SALTA (Ricardo Mena Martínez Castro) – El 25 de Mayo de 1810 celebra la patria el aniversario de la llamada Revolución de Mayo de 1810.
No es nuestro propósito pormenorizar este acontecimiento tan aprendido por nuestros connacionales desde los primeros momentos de la escuela primaria, pero sí recordar el hecho de manera que no se pierda de vista ese sentimiento nacional, tan desvaído y disperso dentro de las turbulencias políticas y económicas que sacuden injuriosamente nuestra moral y nuestro sentimiento de patria, dado que lo que ocurre en estos desolados tiempos, agrede la esencia misma de lo que nuestros precursores diseñaron y soñaron para estas tierras.
Ocurrió esta manifestación en la ciudad de Buenos Aires, a la sazón Capital del Virreinato del Río de la Plata, sede esta que había desplazado a los propósitos altoperuanos, de que la capital estuviese en la ciudad de Charcas, envuelta en la primera década del siglo XIX, en turbulencias propias de ser una ciudad con sede judicial, universitaria y eclesiástica. Ya allí se genera un pensamiento lógico, conocido en la historia como el “silogismo de Chuquisaca”, pues como Las Indias son del dominio personal del Rey de España, y él está impedido de gobernar, luego La Indias deben gobernarse por sí mismas independientemente de España. Por aquel entonces comienzan a circular los manifiestos carlotistas, y esta cuestión divide a las autoridades capitalinas; es entonces que los estudiantes bajo la jefatura de Bernardo de Monteagudo, ese gran tucumano de los primeros tiempos de la patria, opuestos a Carlota, generan un tumulto en la Plaza Mayor que en 1809 termina por deponer al Presidente de la Audiencia (de Charcas), para formar una junta de Oidores, que contaba entre sus miembros a Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien envía delegados a La Paz y Potosí, donde son apresados el Intendente y el Obispo, creándose una Junta de Gobierno, con funciones ejecutivas, y otra tuitiva (La del poder real, aplicada al amparo de los súbditos). Este antecedente fue tomado en cuenta por las otras comunidades de la región. Ocurría otro tanto en estas tierras rioplatenses y más precisamente en Buenos Aires.
La Revolución de Mayo marca una serie de acontecimientos ocurridos en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata. Como consecuencia de esta revolución fue depuesto el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y reemplazado por la Primera Junta de Gobierno.
Estos eventos de la Revolución de Mayo se sucedieron en una semana que transcurrió entre el 18 de mayo, cuando se confirmó de manera oficial la caída de la Junta de Sevilla, hasta el 25 de mayo, fecha en que asume la Primera Junta.
La Revolución de Mayo inició el proceso de surgimiento del Estado Argentino aunque no fuera proclamada una independencia formal, pues la Primera Junta no reconocía la autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias. La declaración de independencia de la Argentina tuvo lugar posteriormente durante el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816
Durante la época del virreinato el comercio exterior estaba monopolizado por España, y legalmente no se permitía el comercio con otras potencias.
Esta situación era altamente desventajosa para Buenos Aires, ya que España minimizaba el envío de barcos rumbo a dicha ciudad. Existía en aquellos momentos una profunda rivalidad entre los habitantes criollos y los de la España europea, lo que dio lugar a una pugna entre los partidarios de la autonomía y quienes deseaban permanecer bajo la tutela del rey de España. Aquellos a favor de la autonomía se llamaban a sí mismos patriotas, americanos, sudamericanos o criollos, mientras que los partidarios de la realeza española se llamaban a sí mismos realistas.
LA SEMANA DE MAYO
La Semana de Mayo es la semana que transcurre entre el 18 y el 25 de mayo de 1810, que se inició con la confirmación de la caída de la Junta de Sevilla y desembocó en la destitución de Cisneros y la asunción de la Primera Junta.
El 14 de mayo arribó al puerto de Buenos Aires la goleta de guerra británica HMS Mistletoe procedente de Gibraltar con periódicos del mes de enero que anunciaban la disolución de la Junta de Sevilla al ser tomada esa ciudad por los franceses, que ya dominaban casi toda la Península. El día 17 se conocieron en Buenos Aires noticias coincidentes llegadas a Montevideo el día 13 en la fragata británica HMS John Paris, agregándose que los diputados de la Junta de Sevilla habían sido rechazados estableciéndose una Junta en Cádiz. Se había constituido un Consejo de Regencia de España e Indias. Cisneros intentó ocultar las noticias estableciendo una rigurosa vigilancia en torno a las naves de guerra británicas e incautando todos los periódicos que desembarcaron de los barcos, pero uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano y de Juan José Castelli, que se encargaron de difundir la noticia, que ponía en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.
También se puso al tanto de las noticias a Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, que en otras oportunidades desaconsejó tomar medidas en contra del virrey. Al conocer las noticias de la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra consideró que el momento idóneo para llevar a cabo acciones contra Cisneros había llegado. Castelli se inclinaba por la realización de un cabildo abierto, mientras los militares criollos proponían deponer al virrey por la fuerza.
Viernes 18 de mayo
Al conocerse la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar los ánimos. Cisneros habló de la delicada situación en la Península, sin confirmar que la Junta había caído, a pesar de estar conciente de ello.
