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CULTURA

Los jesuitas, sus inicios: parte I

Síntesis de un libro de próxima aparición. Los jesuitas en el noroeste argentino

Jesuitas - Fuente: Wikipedia

SALTA (Por Ricardo Mena-Martínez Castro) – Condensar en tan pocas páginas la historia de la Congregación Religiosa de San Ignacio de Loyola es una tarea imposible de realizar, de manera que sólo nos limitaremos a recordar sus bases fundacionales, el paso por nuestro territorio y su actuación en él. Se trata de una orden religiosa apostólica y sacerdotal, ligada naturalmente al Papa, y su finalidad según el documento de su fundación en 1540, es “la salvación y perfección de los prójimos”.

San Ignacio de Loyola, su fundador, propició la idea que sus miembros estuviesen siempre preparados para asistir inmediatamente a los lugares donde sean necesitados. Profesan los tres votos comunes a la vida religiosa a saber, OBEDIENCIA, POBREZA, Y CASTIDAD, y naturalmente la antedicha obediencia al Papa.

El nombre jesuita con que se designa a los miembros de esta congregación, no fue siempre el nombre oficial, pues se trató de un mote usado en Alemania antes de la constitución de la orden. El término en aquellos días era sinónimo de lo que hoy sería necio, o de lo que despectivamente se dice de un malvado, nombrándolo santurrón. La primera vez que se aplica esta palabra a los individuos de la Compañía de Jesús, es en el año 1544, en las regiones del norte.

En aquel tiempo San Pedro Canisio escribía al beato Pedro Fabro el 30 de diciembre de aquel año: “de nosotros diré que se nos llama jesuitas”, con un sentido irónico y agresivo. En Flandes el término jesuita se refería al sacerdote hipócrita. Pero como contrapartida, este término también había sido tomado en el buen sentido, al punto que el piadoso Ludolfo Cartujano en el libro de la “Vida de Cristo”, que fue determinante hasta para la conversión del mismo fundador, dice: “Así como por la gracia del bautismo de Cristo se llaman cristianos, así en la gloria celeste de Jesús, seremos llamados jesuitas, es decir, por el Salvador salvados”.

Entre los católicos, comenzó a generalizarse esta denominación, llamando así a los hijos de la Compañía después que el Concilio de Trento lo autorizara. Así consta en las Actas de los años 1562 y 1563, nombrando al *Padre Laínez, General de los Jesuitas. A los miembros de esta orden se les llamó también “teatinos”, confundiéndolos con los de la Orden fundada por San Cayetano, en colaboración con Juan Pedro Carafa, obispo de Teatino. En Italia pronto esta denominación quedó solamente para esta última congregación, es decir para los hijos de San Cayetano. La fórmula del llamado Instituto (jesuita), y conformada por el Papa Julio III en 1550 dice: “militar para Dios, bajo la bandera de la Cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra”. 

Jesuitas- Fuente: Wikipedia

 El Castillo de Loyola

 Ignacio de Loyola, fue el último de los trece hijos o al menos de los ocho varones nacidos de Beltrán Yáñez de Oñaz y de doña Marina Sáez de Licona y Balda. El castillo de don Beltrán, un suntuoso edificio, fue llamado luego “La Santa Casa” por haber nacido San Ignacio en ella. Don Beltrán, señor de este magnífico edificio, dio a este la forma de fortaleza con torreones, almenas y aspilleras*. En 1456 por disposición de Enrique IV de Castilla, se demolieron todos los castillos señoriales de la provincia, a fin de acabar con la guerra a muerte desatada entre los bandos de la región. El castillo de Loyola solamente conservó la parte baja, siendo posteriormente reedificados los pisos superiores por don Juan Pérez de Loyola, abuelo de San Ignacio. En la parte baja del castillo se establecieron los jesuitas que lo habitaron en 1682, siendo la Capilla de la Concepción el lugar donde ejercían los sagrados ministerios, mientras se edificaba la iglesia. En la parte superior se encuentra la Capilla de la Conversión, y se cree que donde está el altar, estuvo emplazada la cama donde yacía el santo, aquellos largos meses que necesitó su recuperación, luego de las heridas recibidas durante el sitio de Pamplona.

En el piso principal, se conservan tres capillas con una antesala destinada a las confesiones. La del ángulo norte es denominada “oratorio antiguo”, por creerse que era de la casa, erigida a fines del siglo XV o principios de XVI. Allí dijo su primera misa San Francisco de Borja en 1551. La del otro extremo está dedicada a este santo y la del medio, llamada “capilla de las reliquias”, recuerda las tristezas de las catacumbas. Está recubierta por paredes de mármol de carrara.

