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CULTURA

Acerca de la política y la esperanza, historia y presente de la Argentina

Armando Perez Nucci nos deleita con un recorrido histórico por las presidencias de nuestro país y mucho más

Bandera Argentina -Fuente: sitio argentear.com
Bandera Argentina -Fuente: sitio argentear.com

SALTA (Armando Perez Nucci) – Nuestro país ha transitado un largo camino en democracia desde 1983 en que se inauguraba un ciclo, a mi entender irreversible, en el cual nuestros habitantes se han dado cuenta que es mejor elegir libremente a que nos elijan, como sucedía con los periodos de alternancia de gobiernos elegidos democráticamente e interregnos militares, que se adjudicaban el derecho de regir nuestro destino nacional.
A partir de los años treinta del siglo pasado, pasamos por esas alternancias pero lo que deseo destacar aquí es la presencia de la esperanza, muchas veces presente, otras tantas frustradas, como factor de constitución política y como visión de futuro de todos los argentinos.

Es mi intención poder analizar este fenómeno de la esperanza en política, en la espesura de la realidad, que se aplique al análisis intelectual, un fenómeno nuevo de la reflexión y la relación entre ética y política a la que me he referido en otras oportunidades.

Esta nueva dimensión de la política, la recuperación de la esperanza, nos muestra una nueva visión sustantiva y una reivindicación de aquella como parte indivisible de nuestro ser nacional. A partir de esta visión autonómica de partidismos y lecturas parcializadas se debe dar necesariamente una recuperación de la fe en política , una estrecha relación entre ética y política y la cristalización de la perdida esperanza en el campo de lo político y la política nacional.

Todo esto debe ser considerado en el marco de la concepción griega de la política que reconocía que, en principio, el hombre era un “zoom politikon”, mal traducido cuando no menos mal interpretado como “animal político” y no en el sentido de “animal social” en su concepción más reconocida. Para un griego, fuera de la ´polis´, solamente se podía ser dios o bestia, reconociendo el carácter de “ciudadano” o miembro activo de la ´polis´ como condición para su humanidad. Fuera de esta concepción, que daba unidad constitutiva y superior a la existencia humana, la condición de “hombre no político” era la de un “idion”, una entidad con faltas, incompleta, insuficiente.

De manera que, desde el comienzo de esta historia política de la humanidad, la condición de “ser social” pasa a ser una cualidad efectiva del hombre y su falta de participación en los asuntos de la ´polis´- hoy podemos llamarla “nación” – una cualidad defectiva que no se encuadra en calidad humana.
La esperanza es el otro tema asociado al análisis que estoy efectuando sobre la política argentina en la historia.
A este respecto, respecto San Pablo manifiesta que la esperanza es de lo que no se tiene y se puede tener.

Y para ello se requiere, en la opinión de Gabriel Marcel, de al menos cuatro condiciones: paciencia, disponibilidad, cautividad y carácter profético. 
Paciencia, porque solamente el esperanzado y, en nuestro caso en particular el ciudadano, sabe dar valor al tiempo de su prueba; en definitiva, ¿qué otra cosa sino es “alguien que espera”?
Disponibilidad, porque el esperanzado se halla abierto a la trascendencia que su propia fe le da, a la propia acción del político que le ofrece un mejor país.

Cautividad, porque solamente quien se siente cautivo en esta vida o este sufrimiento por tener un mejor existencia política nacional, puede acceder a una plenitud superadora. En este sentido, el ciudadano, que es un ser cautivo por excelencia, sabrá esperar con esperanza lo que su fe le indica que debe esperar.

Finalmente, carácter profético tiene la esperanza cuando toma conciencia que ella misma no es lo que debería ser, sino lo que deberá ser y que ello no depende de nosotros. Marcel manifiesta que la esperanza es salvadora porque es el arma de los desarmados o, más exactamente, lo contrario de un arma y en ello reside misteriosamente su eficacia… (Etre et avoir). Esto es, en esencia, esperar con esperanza en la política que se ejerza sobre nuestro país. Veamos ahora algunos hitos de nuestra realidad política, al menos desde la década de los ´40 del siglo pasado.

El Perón de los cuarenta es el protagonista del 17 de Octubre de 1945, la fecha en la que nacía una nueva Argentina. Surgía para los pobres, los desposeídos, los obreros, el inicio de la Justicia Social y la esperanza de un mundo mejor. Una Nación se ponía de pié – al tiempo que los ponía en la fuente de Plaza de Mayo – , para asumir y disfrutar desde ese momento lo que era una situación normal y cotidiana para muchos otros países y el bienestar de sus habitantes y asalariados.