El grupo revolucionario principal se reunía indistintamente en la casa de Nicolás Rodríguez Peña o en la jabonería de Hipólito Vieytes. Concurrían a esas reuniones, entre otros, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti, Eustoquio Díaz Vélez, Feliciano Antonio Chiclana, José Darragueira, Martín Jacobo Thompson y Juan José Viamonte. Otro grupo se congregaba en la quinta de Orma, encabezado por fray Ignacio Grela y entre los que se destacaba Domingo French.
Algunos criollos se juntaron esa noche en la casa Rodríguez Peña y Cornelio Saavedra, que se encontraba en San Isidro, fue llamado de urgencia a la reunión en la que se decidió solicitar al virrey la realización de un cabildo abierto para determinar los pasos a seguir por el virreinato. Para esa comisión, fueron designados Castelli y Martín Rodríguez.
Sábado 19 de mayo
Toda la noche estuvieron en estos conciliábulos y durante la mañana Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de primer voto Juan José de Lezica, y Castelli con el síndico procurador, Julián de Leiva, pidiendo el apoyo del Cabildo para realizar tratativas ante el virrey a fin de realizar un cabildo abierto, expresando que debía concederse pues el pueblo haría por sí solo.
Domingo 20 de mayo
Lunes 21 de mayo
Invitación al Cabildo abierto del 22 de mayo.
A las tres, el Cabildo inició sus trabajos de siempre, siendo interrumpidos por numerosos hombres armados, denominados “La Legión Infernal». Ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo, exigiendo a gritos la convocatoria a un cabildo abierto y la destitución del virrey Cisneros. Llevaban un retrato de Fernando VII y en el ojal de sus chaquetas una cinta blanca simbolizando la unidad criollo-española. Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio Beruti pero la gente se tranquilizó dispersándose gracias a la intervención de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, quién aseguró a los integrantes de dicha legión que los reclamos contaban con su apoyo militar. Asimismo comunicó que él personalmente designaría las guardias para las avenidas de la Plaza, con oficiales de Patricios a las órdenes del Capitán Eustoquio Díaz Vélez.
El 21 de mayo se repartieron cuatrocientos cincuenta invitaciones entre los principales vecinos y autoridades de la capital. De los cuatrocientos cincuenta invitados al cabildo abierto solamente participaron unos doscientos cincuenta. French y Beruti, al mando de seiscientos hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles, estuvieron supervisando que quienes concurrían sean criollos. El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, y el debate en el Cabildo tuvo como tema principal la legitimidad del gobierno y la autoridad del virrey. Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que consideraban que la situación debía mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y los que sostenían que debía formarse una junta de gobierno en su reemplazo, al igual que en España.
Miércoles 23 de mayo
Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden público.
Jueves 24 de mayo
El día 24 el Cabildo, el síndico Leyva, propuso conformar una nueva Junta, que debía mantenerse hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba formada por:
Presidente y comandante de armas:
Baltasar Hidalgo de Cisneros
Vocales:
Cornelio Saavedra (militar, criollo)
Juan José Castelli (abogado, criollo)
Juan Nepomuceno Solá (sacerdote, español)
José Santos Incháurregui (comerciante, español)
Viernes 25 de mayo
Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza Mayor, actual Plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas celestes y blancas entre los concurrentes; historiadores posteriores ponen en duda dicha afirmación, pero sí consideran factible que se hayan repartido distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando a viva voz:»¡El pueblo quiere saber de qué se trata!».
El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza. Con este fin se convocó a los principales comandantes, pero éstos no obedecieron las órdenes impartidas. Cisneros persistía en no renunciar, pero finalmente los capitulares lograron que formalizase los términos de su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno.
Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, «prestándose a ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado a mostrar el punto a que llega su consideración por la tranquilidad pública y precaución de mayores desórdenes».
La Junta estuvo constituida por:
Presidente
Cornelio Saavedra
Vocales
Dr. Manuel Alberti
Cnel. Miguel de Azcuénaga
Dr. Manuel Belgrano
Dr. Juan José Castelli
Domingo Matheu
Juan Larrea
Secretarios
Dr. Juan José Paso
Dr. Mariano Moreno
La Revolución de Mayo fingió lealtad al rey español Fernando VII pero aunque el gobierno surgido el 25 de mayo se pronunciaba fiel al rey español depuesto Fernando VII, esta lealtad era simplemente una maniobra política. El propósito del engaño consistía en ganar tiempo para fortalecer la posición de la causa patriótica, evitando las reacciones que habría motivado una revolución aduciendo que aún se respetaba la autoridad monárquica y que no se había realizado revolución alguna. Esta maniobra fue mantenida por la Primera Junta, la Junta Grande, el primer, segundo y Tercer Triunvirato y los directores supremos, hasta la declaración de independencia de 1816.
Según el historiador Félix Luna en su libro Breve historia de los argentinos, una de las consecuencias principales de la Revolución de Mayo sobre la sociedad, que dejaba de ser un virreinato, fue el cambio de paradigma con el cual se consideraba la relación entre el pueblo y los gobernantes. Hasta aquel entonces, primaba la concepción del bien común: en tanto se respetaba completamente a la autoridad monárquica, Con la revolución, el concepto del bien común dio paso al de la soberanía popular, impulsado por personas como Moreno, Castelli o Monteagudo, que sostenía que, en ausencia de las autoridades legítimas, el pueblo tenía derecho a designar a sus propios gobernantes. Comenzaba así otra historia, que, con diversas alternativas nos llevaron hasta los días actuales.