SALTA (Matilde Serra) – Cuando el presidente Alberto Fernández decretó la cuarentena obligatoria les dijo a los argentinos que priorizaría la salud por sobre todas las cosas. En principio estuvimos todos de acuerdo, porque entre nuestras ilusiones estaban la de salir a la calle a más tardar un mes después. Sin embargo, el coronavirus sigue vigente, y los ciudadanos pasan hambre en Salta. Pensemos específicamente en este lado del país donde, literalmente, los niños se mueren de desnutrición. La pobreza estructural en Salta no es nueva, pero se agudiza.
¿Somos anti-cuarentena? ¿Descreemos del coronavirus? Para nada. Existe un respeto como a cualquier otra enfermedad, de la que se desconoce, de la cual aún no hay cura, y que cuenta según dicen, con muchos estudios científicos buscando su vacuna. Por ende, ¿no tendremos que comenzar a pensar en la convivencia con el virus?, como la gripe, el cáncer, el SIDA o cualquier otra enfermedad que ante ciertas circunstancia es fatídica. Es más, expertos en la salud aseguran que mueren miles de argentinos por infartos debido a que prefiere evitar las consultas médicas ante el miedo por contagiarse de COVID-19.
Lo que no se puede ignorar bajo ningún punto de vista es la necesidad de las familias que se agolpan por dos platos de comida. Que esperan en interminables filas, lo que puede ser su único alimento diario. ¡Qué diario! Quizás lo mejorcito de toda la semana. Mientras el coronavirus, importado de lugares exóticos, que estas personas a lo mejor en sus vidas conozcan ni vean en los periódicos, legitima el desconsuelo de un hambriento pueblo, que no morirá de Covid-19 pero sí, de hambre.
¿Llevarle una vez cada tanto dos platos de comida en plena calle, en época de pandemia es la solución? ¿Se combate el hambre y la pobreza de Salta con este tipo de medidas? ¿Ese es el plan de gestión que tiene por delante Gustavo Sáenz para los salteños más vulnerables?. Qué poco hay de la política para quienes son dueños en definitiva del poder que los políticos detentan porque fueron elegidos por el pueblo.
El coronavirus no solo desnudó la pobreza intelectual en la toma de decisiones por parte de la política. Desnudó además la falta de ganas de llevar a cabo la gestión para los más necesitados, que ante la pandemia agudizan su situación de hacinamiento, hambre y desnutrición, y que carecen de acceso a elementos básicos para cuidarse del virus como agua potable. Los ciudadanos se encuentran en una situación de desesperanza a las buenas de la vida, o de la Fe si es que la profesan. No se han de morir del virus, en el norte se han morir de hambre. A la vista de todos si seguimos esperando un milagro que desaparezca el virus en lugar de aprender a convivir con él.