No voy a emitir juicio sobre el devenir del peronismo que terminó en una época de incertidumbre durante la década de los 50, que concluiría con la esperanza que manifestó y con el gobierno de Perón y que abriría caminos a diversas interpretaciones de lo que debía ser el peronismo de allí en adelante, pero si criticaré el feroz antiperonismo sin razones lógicas y sin racionalidad y que duraría años, con la complicidad silenciosa de otros partidos políticos. Es el fin de la primera esperanza que aquí analizo.

Arturo Frondizi en la década de los ’60 fue una nueva esperanza; fue unos de los políticos más capaces de aquellos años y no reconocido por muchos hasta nuestros días. Planteó una visión particular de lo que Argentina debía ser y no dudo en reconocer que se había equivocado, ejecutando nuevas alternativas para nuestro desarrollo que no pudieron cumplirse por su escaso caudal de votos que lo ungieron presidente y el asedio militar y su poder para intervenir gobiernos civiles, planteando las famosas ya alternancias entre gobiernos civiles y castrenses que duró hasta 1983.Así terminó la segunda esperanza de los argentinos en una mejor nación.

La tercera esperanza nació con el regreso del Perón de 1973, el “león herbívoro” que se había despojado de sus pesas nacionalistas intolerantes, para convertirse en un gran estadista que en Europa había aprendido mucho de los líderes socialdemócratas que habían reconstruido en paz ese continente después de la Segunda Guerra Mundial y lo habían convertido en una región democrática y económicamente estable. Creo que muchos vimos ese abrazo con su viejo rival Balbín como el comienzo de una nueva Argentina en paz y con reconciliación. Pero estaba viejo y enfermo, más allá de sus loables intenciones , y a su alrededor se tejía una maraña de intereses ideológicos, económicos y personales de ambición política de otros que iban desde la desnaturalización e ineptitud del poder – llámense “ Isabelistas” -, hasta pasando por los que deseaban un “ peronismo sin Perón” , las organizaciones de izquierda que buscaron un “Perón sin peronismo“ y el acceso a un poder que, por tradición y esencia, no les correspondía, al menos en ese momento. Y así nos fue.

Fue el denominado “¿Proceso una fuente de esperanza? Yo creo que si para los que estaban cansados de tanto desorden, tanta corrupción, tanto desatino político, tanta muerte y tanta sangre que pudo evitarse. Pero los militares se equivocaron, porque podían haber combatido a los que agredían la Nación y la Esperanza con la Constitución en la mano, como lo demostraba por esos años la experiencia de Italia y Alemania frente a bandas terroristas. Y no lo hicieron o no pudieron por su estructura y formación intelectual. Desencadenaron otro baño de sangre y vulneraron derechos ineludibles, como también lo habían hecho antes los que combatieron desde la política. El final ya es conocido y sus consecuencias también.

Alfonsín se quedó corto en la recuperación de la esperanza. Es el fundador de la democracia moderna de la Argentina y era el giro de izquierda que se necesitaba el país y le debemos mucho por eso, pero no pudo con la incapacidad para dominar una economía rebelde e inflacionaria, se equivocó con la Ley Sindical y tuvo en contra el peronismo que lo vislumbró débil y sin una mayoría parlamentaria a pesar de sus muy buenas intenciones. Terminó con un caos económico y social que lo obligó a dejar el gobiernos seis meses antes.

Menem nos vendió la esperanza como collares de vidrio de colores y una realidad que no se ajustaba a las necesidades del país, nos dio un dólar ficticio y el cuento de ser miembros del “Primer Mundo”, privatizó por orden del FMI y sin criterio de realidad ni soberanía argentina ,además de una gran corrupción a todos los niveles que nos llevó a la anomia y a la disgregación nacional ,y cuando todo se derrumbaba, se fue .

De la RúaÁlvarez y más que ellos la Alianza, fue la otra gran esperanza y una más gran decepción, por soberbia e ineptitud de unos y principismos de otros que eludieron responsabilidades. El caos se apropió de Argentina, la miseria, la agresión, las protestas, los heridos y las muertes de ciudadanos que no debieron morir, todavía nos duelen como argentinos que amamos a nuestro país.

Los últimos diez años, a pesar de logros sociales que deben ser valorados, vio florecer los enfrentamientos la soberbia y los orgullos, además del no reconocimiento de los errores políticos y sociales cometidos y reafirmó en criterio que los largos períodos en el sitial de Rivadavia, son inconvenientes para la salud política de nuestro país.

En fin, llegamos a nuestros días y esperamos con esperanza todavía…

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