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CULTURA

“La Faranda”, los títeres como expresión de nuestra humanidad y propulsores de la imaginación

“La Faranda” es un grupo independiente e itinerante, abocado al manejo de los títeres y la producción de grandes obras.Conversamos con Claudia Peña

La Faranda - Fuente:Redes sociales del artista

SALTA (Redacción) – La vida a la que estamos permeables día a día es una historia. La que sucede puertas adentro, es otro cuento. Es allí, donde se torna complejo discernir entre la ficción y la realidad. Es cómo querer practicar la objetividad sin tener en cuenta que estamos hechos de tantísima subjetividad, o lo que es lo mismo, el sentir. Esa característica que nos distingue como seres humanos es a la vez una virtud. Nos brinda la capacidad y la posibilidad de ver más allá. De imaginar otros mundos posibles.

Si tuviese que definir esta habilidad la graficaría a través de un títere. En ese objeto material, que poco tiene de artificial e inanimado, cabe un mundo inconmensurable. Todas las generaciones son testigo de la existencia de los títeres desde antaño. Fueron parte de nuestra infancia, y por suerte, siempre lo serán. Hay quienes todavía cultivan el hábito de utilizarlos para invitarnos a viajar en escena.

Con las dos manos alcanzando su mejor performance, una voz que a través de su relato nos pone en contexto y esos rostros tan pintorescos, los títeres – y titiriteros -nos presentan un mundo tan diferente como atrapante.. Algo mejor. Al igual que todas las expresiones artísticas, la propuesta teatral resulta una forma amable, honesta y transparente de transitar la vida, interpretarla y compartirla.

Titiriteros vanguardistas

Para entender este concepto y profesión, más vale adentrarnos en ese detrás de escena. En esa búsqueda, me doy con «La Faranda”, una compañía de teatro profesional, independiente e itinerante fundada en octubre de 1997, bajo la dirección de Fernando Arancibia y Claudia Peña. A la fecha, han producido y dirigido 16 espectáculos, entre los que se cuentan grandes y pequeños montajes, el teatro más pequeño del mundo y performances callejeras inclusive.

«Los títeres son síntesis, metáforas, sinécdoques. Son herramientas para construir dramaturgia. Para nosotros los títeres tienen posibilidades increíbles de comunicación, de sobrenaturalidad, de ubicar enseguida a las personas en algo que no es cotidiano. Y además como tienen la cualidad de ser incompletos, el espectador tiene la capacidad de completar. Es a nuestro juicio un espectáculo muy rico. Cuando uno se sienta a verlo tiene que creer que lo que le van a contar es verdad, al igual que aquel que la cuenta. Se arma algo muy especial e íntimo entre ellos. Esto sucede una vez , cada función es irrepetible», reflexiona Claudia.

Los títeres son herramientas y son prolongación de uno mismo. Para Claudia, una herramienta fantástica. “Cuando uno interviene una materia para transformarla esta la mano de uno ahí. Todo lo que hacemos es para la construcción de una dramaturgia y para impactar en el espectador, generando una vivencia única, instantánea, tan cercana a la vida y tan llena de felicidad. Es importante que todo lo que pongamos en escena vaya en esa dirección”, aclara.

Si bien han contado con la participación de diferentes profesionales del área, sus integrantes se han especializado en diseño y construcción de títeres, objetos y dispositivos mecánicos. Investigan y trabajan sobre la dramaturgia asociada a los mecanismos y a la operación técnica. Precisamente, en 2014 ha recibido el Premio Nacional “Javier Villafañe” por la trayectoria y calidad, correspondiente a la Región NOA.
Desde el año 1997, año de su creación, han recibido el apoyo incondicional del INT, Instituto Nacional del Teatro.

De esta manera, han logrado generar una propuesta escénica innovadora y superadora para lo que estamos acostumbrados a ver al momento de hablar sobre los títeres. Podríamos decir que, «La Faranda» a redimensionado desde su comienzo la forma de hacer teatro a través de los títeres.

Por un lado, Fernando es el especialista en el diseño y construcción de los mismos, entendidos como dispositivos escénicos necesarios para el espectáculo. Es un trabajo artesanal, en el que Fernando se aboca a tallar el telgopor y la goma espuma. Mientras tanto, Claudia hace las terminaciones, las cartapesta o coloca el cemento de contacto. Según me cuenta, intervienen mutuamente uno en el trabajo del otro. Ella además se ocupa de la elección de colores que definirán los vestuarios, los maquillajes y la escenografía. Ambos pintan los títeres así como elaboran la  dramaturgia de manera conjunta.