Aún en vida de San Ignacio, el castillo de Loyola, fue objeto de culto por parte de San Francisco de Borja, y otros padres de la Compañía de Jesús. Este culto se acrecentó al enlazarse esta casa con la del duque de Gandía, de modo que, en 1567, don Pedro Centellas, Conde de Oliva, nieto de San Francisco de Borja, obtuvo el permiso eclesiástico de que cualquier sacerdote, pudiese decir misa en esta Santa Casa. A partir de aquel momento esta comenzó a ser nombrada así.

 Al ser declarado Ignacio beato por el Papa Paulo V, el castillo se convirtió en santuario. La propiedad que estaba vinculada al Mayorazgo de Loyola, pasó a don Martín, fundador del marquesado de Oropesa en el Perú. Posteriormente la reina María Ana, madre de Carlos II, solicitó a los propietarios de ese momento, se la cedieran para entregársela a los padres de la Compañía. Para ello se procedió a la desmembración del Mayorazgo, tomando los padres posesión del castillo el 19 de febrero de 1682. La primera medida que tomaron fue la construcción del colegio, y la primera piedra de la iglesia se colocó el 25 de marzo de 1689.

La formación de un jesuita, comienza con un noviciado de dos años, para luego intensificar los estudios de humanidades, filosofía y teología. Asimismo, realizan, lo que denominan prácticas apostólicas, que no son otra cosa, que prácticas de docencia. Estas prácticas se realizan en colegios, en los trabajos parroquiales o simplemente en los medios de comunicación. Sus estudios de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, ha hecho de sus miembros durante casi cinco siglos, los líderes indiscutidos de la intelectualidad católica en el mundo.

ORGANIZACIÓN JESUITICA Y LA CUEVA DE MANRESA

Mucho es lo que hemos oído acerca de los jesuitas, pero poco es lo que sabemos de su organización. La congregación general es el órgano supremo con que estos se manejan, es decir que es propiamente su forma de gobierno. Solamente se lo convoca en casos extremos y sus generales, no pueden renunciar, dado que su cargo es vitalicio, aunque las normas que se encuentran en vigencia desde 1995, dan la posibilidad de la renuncia. El primero en hacerlo, debido a situaciones críticas de salud fue Pedro Arrupe en 1983, aunque naturalmente autorizado por la Congregación 33. Recientemente en el año 2.008, el sucesor Peter Hans Kolvenbach siguiendo la modificación del año 1995, puestas en las “Normas Complementarias”, también pudo hacerlo. Esta orden ha manifestado a través del tiempo una lealtad incondicional al Papa, y su visión crítica de las distintas situaciones en el mundo, los ha colocado en las antípodas de las posiciones que sustentaban regímenes como Inglaterra bajo el dominio de Isabel, el absolutismo de Luis XIV, llamado el Rey Sol, debido a la vastedad de sus dominios, y con el *regalismo español, que no era otra cosa que la defensa de la corona en sus relaciones del Estado con la Iglesia. Esta congregación también fue crítica con los gobiernos liberales de América y Europa; los regímenes comunistas de China y la Europa Oriental, limitaron grandemente sus actividades.

El primer germen de la Compañía debe buscarse en la localidad de Manresa, pues allí llegaba Ignacio un 25 de marzo de 1522. Después de la vela de las armas espirituales, la noche del 24 al 25 de marzo, ante la imagen de Nuestra Señora de Monserrat, ya convertido del todo a Dios, y con el alma dispuesta a un cambio radical de vida, como lo relata el padre Luis González de Cámara en su autobiografía, Ignacio delineaba su vida futura.

La cueva de Manresa, ceca de Barcelona, fue el lugar donde las oraciones del santo, fecundaron en ejercicios espirituales que revolucionaron el mundo, dando a la iglesia numerosos santos. Ignacio debió refugiarse en esta cueva, debido a que, al no poder embarcarse hacia Jerusalén desde Barcelona, debido a que una peste arrasaba la población, hubo de recurrir a esta cueva para ejercitar sus oraciones.

