SALTA (Redacción) – Como bien lo dice su nombre, “El mundo baila” nos invita a viajar alrededor de la geografía a través de grandes obras de la música universal. Se trata de unas de las últimas presentaciones con las que la Orquesta Sinfónica de Salta empieza a concluir la temporada. Bajo la batuta de la maestra Yeny Delgado la cita iniciará a las 21 horas, en el Teatro Provincial, Zuviría 70.
La agrupación interpretará un repertorio rico en composiciones musicales de diversas culturas, dando cuenta del talento, la versatilidad y la destreza de los músicos que componen la Orquesta. Las mismas serán: Danzas húngaras nº 1,3,10,5 y 6 de Johannes Brahms, Danzas eslavas de Antonín Dvorak (Op. 46, nº 8, 3 y 4; Op. 72 nº 1) y Tres danzas cubanas de Arturo “Chico” O’Farrill .
Asimismo, se retomarán las composiciones del querido Cuchi Leguizamón, tales como: El Avenido y De estar estando (Orquestación Gustavo “Popi” Spatocco), Zamba de los mineros (Orquestación Gustavo “Popi” Spatocco), Juan del Monte (Orquestación Gustavo “Popi” Spatocco), Chacarera del expediente (Orquestación Gerardo Di Giusto) y Carnavalito del duende (Orquestación Gerardo Di Giusto).
Un repertorio multifacético
Danzas húngaras… son veintiuna danzas alegres, basadas en melodías húngaras. Expresan el gran interés de Brahms por la música “tzigan”, coincidente con el gusto europeo por el folclor. Además estas piezas están íntimamente relacionadas con el exotismo transcrito de música popular en música culta. Se caracterizan por su ligereza, vivacidad y efervescencia e influenciaron a muchos compositores clásicos.
Danzas Eslavas son dieciséis obras destacadas en el repertorio de Dvorak. Están escritas para piano y arregladas para orquesta por el propio autor. Presentan influencia nacionalista del folclore de la Bohemia y de la República Checa, llevado a un lenguaje romántico avanzado. El autor se inspiró en las danzas húngaras de Brahms, compuestas a petición de la editorial.
Las piezas, animadas y abiertamente nacionalistas, fueron bien recibidas en el momento y se han incorporado a la cultura popular. Dvo?ák hizo uso de los ritmos característicos de la música popular eslava, mientras que las melodías son originales. Fueron escritas para piano y ante el éxito, el editor le pidió una versión orquestal. Ambas versiones fueron publicadas en el mismo año y provocaron la reputación internacional del compositor.
Chico O’Farrill es reconocido como «el arquitecto del jazz afrocubano». Fue uno de los más legendarios directores de orquesta, compositor y arreglista de jazz latino. Estudió trompeta mientras cursaba en la academia militar en Georgia (EE.UU.). En Nueva York trabajó como arreglista y compuso para Benny Goodman, Machito, la Afro-Cuban Jazz y para sus propias formaciones orquestales.
Sus arreglos abrieron caminos en el uso de figuras rítmicas, con contraste dinámico, como la fusión de jazz con ritmos afrocubanos y con la inclusión de ideas de Stravinsky y Stan Kenton, instalando el desarrollo de la Afro-Cuban Jazz. Este híbrido musical inició una manía de danzas como el «Mambo», que en lengua yoruba significa «cuestión importante».
Si volvemos a nuestras raíces, entonces nos encontramos con él. A los dos años de edad, Gustavo “Cuchi” Leguizamón recibió un regalo de su padre que sellaría su destino: una quena con la que aprendió a tocar El Barbero de Sevilla. Desde ese momento y siempre de oído, se destacó en sus múltiples interpretaciones, aunque también fue abogado, profesor de historia, filosofía y diputado provincial.
Ejerció abogacía durante treinta años hasta que abandonó sin despedirse nunca de su gran amor la música, a la que también comprendía en su dimensión social, no meramente artística. Es el autor de la música de muchas composiciones clásicas del folklore argentino: Zamba de Balderrama, Lloraré, Zamba del Carnaval, Zamba de Balderrama, La Pomeña, La Arenosa, etc. Musicalizó poemas de Castilla, Borges, Neruda, Dávalos, y de otros poetas.
