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CULTURA

Vidala, una oda a la danza local

Encantadora y decidida, Alejandra Barboza nos recibe en el Teatro Provincial y comparte una historia de presagios y sueños cumplidos

VIdala - Fuente Facebook Alejandra Barboza

SALTA (Redacción) – La vidala es poesía en voz alta. Popular del norte resulta una de las más bellas canciones folklóricas argentinas, nutrida y enriquecida por una fuerte herencia andina, desde su mística, su encanto y su potencia. La vidala es un sentimiento tan hondo como vívido que se manifiesta al mundo y trasciende todo aquello que sea parte del camino, incluso el tiempo.

Hay quienes son vidala en vida. Si bien yo acostumbro referirme a ellos como los apasionados o soñadores. En esta oportunidad, cabe llamarla Vidala. Con una presencia imperturbable, una entereza madura y sólida y una gran sensibilidad, Alejandra Barboza es la actual directora del Ballet Folklórico de la Provincia, Martín Miguel de Güemes y quien me recibe con una sonrisa, mientras nos sentamos en las butacas del Teatro Provincial, para ser esta vez espectadoras de su obra maestra.

 Crónica de una conquista anunciada

«Cuando tenía 15 años, un poeta, Luis Menú, me dijo en la casa del bagualero Vázquez: Alejandra hay muchas y vos vas a viajar por el mundo. A mi me encantaría que tengas el nombre de una hija que nunca tuve. Vidala», recuerda con un sentimiento tan nítido y certero como aquella prematura premonición. «Sabes que nunca lo use hasta que el Chúcaro me bautizó y me empezó a llamar así hasta el día de doy. Más de la mitad de mi vida y a mi me encanta, me identifica, tiene música», agrega.

Vidala – Fuente Facebook Alejandra Barboza

Esa anécdota nos resume en buena parte la historia que me llama a conocerla. En el campo, entre poetas, canciones, sentimientos, costumbres, pastores, bagualas y leyendas emergió una estrella mundial, como uno de esos versos que desde niña supo escuchar. Al igual que una copla intempestiva, repentina, oportuna y pintoresca, Alejandra descubrió su vocación e hizo de ella una llave para abrir-se las puertas del mundo.

«Empecé bailando desde muy chica por una decisión de mi madre para llevarme a algún lado en vacaciones. Tenia 8 años. Comencé bailando folclore y clásico, pero cuando vi el estreno del Ballet Folclórico Nacional en el Teatro Colon allá por el año 90′, no lo podía creer y a su vez sabía que quería integrar ese cuerpo de baile, aunque sea por un día. Lo deseé tanto, que se concretó», asegura.

Vidala – Fuente Facebook Alejandra Barboza

Tras un concurso, logró ingresar y estar seis años en esa compañía que la había conquistado a primera vista y que la formó de la mano de su dos grandes referentes y maestros de vida, Santiago Ayala “El Chúcaro” y Normal Viola.

«Allí siento que he crecido artísticamente. Esa fue mi escuela. Eso me ha forjado para lo que hoy en día quiero seguir forjando desde la parte artística. No sólo desde el movimiento sino desde el contenido. Que todo tenga un por qué. Qué es lo que queremos decir. Que todo tenga un mensaje. Eso me apasiona. He tenido la dicha de conocer a esos maestros que tenían todo un concepto y una historia en cada baile que proponían. Aprendí de esa manera. Me fascina trabajar de esa manera. Trato de trasladar todo lo aprendido a los nuevos valores», explica.

Nadie te quita lo bailado

Ese modo ser y estar en el mundo, de adentro hacia afuera, es lo más parecido a bailar una zamba, según Vidala. «El folclore es algo que me hace sentir libre totalmente, como un ave, viste cuando despliega las alas. Tiene que ver con esa esencia. Yo soy salteña. Mi abuelo de la Puna y mi abuela del Valle era bagualera. Tiene que ver con esa influencia», revela.

Pero su danza también se enriqueció al ritmo de su paso por el mundo y los riesgos que   decidió correr en pos de superarse a sí misma y brindarle nuevas dimensiones a su lenguaje artístico. El tango es un género aprendió a bailar en aquella época, tras haber estado tantos años en Buenos Aires. Sus dotes de artista y bailarina popular, la impulsaron a probarlo.

Vidala – Fuente Facebook Alejandra Barboza

«Yo y mi compañero pudimos integrar la compañía “Tango X2″ que en ese momento era como estar en la selección del tango. Venía de estar en la selección del folclore y quería, necesitaba, hacer otras cosas también. Al final, llegó esa posibilidad de hacer giras por Latinoamérica y Europa. De allí, surgieron más viajes. De hecho, estuve 10 años de gira. Siempre desde Argentina hacia el mundo», nos cuenta con orgullo.