Asimismo, cuentan con la ayuda de Trilce Lovisolo y Mercedes Moscas como auténticas difusoras del grupo y sus producciones.  Sergio Álvarez es el diseñador gráfico y Bruno Mesquini, es quien se encarga del diseño de la página web, logrando alcanzar un trabajo de equipo simbiótico en sus ideas, elecciones y decisiones. «El teatro es algo que tiene que ver con lo que intrínsecamente somos y con lo que quisiéramos ser, anhelos, fantasías; nuestro propio cosmos, entonces no es fácil que alguien de afuera pueda plasmarlo y entenderlo. Con ellos, y entre todos, lo logramos», agrega Claudia.

“Tócate el pecho. ¿Sentís?”

Para alcanzar este posicionamiento, desde «La Faranda» hicieron de la vocación y el profesionalismo su modus operandi a través de los años, dando cuenta de una definida evolución. «Desde lo interno, los integrantes sabemos más porque nos hemos capacitado, hemos estudiado, tenemos oficio al ejercer la profesión de manera cotidiana y continua. En las puestas en escena y también en la mecánica del grupo, no perdemos tanto tiempo ni energía en cosas que no nos convienen. Uno ha aprendido un camino y concentra la energía ahí. Es decir, se trata de hacer menos funciones, mejores pagas», nos explica.

En este sentido, el progreso tiene que ver con el presente del grupo ya que ahora no solo invierten su tiempo en funciones para colegios, sin subestimar al público infantil que ha sido motor y fuente de aprendizaje en los inicios. En este momento, Claudia y Fernando se ocupan de desarrollar investigaciones postergadas y estudiar teorías ya que entienden que en una profesión hay que mantener el entusiasmo original. «¿Qué  hizo que eligiéramos este camino?”, se pregunta en voz alta y responde: “Una necesidad, un entusiasmo y un motor imparable que nos lleva a hacerlo y eso hay que mantenerlo vivo, como un fuego».

Si bien trabajar del arte suele pensarse como un oficio sacrificado, no en vano algunos hablan del «hacer las cosas por amor al arte», Claudia tiene una postura firme acerca de ello.  «Los oficios artísticos parecerían que nunca tienen una posibilidad de vida digna y eso en parte es cierto, pero también es una elección personal. Hablamos de vocación, ahora tenemos que poder sostenernos dignamente con ella”, expresa.

“Sucede que algunos no consiguen un sustento diario y deben  cambiar de profesión porque te quita ánimo, te da tristeza. Por eso mucha gente deja y elige un cargo de empleado público, por ejemplo. A la vida hay que sostenerla. Hoy concentramos la energía para mantener el fuego encendido», enfatiza, reivindicando su misión original:  sentir el latido de la vida junto a nuestros espectadores; en esto consiste el anhelo de Claudia y Fernando.

Un llamado a nuestra mejor versión: la niñez

Cada uno invirtiendo tiempo y espacio para plasmar lo que algunos conocen como fantasía. “La Faranda” busca ir al hueso de quienes somos. Prevé traducir en hechos aquellos universos de abundantes quimeras. «Los títeres son personajes fantásticos en todo sentido y sobrenaturales. Además con características parecidas a la de la humanidad. Parecen habitar el mundo de la niñez pero no es así; se tratan de espectáculos aptos para niños tanto como para adultos”, explica, marcando un paralelismo entre grandes y chicos, provocando a ese niño interior del que tanto se habló y se habla.

“Me refiero con ello, a que ese mundo de la niñez tiene lo mejor de todos nosotros, nuestra inocencia, nuestra confianza, nuestra esperanza. En él podemos compartir y armar algo bello entre todos. Es un espectáculo entre hacedores y espectadores que buscan construir belleza y bondad, y el universo de títeres está impregnado de generosidad», analiza.

