Generalmente no nos damos cuenta de la importancia que tienen los árboles en nuestra vida cotidiana. Pasamos por ella contemplándolos en las calles, adornando las veredas y oxigenando el ambiente enrarecido por el humo invisible provocado por los vehículos que trasiegan las ciudades.
El cuidado de los mismos y la plantación de retoños nació en Suecia a principios del siglo pasado, cuando se tomó conciencia del daño causado por la destrucción de la riqueza de los bosques nativos.
A continuación de Suecia le siguió Estados Unidos de Norteamérica en 1872, y siguiendo su ejemplo, poco a poco tomaron conciencia los demás estados europeos, como así también los restantes pueblos del continente sudamericano.
La ceremonia de inauguración se realizó en Argentina en el año 1901, pero ya en el año 1900 había sido instituido su día el 20 de agosto de 1900.
Esta feliz iniciativa se debió al Consejo Nacional de Educación dirigido en aquel entonces por el doctor Juan María Gutiérrez a instancias del doctor Estanislao Zeballos, a la sazón presidente del Consejo Escolar de la capital federal.
Anteriormente hubo un acendrado impulsor, que fuera don Domingo Faustino Sarmiento quién decía: “El cultivo de los árboles conviene a un pías pastoril como el nuestro, porque no sólo la arboricultura se une a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable”.
También en numerosas ocasiones pontificaba: “La pampa es como nuestra república: tabla rasa. Es la tela en que ha de bordarse una nación. Es necesario escribir sobre ella: ¡árboles! ¡Planten árboles!”
Ellos proporcionan al hombre como dijéramos, múltiples beneficios: abrigo en el invierno, sombra en el verano, modifican el clima, defienden contra el viento, siendo utilizados en los campos como contenedores del mismo para asegurar beneficiosas cosechas. Largo sería enumerar las ventajas que nos ofrecen y la belleza que nos deparan.
Escritores, poetas y cantores han loado al árbol. Por otra parte, en numerosas ocasiones han sido testigos de nuestra historia. Tenemos asegurados testimonios de lo que estamos diciendo: el ombú de Perdriel, el pino de San Lorenzo, el Cebil de Güemes, la higuera de Sarmiento y la magnolia de Avellaneda.
Por lo expuesto es necesario concientizar a las autoridades nacionales, provinciales y municipales a tomar conciencia de lo expuesto y ¡plantar árboles tanto como se pueda, evitando las deforestaciones insanas!
Por Ricardo Mena- Martínez Castro