Tras su experiencia como trotamundos valiéndose de su pasión, regreso a su país natal y fue convocada para ser Asistente Coreográfico del Ballet Nacional, donde perduró durante tres años y medio, tras ganar aquel puesto. Su tierra la llamó otra vez cuando surgió el concurso para formar parte de la Dirección del Ballet Folclórico de Salta, donde hoy trabaja codo a codo con sus bailarines, dándole forma y poniéndole el cuerpo a las ideas.

Tras la siembra, llega la cosecha

De alguna manera, tras tanta experiencia acumulada, el Ballet local representa en la trayectoria de Vidala un acierto. Un destino desde el que apuesta a mirar al mundo y lo hace desde su tierra, Salta, volcando en él su sapiencia, su destreza y su verdad. Alejandra transpira el carácter que su maestra Norma Viola le ha forjado de manera increíble, y que nos habla de fortaleza y humildad.

«Para mi es muy importante volver a mis raíces dirigiendo. Este ballet es tocar el cielo con las manos. No podía creerlo cuando sucedió. Si bien uno se presenta al concurso, no sabes si va a suceder o no. Estoy feliz de estar aquí. Feliz de estar día a día con ellos y con mi familia, ya que por los viajes me he perdido de muchas situaciones y momentos, más allá de que fue una decisión consciente. Pero, esta una etapa artística en la que me siento fortalecida y apoyada por las autoridades y los bailarines. Hay muy buenos artistas aquí en Salta que quieren crecer», expresa.

En este sentido, la situación artística y cultural en la ciudad es de suma calidad y constante productividad. Con una agenda prodigiosa, los profesionales de la danza encuentran en Salta un espacio con oportunidades de formación y perfeccionamiento. En términos coloquiales, eligen y pueden vivir de lo que aman.

 «Desde mi puesto y mi rol identifico al bailarín que sigue una meta como la de ganar un concurso o un trofeo de zamba, malambo, etc. Pero también hay otra parte, donde el bailarín se capacita no sólo sobre lo que le interesa. El bailarín popular pienso que debe capacitarse en otras disciplinas. No solo en baile sino pintura, teatro, la lectura; todo eso hace que un artista pueda llegar a presentarse más completo. La danza no pasa desde el movimiento lineal y pulcro. Los bailarines son mucho más que eso, son más que una buena línea», profundiza.

El Ballet Folclórico es un fiel reflejo de las manos que lo moldean. Las manos de Vidala creen en la magia. Vidala deja ver a esa niña que baila sin ataduras ni trampas y a la mujer que sabe lo que quiere y va por ello. En ella hay un poco de tango y un poco de folclore. Hay tierra y hay cielo.  «El tango precisa de carácter. En el tiene que estar marcado el rol de la mujer y el varón. Es un 50 y 50. En cambio, en el folclore puedo ser y jugar a ser diferentes cosas. No solo humanas. Me gusta viajar. Volar», admite.

En esa dualidad, cabe su valor agregado. Su acento. Su firma. «Cuando tuve el primer encuentro con el Ballet les dije que yo no quería que sean buenos envases tallados, sino que tengan cosas adentro. Y esa es mi búsqueda. Eso es lo que quiero inculcarle al Bailarín. Enseñarle a decir con todo el cuerpo y con la mirada», subraya, convencida y con una mirada, valga la redundancia, de ojos oscuros y penetrantes que lo corroboran.

La danza es naturaleza y a la naturaleza se la trabaja.

Como en la vida, Alejandra entiende que en el lenguaje de la danza no hay blancos y negros tajantes. Hay matices y múltiples formas. Un repertorio de emociones. Hay humanidad. Tantos pasos como expresiones posibles. Sensaciones. Altibajos. La danza se vale de la existencia y la traduce a través del lenguaje corporal, como un idioma universal y capaz de transformar su entorno.

«Para mi la danza es naturaleza. Los cinco elementos. La flora y la fauna. La tierra que pisas. De dónde sós. El agua, la lluvia. Por eso digo que no sólo somos movimiento o una pose, tenemos que llenar eso con algo de lo cotidiano, de lo que uno vive, de la naturaleza, de alguna canción, del pan caliente a cierta hora, bailar una zamba y sentir esa sensación. De la tierra mojada después de una lluvia. Yo me aferro a estas ideas para lograr algunos personajes», explica.

Mientras que ella pone en palabras sus principios, sus objetivos y su esencia, veo al cuerpo de baile ensayar con entrega en el escenario, con la Orquesta Sinfónica de fondo, resonando. Mujeres y hombres bailan como si fuese la última vez. Esa postal expresa más que mil palabras y habla por si sola. Potencia, equipo, precisión, sincronía, fuerza y constancia foto.

«Cuando bailamos no somos X bailarín, no soy Vidala. Tenemos que aprender a elaborar un personaje. Ser y poder ser otro. De eso se trata el ser artista. Un artista sin movimiento puede expresar tanto y las sensaciones ser muy profundas. Si bien es muy difícil, es posible lograrlo. Estoy hace 2 años como directora y pude armar un equipo de trabajo interesante”, expone.

