando con sus chirridos de alborozo aquel ámbito de nuestros juegos donde El Tata estaba casi siempre sentado en su sillón de mimbre leyendo. Las campanas de San Alfonso contribuían entonces a insuflarle encantamiento a la visita de las golondrinas en aquellos cielos donde grandes nubarrones anunciaban la próxima estación de las lluvias. Los días eran largos y se demoraban en la agonía de la tarde. Lo recuerdo.

Una tarde así en la que salía de la convalecencia de una larga gripe. ¡Vi tan nítido el aire! Me subí al techo y de espaldas sobre las chapas de zinc aún tibias, miré hacia arriba tratando de abarcar la vasta redondez comba del cielo de una sola mirada, sin pestañar; quería ver todas las golondrinas de una vez, sin necesidad de seguirlas una por una en el vuelo loco con que garabateaban el azul hondo, tiritante de la luz”. “En el horizonte cenizo del arrabal a ras de los techos, los barriletes subían como fantasmales rayas coleando, nadando hacia las primeras estrellas pálidas, y el viento hacia saludar gravemente a los árboles. No sé cuánto tiempo permanecí echado así, pero me despertaron aquella fiesta de la contemplación los maullidos de aquellos gatos que ya sentían también como las golondrinas y yo, el advenimiento de la primavera”. “Cuando Eduardo (Falú) me hizo oír la música de lo que después sería «Las golondrinas», voló mi pensamiento tiempo atrás y desandando los días recupero el alborozo triste de aquellas tardes de la infancia; los conmovidos versos de Gustavo Adolfo Bécquer; algo que me dictaba Leopoldo Lugones; y la vida, esa que siempre se nutre de la literatura sin temor de canjear entre ambas, de plagiarse o imitarse porque las dos son autoras de un sueño en el que devenimos polvo. La música, repito, con su fuerza evocadora citó en mi las palabras donde la experiencia sensible de los días lejanos quedó apenas atrapada, tan apenas como en la red de vuelos de las golondrinas en el ancho cielo del asombro» (Jaime Dávalos, «Yo soy quién pinta las uvas», 1980) Las Golondrinas ¿Adónde te irás volando por esos cielos, brasita negra que lustra la claridad? Detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan ¡la inmensidad…la inmensidad! Veleros de las tormentas se van las nubes, en surcos de luz dorada se pone el sol; y como sílabas negras, las golondrinas… ¡dicen adiós…dicen adiós…! Vuela, vuela, vuela, golondrina, vuelve del más allá. Vuelve desde el fondo de la vida sobre la luz, cruzando el mar… ¡cruzando el mar! Un cielo de barriletes tiene la tarde; el viento en las arboledas cantando va y desandando los días mi pensamiento ¡también se va…también se va…! Cuando los días se acorten junto a mi sombra y en mi alma caiga sangrando el atardecer, yo levantaré los ojos pidiendo al cielo ¡volverte a ver…volverte a ver…! POEMA DE LAS GOLONDRINAS (Jaime Dávalos) Amo las golondrinas porque son como mi alma fugaces visitantes de lo desconocido. Aparecen de pronto, cuando la primavera en el aire decide la derrota del frío. Me traen de los cielos remotos de la tierra la nostalgia despacio y el ansía de infinito con que mi sangre viene venciéndola a la muerte y afirmando la vida a través de los siglos. Las veo, entre celajes de nubes ampulosas que copia en el espejo de las aguas el río, festejar la tormenta que presienten volando al ras del agua ebrias de librar su instinto. Porque son como flechas del arco iris jugando en el azul abierto su secreto destino. Yo creo, que a mi vienen desde el fondo del tiempo para que no me olvide de mi origen divino.

Las Golondrinas ¿Adónde te irás volando por esos cielos, brasita negra que lustra la claridad? Detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan ¡la inmensidad…la inmensidad! Veleros de las tormentas se van las nubes, en surcos de luz dorada se pone el sol; y como sílabas negras, las golondrinas… ¡dicen adiós…dicen adiós…! Vuela, vuela, vuela , golondrina, vuelve del más allá. Vuelve desde el fondo de la vida sobre la luz, cruzando el mar… ¡cruzando el mar! Un cielo de barriletes tiene la tarde; el viento en las arboledas cantando va y desandando los días mi pensamiento ¡también se va…también se va…! Cuando los días se acorten junto a mi sombra y en mi alma caiga sangrando el atardecer, yo levantaré los ojos pidiendo al cielo ¡volverte a ver…volverte a ver…!
 POEMA DE LAS GOLONDRINAS (Jaime Dávalos) Amo las golondrinas porque son como mi alma fugaces visitantes de lo desconocido.

Aparecen de pronto, cuando la primavera en el aire decide la derrota del frío. Me traen de los cielos remotos de la tierra la nostalgia despacio y el ansía de infinito con que mi sangre viene venciéndola a la muerte y afirmando la vida a través de los siglos. Las veo, entre celajes de nubes ampulosas que copia en el espejo de las aguas el río, festejar la tormenta que presienten volando al ras del agua ebrias de librar su instinto. Porque son como flechas del arco iris jugando en el azul abierto su secreto destino. Yo creo, que a mi vienen desde el fondo del tiempo para que no me olvide de mi origen divino.

Carlos Ferri

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