Lo cierto es que luego de la *batalla de Pamplona, en su larga convalecencia de Manresa, Ignacio, leyendo la vida de Jesucristo y de los santos, y la lectura de los rigores a los que se sometían, pensaba en su vida pasada y, sacando lección de ellas, supo que debía hacer extremada penitencia. Decidió entonces peregrinar a Jerusalén, y ni bien volviese de allí, cumplir su primer propósito, es decir el de practicar ese prometido arrepentimiento; “pedía limosna cada día, no comía carne ni bebía vino, aunque se lo diesen. Los domingos no ayunaba, y si le daban un poco de vino, lo bebía. Se dejó crecer el pelo anteriormente muy cuidado, haciendo lo mismo con las uñas de las manos y de los pies: “perseveraba en sus siete horas de oración de rodillas, levantándose a media noche continuamente”. Luego, después de un año de recibir las enseñanzas de Cristo, comenzó a cortar su cabello, el pelo y las uñas. El padre Laínez refiere de los muchos bienes espirituales que comenzaron a verse desde aquel primer campo de su apostolado. Su celo ardiente fue la salvación de muchas almas, para lo cual profundizó los Ejercicios espirituales que ya él practicaba.

Ni bien llegado a Barcelona desde Jerusalén, comenzó a estudiar para hacerse más aceptable a las almas que deseaba salvar, con intenso fervor. Comenzó de inmediato a buscar compañeros que le ayudaran en la tarea de que, una vez fundada La Compañía, sus seguidores hicieran con el impulso de sus colaboradores, los mismos ejercicios espirituales con que el santo comenzara. El primero en acercarse fue Calixto de Sa, natural de Segovia, para luego incorporarse Juan de Arteaga y Lope de Cáceres, criado del Virrey de Cataluña.  Por último, en Alcalá se incorporó un jovencito francés, Juan de Reinalde, paje del virrey de Navarra. Posteriormente viajó a París, pero debido a las estrecheces por las que pasaba, no pudo llamarlos a su lado, de modo que esta primera base, se dispersó como lo expresa su autobiografía en los capítulos 6 y 7.

Al fallar esta primera tentativa, felizmente encontró otros compañeros que le comprendieran; el primero de ellos fue un humilde campesino, Pedro Fabro, para luego incorporar a quien sería el príncipe de los misioneros: Francisco Javier. Asimismo, dentro de las notables incorporaciones estuvieron los talentosos Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Simón Rodríguez, y Nicolás Alfonso. Todos estuvieron de acuerdo en viajar a Jerusalén en peregrinación y emprender una santa cruzada para la conquista espiritual de las almas, en la misma tierra que había santificado Jesucristo.

Los siete compañeros partieron el 15 de agosto de 1534, y subiendo la colina de Monmatre, en la capilla de San Dionisio, el beato Fabro, único sacerdote entonces dijo la misa. Al llegar a la comunión se volvió hacia sus compañeros, y teniendo El Santísimo Sacramento, los seis fueron uno a uno pronunciando su voto en voz alta: 1º pobreza, 2º castidad y 3º ir a Jerusalén a fin de emplearse en la salvación de las almas. Luego se incorporaron otros seguidores: el saboyano Claudio Jayo, el francés Pascacio Broet, y el provenzal Juan Conduri. Estos diez, constituyeron el PRIMER NÚCLEO de la futura Compañía.

Continúa en segunda parte

 .

Para pie de página

*Diego Laínez Gómez de León (Almazán, 1512 – Roma, 19 de enero de 1565), fue el segundo General de la Compañía de Jesús, compañero de san Ignacio de Loyola, sucesor y biógrafo suyo. Destacado teólogo, fue Padre Conciliar en el Concilio de Trento.

            *Aspilleras: Abertura larga y estrecha en un muro para disparar por ella.

 * Regalismo español: El regalismo en España es el relato de las características específicas del regalismo en la Monarquía de España y de las políticas aplicadas por sus soberanos —los Reyes Católicos, los Austrias y los Borbones del siglo XVIII— para asegurar la superioridad del poder real respecto del Papa de Roma en lo referente a los asuntos de la Iglesia Católica de los dominios de su Monarquía.

•           *Batalla de Pamplona:

               La batalla de Pamplona se produjo el 20 de mayo de 1521 entre las tropas españolas y las navarras que tenían el apoyo de las francesas, tras la Conquista de Navarra realizada por las tropas españolas en 1512. Se sumó una sublevación de la población navarra con una rápida toma del castillo de Pamplona y de toda Navarra con escasas víctimas.

La población de Pamplona se alzó y Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera y virrey de Navarra, salió de Pamplona hacia Alfaro el 17, siendo asaltado en el camino y saqueado. Los escasos soldados castellanos que se quedaron se encastillaron en la fortaleza de Pamplona. Entre ellos estaba el guipuzcoano oñacino capitán Íñigo López de Loyola (que posteriormente adquirió el nombre de religión de Ignacio por devoción al santo de Antioquía), que fue herido en las piernas en el bombardeo realizado durante seis horas para rendir la plaza.

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