Precisamente, los bailarines trabajan de las 10 a las 16 horas todos los días, con un descanso de 45 minutos al mediodía. Los lunes tienen clase ballet clásico. Contemporáneo los martes. Tengo y folclore los miércoles. Jueves clases teatro. Y los viernes de lenguaje musical porque también cantan. Trabajan con diferentes repertorios, coreografías y estilos. “Estoy muy feliz con el equipo. Estamos avanzando y creciendo», remarca.

Una vidala que sigue resonando

Alejandra se aferra como un talismán a una premisa que delinea su camino, su trabajo, su vida: “el artista busca la luz y no el efecto”.
«Desde allí busco mi danza, mi baile, mi propuesta. No ser sólo papelitos de colores sino, ser luz. Hay que estudiar, dedicarse y estar siempre en esa búsqueda porque el efecto se va pronto, la luz no», advierte.

Su luz tiene una gran proyección que seguirá iluminando la ciudad ya que en lo que resta del año habrán más estrenos, siendo este su último año de gestión por contrato. «En octubre habrá dos estrenos. Una obra es «El legado» y otra es «El Matadero», propuestas diferentes con lenguaje contemporáneo y raíz folclórica», adelanta. Vale aclarar que debido a los tiempos, quedará pendiente para el próximo año el homenaje a Los Chalchaleros y Hugo y Marina Giménez, estandartes de la danza local.

Pero no habrá que esperar tanto ya que se aproxima una súper producción «La Salamanca de los mineros», una obra que Vidala tenia bajo el brazo y en mente hace un tiempo. La entrena leyenda del pacto diabólico, ahora potenciada en el Marco de las penurias de los mineros nos enfrenta nuevamente al histórico dilema humano ¿el fin justifica los medios? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para conseguir lo que queremos?

«La Salamanca es un cuento de una mitología hasta mundial porque en todos lados hay una salamanca. Me parecía interesante, ya que así como nos hemos propuesto bailar poesías y poemas de Castilla o bailar una obra dedicada al Cuchi – cosa que no se acostumbra tanto – también me pareció singular contar esa historia desde otro lado, desde un minero que desea fortuna pero que no va a lograrla jamás», señala.

Fecha tras fecha el público ha sabido responder con gran convocatoria y cariño ante cada producción. «Me parece que Salta quiere mucho al Ballet Folclórico. Lo están esperando. Siempre preguntan. Me hacen sentir su calidez. En cada propuesta lo reciben bien. No solo estamos para entretenerlos. Me encanta que se vayan pensando o con alguna emoción. No sólo satisfechos del aplauso y de una ovación. A veces, no es necesaria la ovación. Me encanta que se vayan pensando, con un recuerdo, un llanto», reflexiona, animándonos  a participar y adentrarnos en los misterios de esta leyenda tan cercana para los salteños.

La provincia tiene la dicha de poseer estar joyas como instituciones estables del acervo cultural y contar con artistas que le ponen el Alma y el Cuerpo a su trabajo, comprendiendo que la danza es una expresión legítima, necesaria  y atrapante dentro de cualquier sociedad.

“Pregúntate si lo que estás haciendo te llevará donde quieres estar mañana

Durante estos años, Ale  supo generar una constante dentro del Ballet en la que prima el esfuerzo, la autenticidad y la entrega. » Se trata de ser claros en el momento del mensaje al grupo o Bailarín que vas dirigir. Yo creo que eso es fundamental. Porque uno puede interpretar de diferentes maneras. Trabajar con y en un grupo siempre trae consigo cuestiones humanas pero no hemos tenido grandes inconvenientes, ni chicos, porque somos claros y tenemos fija la meta. No solamente el punto sino el trayecto. Se  trata de cómo llegas a eso. Cómo construimos para llegar a esos puntos», aclara.

Mirarla a los ojos, escucharla y verla en su campo de trabajo es lo más parecido a escuchar tu canción de folclore favorita. Irradia cultura por todo los poros. Es fina y aguerrida.  Si miramos un mapa del país y hacemos un recorrido por él, no solo reconoceremos una geografía de grande dimensiones sino a una tierra prolífica en colores, climas, paisajes y costumbres.

Vidala es fruto de ello. Es el resultado de una tierra ancestral que supo florecer cuando sus raíces se reconocieron  fuertes y eternas. Luis no se equivocó cuando aquella vez avizoró y decretó un futuro diferente para esa niña que tenía hambre de mundo y la pujanza de aquellos pagos. Quizás haya sido esa su mejor poesía, puesta en una palabra : Vidala.

«Siempre vivo el presente. Me ha ido bien», ríe y concluye:
«Pero me imagino de muy viejita estar en Salta, en el campo otra, siempre a través del arte».  De la tierra venimos y hacia ella vamos. Más allá de la religión que profesemos, siempre volvemos a ese momento inicial, el fin es el principio. La tierra es el hogar. Nos debemos a nuestro folclore y Alejandra le rinde honor hoy y siempre.

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