SALTA (Ricardo Mena Martínez Castro) – Esta celebración comenzó un lejano 15 de junio de 1908, al entregarse los premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres, y en 1924 el gobierno nacional mediante el decreto 1038 declaraba en carácter de oficial “la Fiesta del Libro”, destinada a recordar que los libros constituyen una inapreciable herencia para el intelecto de los hombres.
La celebración se realiza mundialmente con la misión de fomentar la lectura, pues es conocido su enorme potencial tanto político como pedagógico y social y, a pesar de las infinitas opciones que ofrece la web para quienes aman y necesitan los libros, no hay mayor deleite que hojear y pasar una a una, amorosamente sus páginas. Un proverbio hindú dice que: “un libro abierto es un cerebro que habla, y cerrado es un amigo que espera; olvidado, es un alma que perdona y destruido un corazón que llora”
Los escritores consideran que después de años de consultarlos pueden en verdad considerarse hermanos, y quizá en numerosas ocasiones recuperar lúcidos insomnios.
Mucho han cambiado las cosas con las nuevas tecnologías, pero jamás desaparecerá la palabra escrita, conservada en la magia de sus páginas y no en cuadernos de indescriptibles caligrafías.
Insignes escritores han expresado sus ideas acerca de los libros, y entre ellos nuestro Nicolás Avellaneda, que en una ocasión decía: “Leamos para ser mejores”.
También Edmundo de Amicis, autor del célebre libro “Corazón”: “El destino de muchos hombres dependió de haber existido o no una biblioteca”. Es por eso que los bibliófilos jamás desparecerán, y es una verdad inocultable el florecimiento de valiosos bibliófilos a lo largo y ancho de este mundo.
Domingo Faustino Sarmiento esto decía: El segundo libro que leí fue “La vida de Franklin” y libro alguno me ha hecho más bien que éste. Yo me sentía Franklin, y por qué no. Era yo pobrísimo como él, y dándome mañas y siguiendo sus huellas podía un día llegar a formarme como él, y hacerme un lugar en las letras y en la política americana”. Es tan importante la lectura que, en materia de cuentos, una palabra innecesaria estropea a un buen lector. Es para ellos, necesario aproximarse a la lectura, y por ende acariciar con la mirada esos libros que secretamente nos hacen guiños desde sus pensados anaqueles. Es por eso que inmodestamente los escritores que abrevan de ellos, no imagine alguna vez la edición de sus obras completas, en utópicos papeles de biblia que les salvarán de la muerte y del olvido, ya que su desiderátum es no sólo contar sino imaginar.
