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CULTURA

Día de la bandera- Muerte del Gral. Belgrano

Este día fue elegido por ley del Congreso Nacional para homenajear en él, al general doctor don Manuel Belgrano, creador de la bandera de la nación.

Manuel Belgrano
Día de la bandera- Muerte del Gral. Manuel Belgrano

SALTA (Ricardo Mena Martínez Castro) – Este día fue elegido por ley del Congreso Nacional para homenajear en él, al general doctor don Manuel Belgrano, creador de la bandera de la nación.

Para historiar de alguna manera los hechos ocurridos en aquel tiempo, recordemos lo tantas veces escrito que, a principios de 1812 nuestro benemérito general fue enviado por el gobierno a defender las costas del río Paraná, en las proximidades del pueblo de Rosario, y para tal fin instaló dos pequeñas baterías para estimular el valor de sus soldados que, hasta ese momento carecían de un símbolo distintivo. Propuso a la Junta la creación de una escarapela que recién el 18 de febrero de 1812 el gobierno emitiera un decreto autorizando su uso. El color asignado fue celeste y blanco, de acuerdo a lo pedido por el general. 

Siguiendo una cierta cronología, el día 27 de febrero del mismo año procede a enarbolar nuestro estandarte, con el propósito de distinguir nuestras tropas de las del enemigo, habiendo comunicando al gobierno este hecho, decía: “Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniendo, mandéla hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional”.

Mucho se ha escrito acerca de esta bandera y sus colores, pero no es nuestro propósito recrear el episodio en esta oportunidad. El gobierno central desconoció el hecho, argumentando se trataba de un acto definitivamente independentista, lo cual no convenía a los intereses de la naciente revolución; el prócer desconoció esta prohibición, y una vez llegado a la ciudad de Jujuy, con motivo del segundo aniversario del movimiento revolucionario, desplegó el nuevo símbolo. Se suscita aquí una nueva discrepancia respecto a los colores de nuestra enseña patria, razón por la cual tampoco emitiremos opinión en esta nota, pero sí se hallan escritas en trabajos de investigación anteriores. Dicho esto, reproducimos sus palabras:

 “Nuestra sangre derramaremos por esa bandera”.

Continuando brevemente con estos hechos de evocación, el día 13 de febrero del año siguiente unos días antes de la gloriosa batalla del 20 del mismo mes, la hizo jurar a orillas de río Pasaje que, desde ese momento pasó a llamare Juramento. Alí pronunciaba las siguientes palabras, para regocijo de la posteridad:

“Este será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los soldados de la patria”

En su sesión del 20 de julio de 1816 el Congreso reunido en Tucumán, adoptó definitivamente la enseña celeste y blanca como símbolo nacional, y como inspiración sagrada de la futura república. Hoy la vemos ondear majestuosa en su armonía tricolor, y quizá más sagrada que todos los estandartes del mundo, ya que nunca tremoló sobre el dolor de los vencidos.

Vemos este sagrado lábaro con la misma unción que representa, y el alma del patriota henchida de orgullo, la contempla pensativa como si el mismo Ande fuera su asta y el cielo su paño.

Para ese lábaro sagrado que anida en todos los corazones, vayan los estremecimientos nobles, y la pujanza de la musculatura del trabajo, en esta patria asolada hoy por la desesperanza y los intereses espurios de los aprovechados de siempre.

Como dijéramos anteriormente el homenaje a la bandera coincide a propósito con la recordación de la muerte don Manuel Belgrano considerado Padre de la Patria, por su acendrado amor a la misma, habiéndole dedicado la vida entera en pos de su libertad y progreso. Si hubiera dos Belgrano, otro hubiera sido el destino de esta gran nación que, por su potencia y extensión estaba destinada a ser el contrapeso meridional del continente americano. No pudo ser por las circunstancias ya conocidas que se abatieron sobre la historia del país.    

En estas páginas, y en otras oportunidades, hemos publicado detalladamente circunstancias de su vida tanto guerrera como personal, y es por eso que, siguiendo a uno de sus biógrafos González Arrili, describiendo sus últimos momentos esto decía: “El 19 de junio dio un beso a su hermana Juana para pagarle sus amorosos desvelos, confesó, comulgó y cristianamente en la mañana del otro día, a las siete, expiró suspirando: Ay patria mía.”

“Hecha la autopsia de su cadáver, Readhead-su médico personal y amigo-comprobó que su corazón era más grande que el común de los mortales”.

“Se le amortajó con el hábito de Santo Domingo, pues así lo dejó pedido, y en un féretro de madera de pino, cubierto por una tela negra, lleváronlo sus hermanas y unos pocos amigos la media cuadra que distaba su casa del convento dominico, y allí en el atrio de la iglesia, al pie de la pilastra derecha del arco central le cavaron la fosa”.

 “Los habitantes de Buenos Aires no se enteraron de la muerte del más puro y grande de sus héroes”. Impetremos para que su estatua, por los siglos, y los siglos que vendrán, sea besada por el agradecimiento y la caricia fecunda de la patria que permanentemente le recuerda.


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