Por ello, la poesía de su dramaturgia se construye a partir de una idea, una emoción, una música, una historia fascinante. “Siempre vemos en las historias clásicas una gran fuente de emoción y de herramientas para comprender otras cosas, comprender nuestra humanidad y eso compartirlo con el espectador. Es como un enamoramiento de la obra y a partir de allí, todo comienza a funcionar. Pero si por algún motivo la obra ya no tiene ese impulso, hay que bajarla”, revela Claudia.  

A partir de estos estímulos tan simples y cotidianos, elaboran una dramaturgia basada en una secuencia de acciones, las cuales se consiguen con improvisaciones y ensayos sobre esas improvisaciones. El texto final se coloca al final cuando esta lista la secuencia de cada escena.

Imagino, luego existo

En este devenir, me comenta sobre el último espectáculo basado en la ópera de Mozart, el cual surgió a partir de unos sobrinos que viven en Suiza, estudian música y hacen conciertos familiares. Al resultarles tan hermosa la música que ellos elegían y lo bien que la tocaban, así como el compartir esa emoción de estar en familia escuchando, emergió el deseo de armar algo con ellos. «Se va alimentando el entusiasmo, siempre desde algo interno que a uno la mueve y conmociona», subraya.

(…) Nuestra imaginación vuela, nosotros somos las sombras que proyecta sobre la tierra (…) pensaba Vladimir Nabokov, un pensamiento al cual Claudia y sus compañeros se aferran y adhieren, sin discriminar por edad o gustos, entendiendo que el títere es una manifestación necesaria para todo ser humano, desprendida de toda condición. De  hecho, Clau afirma que la mayor cantidad de espectáculos los ha visto siendo adulta a la par de sus dos nenas, con quienes cultiva el hábito de consumir cultura, divirtiéndose a la par.

«En una de las funciones había una señora que vino, estaba muy emocionada y me dijo: – les agradezco tanto porque he vuelto a mi niñez viendo esto -. Entonces quiero decir que volvemos a un estado de bondad, que como adultos lo tenemos adentro. No se trata de encasillar las cosas. El arte es arte, hay que ir, hay que intentarlo porque lo que se produce en ese momento te alcanza, lo que se produce es único y estoy convencida que tiene que ver con lo mejor de nosotros. Sentir que estamos en el mundo y que somos capaces de abarcarlo», profundiza.

El teatro como expresión de trascendencia humana

«Da siempre lo mejor de ti y lo mejor vendrá, eso trabajamos todos los días», admite Claudia, retomando una frase de la Madre Teresa de Calcuta, a la cual han llevado a la práctica a través de los años, logrando enriquecerse y sustentarse con sus funciones en diferentes espacios, sin ataduras y con total libertad.  De allí  su carácter de grupo independiente e itinerante. Sin embargo, en este punto Claudia nos propone pensar lo siguiente:  “¿Que libertad  te puede dar ser independiente si nos podes llevar un plato de  comida a tu casa todos los días? , poniendo de manifiesto la situación de la gran mayoría de los grupos que comparten estas características.

 Aún así, “La Faranda” es ejemplo del persevera y triunfarás.
«Creemos profundamente en lo que hacemos. A veces podemos claudicar o sentirnos decepcionados pero creemos que el teatro puede crear momentos bellos donde no los hay, puede enriquecer a las personas, puede ayudar nuestra comprensión humana y el mundo en el que vivimos, puede ayudarnos a superar momentos difíciles”, asegura Claudia, desde su experiencia y formación.

“El teatro impacta en cada persona de acuerdo a lo que es cada quien. Son múltiples sus efectos y todos nos permiten mejorar. Es una posibilidad de salir de lo cotidiano y crear otros mundos, siempre que todo este bien hecho y recreado para poder vivir ese mundo. Vivir es sentir. Sintiendo también es como uno aprende, más allá de lo intelectual. Eso tiene el teatro: transforma. Da la posibilidad de ser parte de momentos inolvidables sintiendo la vida. Es una ficción y sin embargo, en esa ficción uno siente el pulso de la vida», concluye, con la misma profundidad y convicción que mantuvo a lo largo de nuestra charla.

Ahora, rodeada de tantos títeres que parecen tener vida propia y la fantasía reflejada en ellos, me animo a invitarle un café a esa niña interior que dejé hace rato en suspenso, para negociar la lógica, más bien sublevarla al poder mayúsculo de la imaginación, que hace de la nada y dos manos, un mundo mejor y un cielo más grande.

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